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Irish amaba incondicionalmente a Tom. Caer en sus redes, caer rendida ante y por él formó parte de un proceso. Se conocieron en el instituto, y ella nunca habría llegado a imaginarse que él se volvería tan indispensable en su vida, aunque menos preveía que después de haber sido lo más importante, acabara destrozándola de aquella forma. Cruel, podría ser la palabra. Tom el primer año fue un encanto, cualquier chica habría sucumbido a sus palabras bonitas, a sus detalles. Irish sintió que nunca nadie había hecho todo lo que Tom hacía por ella, se sintió especial, y fue suficiente para quererlo. Era una niña, de catorce años, era su historia de ensueño. Pero las relaciones cambian, las personas maduran, y esa niña creció con él, creció hasta los diecinueve creyendo que aquel iba a ser el gran amor de su vida. Quizá por eso mismo la caída fue terrorífica. Por aquello y por las humillaciones, por las infidelidades, por las dudas, por las inseguridades, por las mentiras, porque Tom nunca la quiso, y probablemente eso fue lo que más le costó aceptar. Irish se enamoró como una niña, como lo que era, pero sufrió lo posterior como una adulta.

        Ella nunca creyó merecerlo, estar a su altura, ser suficiente para él. Y siempre sintió miedo, de perderlo, de que Tom se diera cuenta de que no quería alguien como Irish a su lado. Sin embargo, nunca se atrevió a aceptar que aquello que tenían llegaba a ser insano, sobre todo para ella. Jamás nadie le dijo cómo debía actuar cuando la persona que amaba se burlaba de ella, cuando la subestimaba constantemente, cuando le era infiel, pero al final era Irish quien acababa disculpándose por su actitud. Por su extrema reacción. Porque estaba actuando como una loca. Siempre quiso convencerse a sí misma de que el amor podría con todo, pero no resultó así. Y tuvieron que pasar años, para que se percatara de que obviamente no iba a poder, porque no era amor.

         Ojalá hubiera sabido todo lo que se venía encima aquella fatídica noche. Todo lo que venía después, el día siguiente, los meses posteriores. Ojalá haber gritado, soltado toda la mierda de una la hubiera librado de las consecuencias, de sí misma. Y de los comentarios de Tom sobre su persona. Ojalá haber pillado al que era su novio, enrollándose con Hannah en el baño de la casa de Patrick le hubiera terminado de abrir los ojos. Pero aquello solo fue el principio del fin.

—Irish, puedo explicarlo... —dijo el moreno persiguiéndola por la escalera, hasta que acabaron los dos en la calle.

        La castaña se paró en seco, y se giró ya fuera de sus cabales, con lágrimas deslizándose por sus mejillas, la respiración totalmente inestable, y el corazón malditamente roto. 

—¿De verdad que hay algo que explicar? —espetó intentando mantener la mayor distancia posible con él—. Creo que está muy claro lo que he visto —siguió hablando, mientras limpiaba sus mojadas mejillas—. ¿O me vas a decir que estoy exagerando? Porque ya no cuela Tom, lo he visto con mis propios ojos, joder.

      El moreno se quedo en silencio por unos segundos, quizá sin saber exactamente qué decir, porque todo lo que fuera a soltar, iba a ser usado en su contra, y no serviría de nada.

—Si confiaras en mí no habría pasado, me harté, ¿vale? —soltó él.

—¿Estás insinuando que es mi puta culpa? —levantó gradualmente la voz ella, explotando finalmente.

        Hannah salió en busca de él, y se topó con la escena, sin poder dar marcha atrás. Irish la miró con desprecio, sabía que no era su culpa, que ella probablemente no sabría nada, sin embargo, no podía no juzgarla.

—¿Y tu novio? ¿Crees que se merece todo esto? —preguntó Irish dirigiéndose a la chica parada en la puerta.

         La morena se encontraba con el ceño fruncido, no entendía nada, no comprendía la razón por la que Irish estaba discutiendo con su pareja, que estuviera llorando.

—Tom es mi novio, Irish.

        Su anatomía entera se sacudió al oír a su amiga. Apartó sus iris marrones de ella, para posarlos en el chico que le había mentido, durante meses, o años. Tom la observaba atentamente, y fue la primera vez que se sintió asqueada debajo de sus ojos. Él bajó la cabeza, avergonzado, o simplemente no fue capaz de sostenerle la mirada.

—¿En serio Tom? —habló de nuevo Irish. Estaba viendo cómo cinco años de su vida se derrumbaban como la débil estructura de un castillo de naipes, y estaba colapsando, a punto de explotar—. ¡Eres repugnante! —chilló soltando nuevas lágrimas. 

        Huyó de allí, de la presencia de aquellas dos personas. Quiso huir de su pasado con él, del dolor, pero este solo se hacía más evidente. Alcanzó a escuchar los pasos de alguien tras de ella, pero no se detuvo, hasta que unos brazos la sostuvieron cerca. Un aroma familiar llegó a sus fosas nasales, y puso las manos encima del agarre que tenía alrededor. Su llanto se intensificó, sintió que le faltaba el aire, que se caía, que realmente se estaba mareando.

—Irish tranquilízate por favor —susurró la voz de su mejor amigo, haciendo que ella se girase.

        Quiso contestarle pero no se vio con fuerzas de hablar. Cayó de rodillas en el suelo, siendo acompañada por Liam, que se quedó a su altura, sujetando su cara entre sus manos, recordándole que respirara con normalidad, que todo iba a estar bien. La figura de Phoebe apareció en el escenario, agachándose también con ellos dos. Las palabras sobraban en aquel momento, Irish tampoco quería pronunciar ni escuchar nada. Simplemente consiguió tranquilizarse tras unos largos minutos, y deseó irse a casa. Quería estar sola, porque de esa forma nadie tendría la oportunidad de herirla.

         Los meses siguientes fueron un auténtico infierno. Convivió con la idea de no formar más parte de la vida de Tom, y además con la paralela y ficticia versión que fue contando él. Vivía preocupada, en alerta, con envidia, con rabia, siendo lo más lejano a lo que ella alguna vez había sido. Vivía con dolor, y se ahogaba en él. Llegó a consumirse quizá, por el ruido de su cabeza, porque prefería estar a solas, pero a su vez aquello la martirizaba aún más. Porque no sabía, y no podía vivir con ella misma. Porque lo odiaba, pero se odiaba más a sí misma. Durante meses deseó nunca haber acudido a esa fiesta, no lo iba a hacer, pero se detestó y se echó la culpa por haber ido a última hora, sin avisar. Deseó nunca haber sabido la verdad si así habría podido seguir con él, y al menos viviría una bonita mentira. Porque la realidad le dolía demasiado. Y le costó demasiado tiempo entender que era mejor así, que Tom nunca la amó, y que no iba a permitir jamás que nadie la volviera a pisotear de aquella forma tan sutil y bonita que tenía él de hacerlo.

Mamba negra #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora