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Un hombre de mediana edad se dirigía al río a las afueras del pueblo con una canasta llena de comida en sus manos, a veces le gustaba comer solo en la orilla del río mientras sus mascotas podrían bañarse.

Estaba acostumbrado a que la gente del pueblo lo mirase con desconfianza por su don, pero eso no significaba que podría ignorar los murmullos a su alrededor. 

Al llegar al río palideció y del shock dejó caer la canasta.

Encontró del otro lado a un par de chicas inconscientes tiradas en el suelo, llevaban unos trapos que apenas podrían cubrirlas, iban descalzas y no pudo ver más detalles ya que estaban un tanto lejos.

-¡Dolores, envía a Félix o Agustín a ayudarme con algo!

No se preocupó por la distancia a sabiendas de que la menor lo iba a escuchar. Miró el río notando como este estaba tranquilo e incluso parecía menos profundo. Se decidió a cruzarlo y así lo hizo, al llegar con las ahora distinguibles mellizas corroboró su pulso y suspiró aliviado al notar que si tenían.

Se horrorizó aún más al notar como entre las piernas de una de ellas había rastros de sangre seca que llegaban a los tobillos y parte de la planta del pie, sintió unas profundas ganas de vomitar que ni él entendió como pudo contener. 

-No han comido ni bebido nada.

En cuanto divisó a su cuñado levantó una mano para que lo notaran, cosa que logró con éxito.

Cargó con cuidado a una de las chicas y miró cómo el contrario también palideció asustado por su estado, de igual forma cruzó el río y puso más atención a las jóvenes.

-¡Bruno! ¿Qué has hecho?

-Por dios Agustín, así las encontré, ¿me crees capaz de algo así?. Ayúdame a llevarlas.

El mencionado asintió y cargó a la otra, por haberse agachado miró por accidente las piernas de la chica que cargaba Bruno, y al igual que a este último la sangre lo horrorizó.

-Llevémoslas por otro camino, no queremos que el pueblo las vea así.

El trajeado asintió con la cabeza y emprendieron su camino a la casa Madrigal rodeando el pueblo, era un camino un poco más largo pero no querían arriesgarse. Al notar que estaban cerca Bruno se sintió demasiado aliviado ya que no fueron notados.

Entraron a la casa por la parte trasera y caminaron velozmente dentro.

-Espera.

Ambos se detuvieron y se miraron.

-¿Dónde las vamos a recostar?

-¡Julieta!

La mencionada llegó en poco tiempo y se asustó por ver la escena.

-¿Qué ocurrió?

-No lo sabemos, pero ¿Dónde van a descansar?

-Déjalas en la habitación de invitados, voy a prepararles algo de comer.

-Por favor haz sopa, en su estado actual no creo que puedan ni masticar.

La mujer asintió con la cabeza para después correr a la cocina.

Ambos hombres subieron a la habitación antes mencionada y pusieron a las chicas en la cama.

-No parecen ser de por aquí.

El de cabello rizado no se preocupó por mirarlas más y fue a la cocina en busca de su hermana.

-Julieta, ¿hay alguna forma de limpiarlas? por lo menos la sangre.

-¡¿Había sangre?!

-Si, ¿pueden limpiarla tú o Pepa?

-Yo lo haré, en cuanto esté lista la sopa.

Bruno se limitó a asentir con la cabeza mientras pasaba una mano por su rizado cabello en busca de calmarse un poco.


Siren (Bruno Madrigal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora