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Bruno despertó y le tomó un par de segundos orientarse por completo. No recordaba haberse subido a la cama.

Se sentó y se estiró escuchando finalmente los bajos murmullos de Melissa. Talló un poco sus ojos y se enterneció por la imagen que presenciaba.

La chica se encontraba con un par de arepas en las manos las cuales hacía pedacitos y los repartía entre las ratas las cuales esperaban pacientemente formadas.

-Si no se lavan las manitas no les doy nada, ¿entendido?.

Dicho eso mostraron sus patitas alcanzándose a notar como esa parte de su pelaje estaba húmeda.

-Muy bien, son muy obedientes.

Las arepas se terminaron y la castaña se aseguró de que todas tuvieran su porción, una vez segura de ello levantó la mirada y se topó con los curiosos ojos del mayor.

-Buen día.

-Buen día niño bonito.

Bruno miró un poco a su alrededor algo confundido, no sabía que hora era o si estaba realmente en su habitación o en una replica exacta.

-¿Qué hora es?

-Son las seis de la tarde.

Miró sorprendido a la menor, ¿seis de la tarde? no solía dormir tanto ni en sus mejores días.

-¿De verdad?

-De verdad. 

Melissa se levantó de su asiento y se estiró para después dirigirse al mayor y acariciar su cabeza.

-¿Vienes a recolectar hierbas conmigo?

Bruno asintió con la cabeza provocando que la menor sonriera.

-Te veo abajo en un rato, apresúrate.

Besó la frente del pelinegro y salió de la habitación sin darle tiempo a reaccionar. Este ultimo sonrió un tanto embobado, no le molestaba despertar con esa clase de vista y trato cada mañana.

Pasada una hora ambos se encontraban caminando a las afueras del pueblo mientras comían y Bruno sostenía en una de sus manos una canasta con frascos de cristal en ella.

-Meli.

-¿Si?

-Desde que te vi tengo una duda.

-Adelante.

-¿Qué son esas marcas negras?

Melissa puso una mano en la zona de las clavículas tocando dichas marcas.

-Las llevo desde que tengo memoria, digamos que son marcas de nacimiento.

-Son bonitas.

La castaña sintió timidez repentina puesto que nadie le había dicho eso antes, siempre era algo como "son raras" "no mientas, de seguro son tatuajes" "no me gustan, tápalas". Ese último comentario lo escuchaba tan seguido que era costumbre.

-¿Eso crees?

Bruno sonrió enternecido y acarició su cabeza aprovechando para jugar un poco con el cabello de la chica, la suavidad de este mismo lo sorprendió.

-Por supuesto.

La menor se dedicó a comer en silencio con la mirada baja mientras un color rojo tomaba lugar en sus orejas, estaba muy avergonzada. No solo por las palabras dichas, solían acariciar su cabeza pero nunca se había sentido así, definitivamente era una nueva sensación muy agradable.

-Hazlo más seguido.

-¿El qué?

-Acariciar mi cabeza.

Melissa se sintió algo decepcionada al ver que no habían belladonas por la zona, significaba que debía cultivar las suyas y no sabía exactamente como cuidar una planta. Miró dentro de la canasta notando que ya habían terminado la comida y en su lugar solo quedaban los frascos.

 -Meli, ¿a donde vamos exactamente?

-Estoy buscando manzanilla.

Bruno lo pensó un poco, recordaba haber visto esa flor pero no recordaba exactamente donde. Cuando pudo recordar tomó de la mano a la menor y comenzó a guiarla.

-Vi un lugar con unas cuantas, ¿necesitas muchas?

-No, no, solo llenar un frasco o dos.

La castaña miró sus manos juntas y decidió entrelazar sus dedos, soltó una pequeña risa al notar como el contrario se tensaba un poco pero reafirmaba el agarre. Jamás había imaginado que algo como una relación se sentiría así de bonito.

Su mirada bajó al suelo al recordar el hecho de que en algún momento Bruno debía enterarse de qué era ella y todo lo demás, ese pensamiento la estaba agobiando. Apretó un poco el agarre tratando de alejar esa clase de pensamientos, ya habría un momento para decirlo todo. El momento no era el problema, podía decirlo en ese mismo segundo si quería, el problema era encariñarse demasiado con lo que ya tenían. ¿Y si lo asustaba y lo terminaba alejando? No quería eso, para nada.

-¿Meli?

Parpadeó un par de veces al escuchar su voz y expresión preocupadas.

-Lo siento, me quedé pensando. 

-Eso vi. Llegamos.

Miró el paisaje y sonrió un tanto emocionada al ver que no solo había manzanilla si no también otro tipo de flores que definitivamente usaría.

-Ven, ven. Trae los frascos.

Soltó la mano del mayor y se agachó mirando todo con atención.

-Lo siento madre, tomaré un poco de ti.

Tomó un frasco y comenzó a arrancar las flores para después irlas guardando.

-Brunito.

-¿Si?

-Gracias.

Se sonrojó un poco al sentir la mano del contrario acariciar su cabeza y jugar con su cabello.

Siren (Bruno Madrigal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora