Capítulo 52: Larga búsqueda

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Al no poder conciliar el sueño, Caju no se sentía a gusto ni siquiera en aquel confortable lecho, de modo que decidió levantarse. Ni siquiera había salido el sol, pero ya podían verse a los sirvientes comenzando sus labores por los pasillos. El ladrón se dirigió al patio de armas, en busca de aire fresco.

Nada más salir, Caju comprobó que no era el único que había madrugado aquel día. Estrik se encontraba en el centro del patio, blandiendo con decisión su espada de plata. El joven marashi parecía luchar contra múltiples enemigos imaginarios, pues sus tajos eran amplios y ejecutaba numerosas esquivas y florituras para no quedarse quieto en un solo lugar. No reparó en el ladrón hasta que lo tuvo casi encima, momento en el que se detuvo y respiró con fuerza mientras el sudor le bajaba por el rostro.

-¿Tú tampoco has podido dormir bien?-preguntó Caju.

-No exactamente. Hacía mucho que no tenía la oportunidad de entrenar así y he querido aprovecharla, además de que es un gran método de aliviar la resaca.

-¿Tanto bebisteis anoche?

-Demasiado. Entre todos vaciamos todo lo que nos trajeron, incluso Tsuki terminó ebria.

-¡¿Me perdí a Tsuki borracha?! ¡Maldición!-se lamentó el joven.

-Tampoco te lamentes, es del tipo que duerme como un tronco.

-Seguro que se le caía la baba y todo... Por cierto, Estrik ¿Has bebido alguna vez Sudral?

El marashi se quedó pensativo un largo rato, como si de verdad tuviera una lista mental con todas las bebidas que había paladeado y la estuviera repasando.

-Nunca. Es más, nunca había escuchado de ese licor.

-Pues yo necesito una botella de eso, no me preguntes por qué-dijo, adelantándose a la pregunta de su amigo-Estaba pensando en buscarlo en el puerto, seguro que allí hay más variedad de cosas que en la ciudad ¿Me acompañas?

-Lo siento, después del entrenamiento me vuelvo a la biblioteca a seguir buscando.

-Rata de biblioteca-contestó le ladrón, con mal fingido desprecio-Entonces preguntaré a las chicas si...

-Se van a despertar con una resaca de mil demonios-se apresuró a decir Estrik-Tsuki va a echar hasta su primera papilla, Rena va a hacerse un capullo de sabanas en el que se encerrará durante todo el día y Elh... Bueno, no quieres estar cerca de Elh cuando tiene resaca, créeme, aprendí esa lección por las malas.

-¿Entonces debo ir solo?

-¿Tienes miedo de ir solo, chiquitín?

-No, es solo que hace muchísimo que no me muevo solo...

A pesar de todo, al ladrón le atrajo la idea de poder andar en libertad después de tanto tiempo viajando en compañía. Sin entretenerse más, ya que no sabía cuánto podía llevarle su búsqueda, el joven se despidió de su amigo y salió de los terrenos del castillo con paso animado.

Cuando atravesó la segunda muralla, dejando la zona alta, pudo ver como los preparativos del festival estaban casi completos. Las calles estaban adornadas a conciencia, pero sin que diera la sensación de recargado. Las personas atendían sus asuntos, pero todos hablaban de lo que harían durante las fiestas. Tardó un rato, pero por fin encontró a alguien dispuesto a llevarle al puerto, un hombre bajo, con poco pelo y una nariz grande y rojiza. Tenía un carro grande lleno de mercancía tapada con una lona que era empujado por dos bueyes peludos y le permitió al ladrón sentarse atrás para ahorrarle la caminata.

Una puerta secundaria de las murallas exteriores daba a un lado de la extensa planicie que rodeaba la ciudad. Un camino de tierra bajaba por la ligera cuesta del terreno, la cual se iba pronunciando conforme se avanzaba. Tras esa parte, el camino abandonaba el verdor y se dirigía hacia un acantilado, por el que serpenteaba a medida que descendía con un horroroso traqueteo que ponía a prueba las posaderas de cualquiera. Tan solo a mitad de la sinuosa bajada se podía empezar a divisar el puerto. El aire marino golpeó la nariz de Caju con fuerza mientras contemplaba, fascinado, la construcción del lugar. Las casas, todas de madera, se amontonaban unas contra otras en múltiples niveles conectados por puentes colgantes. En el centro, antes de que comenzase la zona de los muelles, estaba la única construcción de piedra de la zona. Todo estaba construido al fondo de un golfo en el que entraban los barcos sin parar, pudiendo este admitirlos a todos ellos. A lo lejos, sobre uno de los brazos de piedra que rodeaban la zona, se levantaba un alto faro con la llama encendida. Caju pudo contar un total de siete barcos en la zona, más otros dos que hacían maniobras para entrar en la ensenada.

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