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-Supongo que te mueres por saber todo, ah.

Melissa suspiró al no haber recibido respuesta, iba por su tercer tazón de sopa y Bruno en todo ese rato no había hecho más que servirle y mirarla en silencio. Había momentos donde parecía querer decir algo pero solo guardaba silencio y suspiraba, estaba demasiado exhausta como para leer su mente y no le era tan necesario ya que podía hacerse una idea de que ocurría con él.

-¿No vas a hablar?

-No sé que decir.

-Bien, bien. ¿Por donde inicio?

-Si aún te duele la garganta no hace falta que hables.

-Estoy mejor, resulta que la sopa realmente ayudó.

El mayor se limitó a asentir con la cabeza provocando que la castaña simplemente bajara la mirada y terminase la sopa con suma rapidez.

-Supongo que debo empezar por lo que soy, eso dará más sentido al resto de la historia.

Melissa mordió su labio inferior mientras dudaba si lo mejor era hablar o mostrarle lo que había vivido. Asintió decidiéndose por la primera opción, eso solía asustar menos.

-Los humanos suelen usar dos términos cuando se refieren a nosotros. Monstruos o dioses. No tienen punto medio, somos una cosa o la otra.

-¿Entonces no son humanas?

-Es complicado, somos como cualquier humano. Pero somos una especie mucho menos antigua, eso te lo aseguro.

-Ah, son toda una especie.

-Te lo dije hace unos días atrás, somos sirenas.

Bruno la miró en silencio durante unos segundos los cuales la menor sintió eternos, una vez terminó de procesar lo que escuchaba frunció el ceño con sorpresa y levanto ambos dedos índice en señal de que se detuviera.

-¿Me estás diciendo que no era una broma?

-No, ¿lo dije como una?

-Bueno, no pero uno no espera esa clase de noticias de la nada.

-Te dejo procesarlo un rato más, tranquilo.

-Entonces, ¿si tocas agua salada te sale una cola de pez?

Melissa pasó ambas manos por su rostro en señal de frustración, en su mente comenzó a maldecir hasta al dios mismo. Lo odiaba, odiaba ese mito, para empezar ¿Quién había inventado semejante estupidez? Estaba segura de algo, si esa pregunta la hubiera hecho alguien más ya estaría con algún hueso roto como mínimo.

-Dime que no acabas de preguntar eso, dime que no.

-No acabo de preguntar eso.

Suspiró pesadamente al escuchar su tono confundido.

-No, Brunito. No nos sale cola de pez, nuestro cuerpo cambia pero no es la gran cosa. Depende de la crianza y tal.

-¿La crianza?

-Uh, si. Al igual que los humanos, nosotros fuimos evolucionando en cuerpo y mente.

Al ver la expresión de concentración extrema del contrario sonrió algo enternecida, podía sentir que cierta distancia entre ambos se acortaba cada vez más. Quizá su falta de confianza era lo que la hacía sentir así.

-Si quieres puedo detenerme y más tarde sigo.

-No, no. Así podré procesarlo todo y no por partes.

-Bien, bien. Como mi niño bonito quiera.

Siren (Bruno Madrigal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora