Capítulo 31: De vuelta a la familia

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La joven sabía que el sol ya llevaba rato en el cielo, pero se negaba a salir del capullo de sábanas en el que estaba envuelta. Finalmente, un tirón en la pierna la hizo replantearse dos veces el permanecer tumbada más tiempo, de modo que salió de la ropa de cama.

Lo primero que pudo ver Kurhona fue su reflejo en un espejo estratégicamente colocado al lado de su cama, de forma que se pudiera ver todas las mañanas nada más levantarse. Su negra melena estaba tan despeinada como siempre, casi haciéndola parecer alguna clase de león. La Fauces se levantó bostezando y se dirigió al balcón. Una ráfaga de aire helado la hizo estremecerse bajo su camisón, de modo que se envolvió de nuevo con las sábanas, usándolas como una improvisada capa.

El sol bañaba toda aquella extensión de pastos que podían verse más allá del castillo, pudiéndose apreciar un gran lago en la lejanía y, más a lo lejos, la linde del bosque élfico de Teriesaelzen, aunque había que afinar mucho la vista para distinguirla. La llanura estaba salpicada de casas en las que vivían las familias de los Fauces u otras personas que iban llegando, buscando la protección del ejército de mercenarios. De hecho, la parte frontal del castillo estaba rodeada por un pequeño pueblo formado con los años. En aquellas tierras, Drosper actuaba como todo un señor feudal.

Kurhona se giró para observar de nuevo su habitación, mucho más espaciosa que la anterior. Desde su ascenso a sub-general, los lujos como aquel se habían convertido en algo normal, pero la joven no se terminaba de acostumbrar a ellos. A diferencia de los demás Fauces de su rango, ella seguía prefiriendo comer y entrenar con sus antiguos compañeros, como si fuera alguien de bajo rango. Ese detalle la había ayudado a que sus hombres no le perdieran el respeto y la tratasen como siempre e incluso la protegieran de posibles ataques.

De pronto, comenzaron a llamar a su puerta con fuerza.

-¡Vamos pedazo de vaga, ya no queda casi nadie desayunando!

La joven reconoció aquella voz de inmediato con una media sonrisa. Lilith entró sin esperar alguna respuesta, pues sabía que era la única que podía hacerlo sin arriesgarse a ser apuñalada. La melnix iba vestida con sus habituales y cómodas ropas de tela holgada. Kurhona no pudo evitar fijarse en la cabeza de su amiga. Cada vez que veían aquella oreja solitaria no podía evitar que la culpa le provocara un nudo en el estómago, ya que se sentía responsable de que su amiga hubiera quedado tan herida.

-¡Venga, vístete, que te quedas en ayunas!-la apremió Lilith.

-Ya voy, ya voy.

Kurhona se apresuró a obedecerla, pero era incapaz de encontrar algunas prendas entre el desorden.

-¿Qué tal va todo?-preguntó la ladrona.

-¿Cómo has dicho? No puedo oírte bien desde ese lado.

La joven se disculpó antes de caminar hacia su amiga y repetir la pregunta.

-Ah, todo genial. La tropa está lista para lo que les echen encima y Gorshnag sigue siendo el mismo orco terco de siempre.

-Sabes que no me refiero a eso.

La sonrisa de la melnix se esfumó mientras miraba a sus manos y su única oreja se pegaba a su cráneo.

-Ark sigue sin hablarme. Desde que perdió por completo el tacto... Es mucho más frío que antes. Intento que se abra, pero siempre me ignora y se va sin decir una sola palabra para encerrarse en el viejo laboratorio de Fabius y solo los dioses sabrán que hará allí dentro. Tan solo lo abandona para comer. Entiendo perfectamente que le destinaras a otra legión, como está ahora podría tratar de matarte en cualquier momento si estuviera cerca de ti.

-Lamento oír eso Lilith.

-Tranquila, no todas las relaciones salen bien.

En ese momento, volvieron a llamar a la puerta, de forma más violenta. Kurhona recogió su daga del suelo y se dirigió a abrir. En cuanto lo hizo, aquel Fauces se vio con una hoja en el cuello antes de que pudiera reaccionar, con los azulados ojos de la joven fijos en él.

The Last Guardian IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora