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Eryx entró en casa, escondiendo tras él la bolsa que portaba

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Eryx entró en casa, escondiendo tras él la bolsa que portaba. Parecía todo en silencio, por lo que supuso que su madre habría salido. Subió la escalera con pesadez, y se adentró en su habitación. Tiró su compra encima de la cama, y dejó el cambio que el señor le había devuelto encima del escritorio de su habitación. Se deshizo de sus zapatos, y se recostó en el colchón, apoyando su espalda en el cabecero. Sacó una de las botellas de la bolsa de plástico, y relamió sus labios, que morían en ansias por probar aquel líquido. Había recaído. Bebió la misma noche que discutió con ella, con Irish. Había caído en un agujero del que creía haber salido. Había caído por su única y jodida culpa. 

           Divisó su móvil apagado encima de la pequeña mesa de noche al lado de su cama, totalmente olvidado desde hacía semanas. Realmente temía por lo que pudiera encontrar. Un insistente Mike tras miles de llamadas perdidas y mensajes en su buzón de voz. Un Liam preocupado por su amiga, recriminándole el daño que pudiera haberle hecho, queriendo partirle la cara seguro. Y ella, una Irish destrozada, enfadada, desafiante, verdaderamente no tenía las agallas para combatir todo aquello. Aunque existía algo que le atormentaba más que Irish echándole en cara todo, ya fuera enfadada o dolida, y era su indiferencia, su falta.

            Tres meses habían sido suficientes para percatarse de muchas cosas. Se dio cuenta de lo desagradable que era el silencio, la ausencia cuando venía por parte de Irish. Todo lo que pasó, todo aquello le enseñó algo, probablemente algo que ya sabía. La vida no era fácil. Le enseñó que no siempre se tiene la verdad absoluta, y que, hay veces, que las dos versiones pueden llevar la razón, pueden tener razones, y que de igual forma, es demasiado fácil perderla. Él podía tener sus motivos, podía llevar la razón, sin embargo, la había perdido en el momento en el que atacó, sin justificación alguna. Perdió la razón al mismo tiempo que perdió a la chica. 

             Destapó la bebida que sostenía entre sus temblorosas manos, y no aguardó más tiempo. El líquido quemó su garganta, bajando por esta y calmando sus músculos, falazmente. Se sintió lo más parecido a la paz, y le reconfortaba. Pese a no asemejarse siquiera a lo que sentía con ella, se convenció de que no la necesitaba. Quizá solo deseó creer que aunque ardiera en ganas por verla, era lo mejor para ambos. Irish estaba mejor sin él, solo importaba eso. 

             Dejó la botella en el pequeño mueble a su lado, y se levantó de la cama. Buscó por los cajones de su escritorio, hasta que encontró lo que deseaba. Volvió a su posición en la cama y apoyó el cuaderno en su pierna. Vaciló durante unos minutos, antes de posar el bolígrafo en el papel, y comenzar a escribir. No se esforzó por encontrarle el sentido a lo que estaba haciendo, simplemente quería soltarlo. Y si no podía decírselo a ella, lo escribiría. Quizá algún día podría dárselo, o simplemente guardarlo, quemarlo, llevarlo consigo siempre para llenar ese vacío. Se refugió en su torcida caligrafía, en su pésima oratoria, para dejar descansando su hígado por un rato. Tomó como una falta de respeto escribirle a Irish totalmente ebrio. Ella no aceptaría la carta, ni los sentimientos de un borracho. Para ese entonces, tampoco los aceptaría de él, después de todo.

Mamba negra #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora