Escuchó el molesto sonido del telefonillo desde su habitación. Maldijo por lo bajo y terminó de atar los cordones de sus botas estilo militar. Se apresuró para levantarse, correr por el pasillo hasta llegar al aparato colgado en la pared.
—Bajo en menos de un minuto —anunció intentando controlar su respiración un tanto agitada.
Alcanzó a oír una pequeña carcajada del otro lado y rodó los ojos dibujando una sonrisa burlona en su cara. No le dio tiempo a contestar cuando colgó de nuevo el telefonillo en la pared. Agarró sus llaves, cartera, teléfono móvil, todo lo necesario y lo metió dentro de un pequeño bolso de color amarillo. Hacía años que lo tenía, pero no solía llevarlo, era demasiado vistoso para alguien como ella. Ese día había optado por usar un vestido negro, junto con las botas y una chaqueta bomber negra. Sin duda, el bolso amarillo le parecía buena opción, necesitaba algo de color.
Salió del apartamento, bajando la escalera con alguna rapidez. No le agradaba hacer esperar a nadie, por la misma razón, a ella no le gustaba en absoluto esperar por nadie. Siempre intentaba ser puntual. Abrió la puerta del edificio, encontrándose a Dylan apoyado en un coche rojo. Su actitud, su postura, su pelo... Por un momento Irish sintió que debía ir a cambiarse, que no estaba a la altura, hasta que el ojiazul abrió la boca.
—Vaya... —soltó mirándola de los pies a la cabeza, con las cejas levemente alzadas—, estás realmente guapa, Irish.
Pronunció su nombre haciendo una pequeña pausa, dándole énfasis a este.
—Quiero decir, siempre estás guapa pero hoy...
—Gracias Dylan —contestó ella riendo.
El castaño torció la cabeza ligeramente, haciendo una mueca chistosa. Irish rio más, agradeciendo de alguna forma en su interior que ella no estuviera siendo la torpe, por una vez.
Dylan la observó con detenimiento, con interés, casi con admiración. Solía verla entrar al bar vestida sin gracia, con una coleta y la mitad de los días con cara de consternación. Pero al verla salir por la puerta, supo que definitivamente se veía diferente. Esa noche brillaba. Brillaba mucho más que habitualmente. Su vestido, sus botas, sus piernas al descubierto, su pelo suelto... Sintió que no quería que esa noche terminara, por nada del mundo.
—¿Qué has planeado para hoy? —preguntó la joven metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
Empezaba a hacer algo de frío para Irish. La mirada insistente de Dylan también la hacía encogerse en sí misma, incluso llegaba a sentirse diminuta bajo esos iris azules.
—Bueno... ¿te gustan las películas de superhéroes? —Le regaló una sonrisa amplia con los labios cerrados—. Un amigo me comentó sobre una nueva, pero si no te gusta podemos...
—Me encantaría ver a un hombre vestido de forma extraña salvar el mundo. —Volvió ser interrumpido por ella.
Dylan no pudo esconder su sonrisa tonta, y asintió, guiándola para que se montara en el auto donde se encontraba apoyado anteriormente. Irish se sentó en el asiento del copiloto, y se detuvo para observas las acciones del hombre sentado a su lado. Llevaba demasiado tiempo sin sentirse así, sin salir con un chico, aunque no sabía si debía considerarlo una cita como tal. Simplemente quería dejarse llevar. No quería anticiparse a nada, porque tenía la certeza y experiencia de que todo podía salir mal. Ella no tenía ni idea de superhéroes, pero tenía claro que con Dylan no tendría motivo para aburrirse.
Ella se limitó a mirar por la ventanilla, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento, mientras escuchaba la música del aparato que tenía Dylan conectado a su móvil. Las casas, edificios, locales que surgían a su alrededor parecían más bonitos, más pintorescos gracias a la melodía que sonaba en el coche. Le pareció que él tenía buen gusto por la música, bastante parecido al suyo. El vehículo se detuvo en uno de los aparcamientos frente al cine. Irish se bajó de este a la vez que él. Se acercó indecisa hasta que acabaron caminando juntos hasta la puerta. Por un momento sostuvo la idea de que Dylan agarrara su mano, pero era demasiado pronto. Se forzó a apartar algunos malos pensamientos, no sabía que le ocurría. Se sentía cómoda con él, pero algo fallaba en ella, algo no iba bien. Y al sentarse en las butacas de la sala 3, supo lo que le ocurría. Rememoró a aquella chica, a aquella niña quinceañera perdidamente enamorada del chico que se encontraba a su lado. Aunque varias cosas habían cambiado. Ella no estaba enamorada de Dylan, él no era ese idiota, y Irish no tenía quince años, ni siquiera era la misma Irish que en ese entonces.
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Mamba negra #PGP2022
Teen Fiction«Dicen que no hay razón para vivir con el corazón roto»