Capítulo 58: La guerra del norte (Parte 1)

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A pesar de haber decidido descansar durante ese último día, el ambiente cargado de tensión y nerviosismo les hacía tener remordimientos si se quedaban quietos. Nada más terminar de contarles aquella reunión con los Fauces, Elh se llevó a Estrik para hablar con él en privado.

Por su parte, Caju y Tsuki acompañaron a Rena a la armería, pues la pelirroja volvía a necesitar una nueva arma. Mientras ella se paseaba por estantes, repletos de espadas, lanzas, escudos y otros instrumentos de guerra, la sacerdotisa apuntaba una receta tras otra en un cuaderno que había cogido prestado de la biblioteca.

-¿Para qué apuntas todo eso?-preguntó el ladrón, viendo como ella escribía a toda velocidad-Estoy seguro que te lo sabes de memoria.

-Cuando me empiecen a llegar heridos seguro que me quedo en blanco. Además, los otros curanderos podrían usar estas notas también.

A pesar de todo su entrenamiento, Galdric se había asegurado de que Tsuki permaneciera con los sanadores en la retaguardia, pues consideraba que no estaba lista para luchar y podía ayudar mucho más curando a los heridos que lograran llevarles.

-Creo que podría llevar ocho lanzas encima-dijo Rena de pronto-Seis en la espalda y una en cada mano.

Tsuki y Caju la miraron como si acabase de afirmar que el cielo era verde.

-¿Por qué...?-se limitó a preguntar el ladrón.

-Porque cuando se me rompa una, y ten por seguro que sucederá, cambio rápidamente a la siguiente.

-Obviando el hecho de que parecerías un erizo gigante, no creo que ir tan cargado sea lo mejor en una pelea. En su lugar, podrías coger las armas de los que derrotes.

-Pero no se en qué estado podrían estar esas armas, podrían no durarme ni dos golpes.

-Yo pienso igual-dijo Tsuki-Ir tan armada no puede ser bueno.

-Vaya vaya, que bien compenetrada veo a la parejita-dijo Rena, con tono de broma.

Los tres jóvenes rieron antes de volver a sus asuntos. El tiempo pasó más rápido que otros días, dando pie a la noche mucho antes de lo que ellos hubieran deseado. A pesar de no haber probado casi bocado a lo largo del día, ninguno de ellos tenía hambre, se la había quitado el nudo de sus estómagos, el cual crecía a cada hora pasada.

-Deberíamos dormir algo-dijo Tsuki, cerrando el cuaderno y masajeándose su dolorida muñeca.

-Id yendo vosotros, yo todavía voy a estar por aquí un rato más.

Antes de que sus amigos salieran de la armería, Rena pudo escuchar como Tsuki le sugería a Caju que durmiera con ella y como el ladrón aceptaba sin dudar. La pelirroja se quedó en silencio, deslizando la punta de sus dedos por la pulida superficie de una espada, pensando en que así era como se debía pasar una noche como aquella, entre los brazos de un ser querido y no rodeada de armas.

-Por fin te encuentro.

Aquella voz sacó a la joven de sus pensamientos, pero no se sobresaltó demasiado, pues reconoció la voz de Biorn. El enorme comandante, que la miraba desde la puerta con una cálida sonrisa, había estado casi desaparecido durante esos días mientras ayudaba a preparar estrategias, distribuir a los civiles y dejarlo todo listo para la batalla.

-¿Buscando equipo?-preguntó el tiranisio.

-Cualquier cosa que no rompa en cinco minutos.

-¿A qué te refieres?

Para demostrárselo, Rena cogió una de las lanzas y la utilizó para golpear un escudo. Solo necesitó el primer golpe para atravesar limpiamente aquella protección, a lo que Biorn respondió con un silbido de aprobación. Cuando Rena le acercó el arma, el comandante pudo comprobar que el filo se había mellado por casi todos lados y estaba a otro golpe como aquel de destrozarse por completo.

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