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"¡¿Qué hago ahora?! Pedro, ¡ayuda!"

"¿Uh? ¿Pedro? No sé quien es ese."

"Suegro, ayuda"

"¡Abrázalo! ¡Sigue tus impulsos de enamorada!"

Melissa se sonrojó mucho más de lo que ya estaba y abrazó al mayor por los hombros, gracias a sus tacones ella estaba un poco más alta.

-Bruno.

Sintió un escalofrío al sentir los brazos del contrario rodear su cintura y su frente apoyarse contra su hombro, le fue inevitable morder un poco su labio inferior al sentir como sus cuerpos se pegaban un poco más y la profunda respiración del contrario chocaba contra su piel.

-¿Si?

-¿Quieres salir conmigo?

Al no escuchar respuesta se asustó un poco y lo miró topándose con sus profundos ojos verdes observándola, la hizo sentir un tanto indefensa, como una presa en los brazos de su depredador. Sentía que en cualquier segundo sus piernas podían fallar, o su corazón se detendría. Nunca había recibido esa clase de mirada por parte del mayor.

-¿Bruno?

El mencionado, sin apartar esa mirada de la chica besó suavemente su hombro desnudo y habló en un murmuro, su voz salió profunda y suave.

-¿Te sirve esa respuesta?

La joven no necesitó nada más, lo había entendido. Asintió con la cabeza y desvió la mirada hacia otro lado aún sintiendo la mirada de Bruno sobre ella, sabía que si mantenía el contacto visual iba a terminar en verdad indefensa.

Permanecieron en esa posición durante un tiempo más, no se sabe cuanto exactamente ya que ambos habían perdido la noción de este mismo.

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Melissa despertó y miró durante unos segundos al techo, una fuerte resaca provocó nada más que una profunda sed. 

Se sentó en la cama y miró a su alrededor palideciendo al darse cuenta de que no estaba en su habitación, estaba en la habitación de Bruno. Eso solo la asustó más.

Quitó la manta que cubría su cuerpo y se dio cuenta de que lo único que le faltaban eran los zapatos y los pendientes.

Pasó una mano por su cuerpo dando pequeñas palmadas y se sintió aliviada al notar que no había dolor o marca alguna. Sintió culpa al haber sentido miedo y haber desconfiado de Bruno.

Es decir, era Bruno. No se atrevería a hacer algo así.

Miró un poco más alrededor y solo entonces pudo notar unos rizos asomarse del borde al otro lado de la cama. Se acercó a ese lado y se asomó un poco encontrando al dueño de la habitación sentado con la cabeza apoyada en el borde de la cama, estaba profundamente dormido.

Se llevó una mano al pecho al sentir una enorme ternura, por su posición pudo notar que se había dormido cuidándola. Se puso de pie y se estremeció al sentir el frio suelo con rastros de arena tocar su piel.

Una vez frente al mayor, se inclino un poco y comenzó a intentar despertarlo.

-Bruno, Brunito, Brunis.

-Cinco minutos.

Sonrió enternecida por su relajada expresión y su balbuceo.

-Ratoncito, ya despierta.

Bruno abrió los ojos de forma repentina al escuchar eso, definitivamente no era algo de sus sueños.

-¿Como me llamaste?

-¿Ratoncito? No se me ocurre un mejor apodo. Eso es lo de menos, sube a la cama a dormir.

-Sigue durmiendo, aquí estoy bien.

-Dije que subas, yo ya me iré.

Miró la desilusión en los ojos del contrario mientras se subía a la cama.

-¿Ya te vas?

-Ya, más tarde que despiertes me verás.

-Entonces dormiré rápido.

-Si, si.

La menor tomó sus cosas y besó la frente del pelinegro.

-Descansa, niño bonito.

-Soy mayor que tú.

-Eso no impide que seas mi niño bonito.

Miró la rosa blanca junto a la cama y la tomó para después salir de la habitación.

Tan solo un par de horas después entró de nuevo a la habitación de Bruno, estaba prácticamente renovada. Tomó asiento en el sillón individual que estaba casi frente a la cama, aunque se preguntaba por qué había dormido en el suelo y no en ese mueble. No era lo ideal pero era mejor.

Lo observó dormir mientras se perdía en sus pensamientos, reflexionaba acerca de la clase de vida que había llevado y el como eso iba a afectar la relación. Eso la asustaba, no quería arruinar lo que apenas iniciaba.

Estaba segura que debía sanar para asegurarse de que Bruno tuviese su mejor versión. Lo haría a su manera, pero era seguro que lo haría.

Se vio obligada a salir de sus pensamientos cuando un par de ratas subieron a sus piernas, puso las manos juntas y las dejó subir en ellas.

"Buenos días ratitas"

"Buen día chica, ¿deberíamos llamarte cuñada o algo?"

"No, ¿por qué o qué?"

"Sales con Bruno, más que un amigo es como un hermano para nosotros, nos cuida desde que somos pequeños."

"Eso es lindo, pero no gracias. Con llamarme Melissa o algún otro apodo estaré bien."

"Lissa"

"Esa es mi hermana."

"¿Si?"

Miró como una rata pareció darle un zape a la otra.

"Acaba de decirlo"

"¿Tienen nombres?"

"No son necesarios por qué nos distinguimos entre nosotros."

"Quizá pueda convencer a Bruno de nombrarlos"

"No van a tener la imaginación para nombrarnos a todos"

"No me retes."

Siren (Bruno Madrigal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora