Capítulo 4

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Jayden

Adriana era tan rara. Desde el primer momento en que la había visto no había hecho más que odiarme. Tal vez una pequeña parte hubiese sido culpa mía porque no hacía ni cinco minutos que me había cruzado con ella y ya la había tocado. Le había apartado un mechón de pelo que caía sobre su cara y probablemente eso le había echo pensar que yo era un descarado, aunque realmente no lo fuera. Algo me atrajo a ella e hizo que quisiera acariciarla aquel día. Era tan bonita, esos ojos grandes y claros con pestañas voluptuosas, sus labios gruesos y  rosados, su rostro simétricamente perfecto, su cabello castaño, largo y despeinado. Toda ella era perfecta, pero lo que me tenía así era su delicadeza, se veía tan frágil, como si fuera a romperse en cualquier momento. Tenía la necesidad de cuidarla aún sin conocerla y podían llamarme loco pero el destino había hecho su trabajo para que en ese momento la tuviese allí.

-¿Vamos? -le pregunté agarrándola de la mano y se dejó guiar por la arena.

-¿A dónde me llevas?- preguntó sin dejar de caminar y me sorprendió que no hubiese soltado mi mano. Ni siquiera puso resistencia.

-Dijiste que siempre habías soñado con ir al muelle ¿no?. -Contesté recordando lo feliz que se había puesto al ver desde mí, bueno ahora su, ventana, la noria.

-Sí...- dijo tímida.

-Entonces vamos. -Llegamos a la entrada del parque y cuando entramos me apretó la mano con más fuerza, la miré y vi como se secaba una lágrima.

-Esto, esto es más grande de como lo imaginaba -rompió el silencio.

-¿Te gusta?. -Sonreí al verla tan entusiasmada-. Ven, te lo voy a enseñar.

Adriana no perdió detalle de nada. Prestó atención a todo lo que le mostraba y cada vez que algo le gustaba mucho se la veía como a un niño cuando le daban un caramelo.

-¿Quieres montar en la noria? -le pregunté cerca de la cola.

-¿Podemos? -reí. Parecía tan inocente.

-Podemos hacer lo que quieras. -Sonrió decidida y se dispuso a sacar la cartera, pero me adelanté-. Guarda eso -le pedí dándole a entender que yo pagaba.

-No voy a dejar que pagues tú.

-Pues tenemos un serio problema -la vacilé-. A cabezón no me gana nadie. Guárdala -le repetí y dudó unos instantes hasta que comprendió que perdería el tiempo si seguía insistiendo.

-¿Seguro? Has hecho mucho trayéndome aquí...

-No es nada, ya me invitarás otro día.

-De acuerdo -me dedicó una sonrisa. Era la primera vez que me dedicaba una y ese gesto bastó para que mi corazón golpeara con un poco más de fuerza. Eso y que su respuesta significaba que habría una próxima vez. O eso quería creer...

Desde arriba se podía contemplar como se iba poniendo el sol para dar paso a la noche y los rayos de luz que quedaban iluminaban su rostro haciéndola ver como a un ángel.

-¡Estoy tan feliz por estar aquí!. Gracias. -Dijo sin quitar la vista del cristal.

-No tienes nada que agradecer, te he visto mal y quería que te distrajeras.
He estado escuchando vuestra conversación y no me ha parecido bien lo que ha dicho esa chica.

-A lo mejor tiene razón... No tengo el cuerpo que tienen ellas y puede que no vaya a encajar aquí por eso. -Suspiró mirando las manos sobre su regazo-. No me importa, pero cuando me dicen esas cosas me las creo y empiezo a desconfiar de mi misma.

-Eso sólo son tonterías de una egocéntrica. Eres perfecta Adri, que no te convenzan de lo contrario. -No debería haber dicho eso en voz alta pero debía saber que no era verdad lo que podía llegar a decir esa "cría".

¿Puedo besarte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora