Capítulo 45: Rumbo al norte

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Tsuki se despertó con el olor a café, preguntándose si merecería la pena abrir los ojos por la amarga bebida. El encargado de inclinar la balanza en aquella decisión fue Caju, quien le acercó una humeante taza y la dejo frente a su rostro.

-Te preguntaría si has dormido bien, pero tus ronquidos ya me respondieron. Debías estar agotada para dormirte tan profundamente aún en el suelo.

La sacerdotisa, antes de contestar, tomó un largo sorbo. Le sorprendió gratamente comprobar que el ladrón había sido generoso con el azúcar, recordando lo mucho que le gustaban las cosas dulces.

-¿Es muy tarde?-preguntó, una vez se sintió más despejada.

-Eres la última en despertar. Hacía tiempo que no dormías tanto-respondió Estrik.

Tsuki se sorprendió al ver a Estrik y a Rena sentados a la mesa. Casi al instante, se disgustó consigo misma por no haberse despertado antes y ver si necesitaba atención, pero un rápido vistazo bastaba para ver que el espadachín podía mover su brazo con más libertad y que la pelirroja tenía un aspecto mucho más saludable. Al levantarse, vio que sobre la mesa había tazas de café, pan y algo de fruta.

-¿Y todo esto?

-He ido de compras-respondió Caju, entrecomillando la última palabra.

La sacerdotisa miró su café con otros ojos, pensando en quién había sido privado de él para que pudiera disfrutarlo.

-Mi tío siempre decía que no se le deben hacer feos a la comida-dijo Rena mientras la miraba con sus ojos verdes.

Tsuki dio otro trago, pensando en las oraciones que debería donar algo al santuario para compensarlo.

-Me alegro de que Elh haya podido desayunar en condiciones antes de irse-comentó Estrik.

-¿Ha comido con vosotros?-preguntó la sacerdotisa.

-Su jefe le dijo que podía entrar tarde hoy, se ha ido hará una media hora-respondió el espadachín.

Con aquel dato, Tsuki se disculpó, se acabó el café y salió por la puerta, prometiendo volver rápido. Caju no protestó, pero se dijo a sí mismo que esa vez saldría a buscarla si tardaba más de una hora.

La sacerdotisa conocía más o menos donde se situaba la forja donde trabajaba Elh, de modo que se puso en camino, esperando poder encontrarse con su amiga a medio camino. Afortunadamente para ella, no había mucha más gente en aquella ciudad que tuviera el pelo de color verde claro, por lo que le fue fácil divisarla casi a los quince minutos de salir.

-¡Elh, espera!

La semi-dríada la escuchó gracias a su fino oído. Esperó a que la joven la alcanzara, pero mantuvo una actitud casi distante con ella.

-¿Necesitas algo?-preguntó, tan solo por educación-Voy con el tiempo algo justo, así que sea rápido.

A Tsuki le dolía aquel trato, pero al recordar la manera en la que la había hablado, sintió que se lo merecía.

-Quería disculparme por lo de anoche. Bueno, por todo lo de ayer en general.

-Ya veo. Disculpas aceptadas.

-¡Es en serio!-insistió la joven, viendo que su amiga quería ignorarla-Ayer no era yo misma ¿En serio crees que yo te hablaría así?

Aquel detalle terminó por ganarse la atención de la semi-dríada, quien decidió escuchar la explicación de la sacerdotisa. Una vez se apartaron a un lado de la calle para no entorpecer a los peatones, Tsuki empezó a contarlo todo. Cuando terminó, Elh ya no tenía aquella expresión de desidia, sino una de incredulidad.

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