Su anatomía quedó encogida por completo. Ya ni siquiera recordaba esa voz ronca, igualmente tampoco lo alcanzó a escuchar del todo aquel día. Apartó sus ojos castaños de aquella madera vieja que formaba la barra, y los posó de nuevo en el chico en frente suya, sopesando su petición.
El tiempo se estaba haciendo eterno para Eryx, una agonía en la que se encontraba expectante; por el contrario para Irish todo estaba ocurriendo demasiado rápido, necesitaba más tiempo, necesitaba pensar, y no podía.
La castaña suspiró varias veces antes de tomar una decisión, como si de ella dependiera la vida de alguien, y en cierto modo se sentía así. Finalmente cogió un vaso y vertió el hielo junto con la bebida que le había pedido. Le acercó el vaso con manos temblorosas, y él lo agarró de igual forma, llegando a rozar el tacto de su piel, mientras la chica lo soltaba costosamente.
Irish se alejó tanto como pudo, acercándose a otros clientes. No quería verlo, intentando así sentirse menos culpable, pero no acababa de funcionar. Su atención no podía despegarse de él; bebía con suma tranquilidad, escondiendo la desesperación que realmente sentía, se lo habría tomado de un trago si no hubiera sido por esa chica que lo observaba apenada. Sintió el deseo de levantarse del taburete y dirigirse a ella para decirle que lo dejara en paz, sin embargo le sostuvo la mirada, sosegado, mientras seguía bebiendo.
Eryx dio un último sorbo dejando el vaso solo con hielo. Pero necesitaba más. Miró a la camarera y ella pareció entenderle en seguida, ya que se acercó de nuevo a él, sin apartar su castaña mirada.
—Lo mismo —pidió con voz firme.
Irish sintió que toda ella temblaba al escucharlo, ni siquiera él se esperaba sonar así.
Ambos se quedaron sin habla, como había pasado minutos antes, pero algo había cambiado, ella no iba a darle lo que quería. En ese mismo instante sintió que ni siquiera debía haberle dado el primer vaso. Cambió su expresión hacia él, pretendiendo parecer aún más segura de lo que él estaba al haberle ordenado aquello.
Se tomó su tiempo para suspirar, fingir estabilidad, encontrar las palabras correctas. No sabía cómo podía reaccionar, y le asustaba un poco. Aunque estuviera pensando en él, en lo que era mejor para aquel chico, también actuaba de manera egoísta, evitando de esa forma la culpabilidad que le acompañaría por días si lo hacía.
—Creo... —susurró. Carraspeó su garganta, esta vez evitando esos ojos verdes sobre su figura—. Creo que deberías irte a casa.
El rizado entreabrió sus rosados labios algo desconcertado. No sabía cómo tomarse lo que acababa de escuchar. No quería montar un espectáculo en medio del local, pero no pensaba irse así tampoco.
Rascó su nuca mientras pensaba, necesitaba mantenerse en calma, sobre todo por ella. Su vulnerabilidad no le dejaba pensar en poder hacerle daño, con sus actos o con sus palabras simplemente. Y realmente no sabía porqué se encontraba en esa tesitura por esa camarera, esa chica de las reuniones.
—No creo que quieras perder tu trabajo —dijo levantando de nuevo la mirada hacia la fémina—. Así que...
Se cortó a sí mismo al percatarse de que ella estaba negando con la cabeza.
—No voy a darte nada.
Eryx tensó su mandíbula en respuesta a la castaña. Desconcierto, furia, desesperación. Se descontroló aún más el caos dentro de él. Irish inconscientemente dio un pasó hacia atrás al ver su reacción. No había tenido buenas experiencias con el alcohol, una de las razones por las que se dedicaba a aquello, junto a Liam. Y aunque él no estuviera borracho aún, sentía que haría lo que fuera por beber más, y efectivamente, Eryx se encontraba justo así. Pero él no quería asustarla, no quería hacerle daño.
El chico se levantó del taburete de madera, maldiciendo por lo bajo, y en un acto impulsivo empujó el vaso que se encontraba delante suya, encima de la barra, haciendo que se estampara con la pared de enfrente, justo al lado de ella. Inmediatamente Irish tapó su cara con sus manos como protección, pero el cristal ni la tocó. Dylan, apareció de la nada, y tiró de su brazo apartándola.
La castaña apartó las manos de su cara, encontrándose a su compañero de trabajo, mirándola preocupado, esos ojos azules recorriendo cada parte de su cuerpo, asegurándose de que estaba intacta.
—Estoy bien... —alcanzó a decir ella—, gracias.
Él cambió su expresión, mostrando una pequeña sonrisa. Soltó su brazo de una forma lenta, cuidadosa, y pasó esa misma mano por su cabello castaño, alborotándolo un poco.
Pocas veces había compartido algo más que miradas y sonrisas tímidas con aquel chico que trabajaba con ella, no sabía exactamente porqué. Era bastante atractivo, y eso la intimidaba, sus iris celestes, su expresión dura, Dylan le resultaba algo misterioso.
El hombre giró la cabeza, al parecer buscando algo, hasta que se percató; se había ido. El chico de la reunión había desaparecido. Suspiró pesadamente, y de nuevo la culpa se apoderó de su mente, de su cuerpo, de toda ella.
—Tranquila, ya se ha ido —susurró Dylan esta vez posando sus manos en los hombros de Irish, acariciando la zona.
Nunca se había comportado así, pero tampoco le molestaba. Sus ojos viajaron hasta los de él de nuevo, y ahora sonrió ella.
—Gracias de verdad, Dylan.
No se sentía más tranquila al saber que ya no estaba, sorprendentemente, era justo al revés.
Eryx salió del local tan rápido como pudo. No debería de haber hecho eso, podría haberle dado a aquella chica, podrían haberle echado de mala forma, podrían haber pasado tantas cosas. Pero alcanzó a ver como otro chico que también estaba trabajando la apartó, y se sintió más tranquilo por eso. Le había jodido sus planes, de seguro pensando que hacía algún bien por él, pero no. No la culpaba porque no lo conocía, no sabía nada de él, solo percibía su apariencia. Un joven escuchimizado. Qué pena.
Se sentó al borde de la acera, sujetando su cabeza con ambas manos, recobrando algo de la tranquilidad que le quedaba. Hasta que escuchó algo. Risas. Levantó la mirada, unos chicos se acercaban al bar, quizá algo más bebidos de lo que deberían. Amargos recuerdos le borraron la vista por unos segundos, se vio a sí mismo reflejado en ellos, divirtiéndose. Un triste recuerdo de lo que alguna vez había sido.
Escuchó cómo comenzaban a referirse a él, a llamar su atención, pero decidió no darles el gusto de responder. Le gustaba pasar desapercibido, y no lo estaba consiguiendo. Apretó los puños al ver que su intento por ignorarles fue en vano. No quería enfrentarse con ellos, era consciente de que eran más y él tampoco estaba en condiciones de nada. Su última comida había sido por la mañana. Pero le dio igual porque no paraban. Las risas y las burlas se repetían una y otra vez en su cabeza, ya no sabía si eran ellos o su propia mente.
Levantó su flacucho cuerpo del suelo y se acercó dispuesto a estampar su puño en la cara de cualquiera de ellos, pero antes de que pudiera hacer nada, ya se encontraba tirado en el pavimento, tapándose un ojo. Y a partir de ahí solo vio golpes, y más golpes. Pero no se movió, quizá porque si se oponía iba a ser peor, quizá para que pensaran estaba inconsciente y se fueran, o quizá porque realmente quería fenecer allí y en ese justo momento.
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Mamba negra #PGP2022
Teen Fiction«Dicen que no hay razón para vivir con el corazón roto»