Capítulo 62: El cuarto general

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Los soldados de Tiransis se agrupaban frente a la puerta de la segunda muralla, que temblaba por los golpes del ariete de los Fauces. Cada nueva embestida de la pesada máquina de guerra hacía salir preocupantes crujidos de la madera maciza. Al principio, habían sido capaces de repeler a los invasores desde arriba de las murallas con flechas y aceite hirviendo, pero ambos recursos ya se habían terminado.

Biorn se encontraba frente a las atemorizadas tropas, junto a Galdric. Los comandantes intentaban mostrarse firmes, pero también les corroía una gran preocupación. Los Fauces todavía les superaban en número, y la presencia de Wardow y Melis en la vanguardia era algo desesperante para ellos, pues el licántropo y la poderosa enlazada eran responsables directos de su situación.

-En cuanto caiga la puerta yo iré a por el lobo-dijo Biorn, empuñando con fuerza su hacha-Seguro que tu podrás manejarte mejor con la enlazada.

-Lo voy a tener muy difícil si pelea como me has contado. Poder crear infinitas armas en casi hacer trampa.

-¡A este paso van a oler como os cagáis encima!

Los soldados se volvieron hacia aquella potente voz que venía desde su retaguardia y se quedaron impactados al ver que se trataba de Nowild. El comandante todavía cargaba con Estrik, pero eso no le impedía dedicarle una firme mirada a sus hombres. Al reconocer a su amigo, Rena salió de entre los soldados a base de codazos.

-¡Estrik!

La joven pelirroja abrió los ojos como platos al ver el brazo del joven, todavía goteando sangre y con el hueso asomando.

-¿Es amigo tuyo? Entonces acércale a la enfermería-dijo Nowild.

Una vez le entregó a su herido compañero, Nowild avanzó hacia el frente. A pesar de lo estrecha que era la calle, los tiranisios se apartaron ante él, formando un pasillo. Al llegar junto a Biorn y Galdric, el espadachín les dedicó una amable sonrisa mientras ponía sus manos en sus hombros.

-Lo habéis hecho bien. Sin vuestro valor la ciudad habría caído ya.

-Nowild ¿Dónde has estado?-preguntó Biorn, aún estupefacto.

El Espadachín solo respondió a su compañero con un par de palmadas sobre los hombros. A continuación, se giró hacia las tropas.

-No voy a mentir a nadie, este es el peor día de muchos.

Un nuevo golpe de ariete tras el comandante se hizo notar, pero este lo ignoró.

-¡Cuando esa puerta caiga, una manada de cabrones vestidos de negro se va a echar contra nosotros, y creedme, va a pasar?

De nuevo, otro golpe. Los soldados parecían perder la esperanza con cada palabra de su comandante.

-¡¿Y para qué?! ¡¿Por cumplir un juramento, por defender un palacio?! ¡Nada de eso! ¡Si queréis saber por qué luchamos, mirad a vuestra derecha!

Confundidos, los soldados obedecieron, sin saber qué mirar exactamente.

-¡Ahora a la izquierda y después atrás!

Otro golpe de ariete hizo crujir de manera preocupante la puerta.

-Eso es por lo que luchamos, compañeros... ¡Luchamos por cada hermano que hay a vuestra derecha! ¡Combatimos por cada camarada de armas que hay a nuestra izquierda! ¡Y defendemos a todos los heridos que hay tras nosotros! ¡No derramamos nuestra sangre por castillos, religiones o juramentos, sino para defender a todos los que amamos! ¡Hoy empuñamos las armas para que mañana todos los tiranisios tengan un lugar al que llamar hogar y todo lo que somos no se convierta en un lejano recuerdo! ¡Somos el reino del Norte, la gran Tiransis, la ciudad de las blancas murallas y las aguas cristalinas! ¡Los únicos de Reguian que tienen cojones a plantar cara a los Fauces Negras! ¡Cuando esa puerta caiga, esa panda de perros rabiosos no encontrará unos soldados muertos de miedo, sino orgullosos tiranisios! ¡Se estrellarán contra un mar de lanzas, espadas, y brillantes armaduras plateadas adornadas con nuestras alas!

The Last Guardian IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora