El quinto salto que daba, y por fin, consiguió bajar la persiana metálica. Se agachó, asegurándola con la llave, terminando así de cerrar el local.
Había hecho un trato con Dylan, no le tocaba cerrar hoy, pero al haberla salvado de aquel vaso propulsado por la fuerza del chico de ojos verdes, Irish se empeñó en qué debía devolverle el favor. Dylan se negó repetidas veces, hasta que finalmente accedió. Y ahí se encontraba, regresándole lo que había hecho por ella.
Se giró al garantizar que todo estaba en orden, y puso rumbo hacia su diminuto apartamento, solía corregir, diminuto y acogedor. Allí se sentía protegida de todo el mal que sentía que existía en el mundo.
Miedo y confusión, salieron a flote en su expresión. Un cuerpo se hallaba acostado a lo largo de la acera. Se acercó a paso lento, titubeando por si seguía con vida o no, aunque todo apuntaba a que ya era demasiado tarde. Se detuvo a sí misma, al percatarse de aquella ropa, el cabello rizado, aquel rostro que le resultaba familiar. Por un instante, su cerebro dejó de ordenar acciones al resto de su cuerpo, y este trabajaba por si solo, hasta que se percató de que se encontraba de rodillas frente a aquella figura inerte.
Tomó su mano, su enorme mano, lo parecía al lado de las de ella. Posicionó sus dedos índice y corazón sobre su muñeca, haciendo el amago de tomarle el pulso. Creía que era lo más inteligente en ese momento.
Sintió una ola de calor que subía desde su estómago hasta sus mejillas, no era pudor, no estaba sonrojada, sabía que se debía a un mal presentimiento. Soltó su muñeca y de nuevo sin pensarlo, comenzó a zarandearlo levemente intentando obtener una respuesta por su parte, cualquier cosa, cualquier señal de que aún seguía con vida. Pero él ni se inmutó. Irish se alejó poco a poco, quedando sentada a escasos centímetros de ese hombre. Lágrimas amenazaron, asomándose por sus castaños ojos, y por más que intentó detenerlas, acabaron cayendo. Siempre había sido demasiado sensible, empatizaba más de lo que debía con todo el mundo. Y ver a ese chico, por el cual ya había sentido bastante compasión, tirado en la calle, sangrando, con heridas adornando toda su cara, no se le hacía para nada fácil.
Secó sus lágrimas, una y otra vez, intentando acallar sus propios sollozos, hasta estar un poco más estable. No sabía qué hacer, llamar a la policía, a una ambulancia... Lo único que tenía claro era que no iba a irse sin hacer nada.
Se quedó observándolo atentamente, pero a la misma vez pensando en cómo podía ayudarlo, no quería convencerse de que podría ser demasiado tarde. Su respiración se cortó, y dio un pequeño salto al ver que él movió ligeramente sus cejas, seguidamente abriendo sus ojos, quejándose en el acto.
Quizá nunca debió fiarse de sus conocimientos sobre primeros auxilios.
Eryx volvió a gimotear, debido a sus heridas, y giró un poco su cabeza, encontrándose a aquella joven, sollozando, a escasos centímetros de él. Irish le devolvió el gesto, mirándolo directamente a los ojos, agradeciendo en su interior que estaba vivo, a pesar del aspecto que tenía, lo estaba. Suspiró, aliviada, y se atrevió a hablar.
—Yo..., yo pensaba que tú... —balbuceó pasando ambas manos por su pelo—. Lo siento.
Fue lo único que alcanzó a decir, para asombro de Eryx. Probablemente debido a su desconcierto, no supo qué contestarle, o simplemente no tenía las fuerzas para hacerlo.
Pasados algunos minutos, en silencio, Irish se levantó del suelo limpiando un poco sus pantalones negros. Se acercó tendiéndole una mano a él. Eryx dudó un poco, pero decidió aceptar su mano, haciendo un esfuerzo por levantarse por su propio peso, volviendo a soltar un gruñido de dolor.
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Mamba negra #PGP2022
Teen Fiction«Dicen que no hay razón para vivir con el corazón roto»