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La cinta que conservaba aquella botella intacta se rompió al instante, cuando Eryx hizo girar el tapón hasta quebrarla por completo

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La cinta que conservaba aquella botella intacta se rompió al instante, cuando Eryx hizo girar el tapón hasta quebrarla por completo. Pareció liberada, al igual que la angustia decidió marcharse del cuerpo del muchacho. Sus rosados labios rozaron el frío vidrio, casi degustando el sabor amargo del líquido transparente que estaba a punto de bajar por su garganta, de hacerle arder, hasta que un sonido agudo de campana le detuvo. Se apresuró a tapar la botella y la guardó de nuevo en un rincón de su armario. Se podían escuchar claramente su respiración acelerada, y el gruñido que soltó bajando la escalera. Era la primera vez en algún tiempo que lograba encontrar un rato de soledad absoluta, de privacidad para poder hacer lo que quisiera a su antojo, y en esos planes obviamente entraba la idea de emborracharse, quizá hasta perder el conocimiento. Sin embargo, el timbre le había interrumpido. Esa estúpida persona que se encontraba tras la puerta había tenido la desfachatez de irrumpir en su tranquilidad, en su ritual.

        Abrió la puerta con ligereza, preparado para desatar su mal humor con ese ser, sin embargo, su mandíbula casi llegó a rozar el suelo. Su expresión lo dijo todo, sin necesidad de pronunciar palabra. La de ambos en realidad. De repente, todas las maldiciones que revoloteaban por su cabeza, dispuestas a salir disparadas contra esa persona, se acobardaron en el más recóndito rincón. Se escondieron para que ella no las pudiera ver.

—Hola —soltó esa sutil voz, sutil y dulce, como si una bocanada de aire lo hubiera revolcado, y pudiera por fin respirar.

          Irish deseó mostrarse impasible, pero sus nervios la estaban traicionando. Eryx se percató de ello, aunque estaba demasiado atónito como para hacer algo al respecto, como para provocar que estos aumentaran. En cierto modo, él también estaba nervioso. 

—Irish —susurró. Pronunció su nombre con gusto tras haberlo mantenido retenido en contra de su voluntad por días. Lo soltó, liberándose de él, y del sentimiento de pérdida que lo había acompañado—. ¿Qué haces aquí?

         La castaña suspiró levemente, se había advertido a sí misma durante todo el camino que debía ser cautelosa con sus palabras, ganarse su confianza, actuar como solía hacerlo con él. Se convenció de que lo último que Eryx podía necesitar era que llegara después de casi un mes regañándole, replicándole, aún más creyendo que todo aquello era su culpa. 

—¿Quieres dar un paseo? —preguntó ella, metiendo las manos en los bolsillo de su chaqueta bomber negra.

          Eryx vaciló por unos segundos, intentando descifrar a qué se debía su visita, quiso pensar que simplemente lo había echado tanto de menos como él a ella. 

—Claro.

         Agarró sus llaves, las cuales se encontraban en una pequeña mesa al lado de la entrada, y salió de la casa, cerrando la puerta tras de él. Caminó a su paso, junto a aquella chica que le robaba el aliento, a la vez que le brindaba el más puro oxígeno. Un batiburrillo de preguntas le asaltaron, e intentó dejarlas atrás, centrarse en su compañía, sin embargo, parecía haber demasiadas cosas que hablar para poder actuar con normalidad.

Mamba negra #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora