Capítulo 6: Nueva arma

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Caju apartaba con cuidado todas las plantas que se interponían en su camino. Con ayuda de una de sus dagas retiraba la nieve posada sobre algunas para diferenciarlas, buscando una clase en particular.
-¿Dónde crecían? Me suena haberlas visto por algún lado.
-"¿Qué buscas?"
Aquella voz infantil hizo acto de presencia. A diferencia de en otras ocasiones, su tono delataba una verdadera curiosidad por las intenciones del ladrón.
-Busco ortigas.
-"¿Ortigas? Pero si no crecen hasta la primavera"
-Empiezan a germinar en invierno y sueltan unas pocas hojas para proteger sus semillas.
-"Creo que esos ancianos tenían un bote de hojas secas en su casa, seguro que no echarían de menos unas pocas"
-No, esas las tienen para medicina. Además, las que han sido secadas y tratadas pierden lo que necesito ahora.
-"Preparas trucos desde ya"
-Exacto, y solo tengo seis días para buscar alguna manera de frenar a esa bestia.
Finalmente encontró lo que buscaba. A los pies de un árbol robusto, desprovisto de hojas y con su tronco blanco a causa de la nieve que se colaba en los huecos de su corteza crecían las ortigas. Su aspecto no recordaría a las famosas hiervas ni al más ignorante del mundo de las plantas. No había ninguna que tuviese más de cuatro hojas y su finísimo tallo cedía ante el peso de los copos de nieve, haciendo que todas se inclinasen sumisamente. El ladrón sacó un pequeño bote de su riñonera y, con cuidado de no tocar las hojas, comenzó a rasparlas delicadamente con una de sus dagas. El arma no tardaba en relucir a causa de la característica resina que segregaban al contacto. Seguidamente, introducía lo recolectado en el bote. Continuó hasta pasar por todas, pero apenas llegaba a un quinto del recipiente.
-Suficiente para distraerla.
-"Pero solo hay para una dosis, solamente tendrás una oportunidad de hacerlo bien"
-Todo sería más fácil si pudiera moverme como lo hice al luchar con ese sub-general. Que, a propósito, aún no me has contado como puñetas logré hacerlo.
-"Bueno... Piensa como si tuvieras la experiencia de siete expertos guerreros dentro de ti. Ya te dije que tú y yo compartíamos todo, en especial los recuerdos y experiencias. Esa noche compartí un poco de lo que he vivido contigo, por eso reaccionabas y luchabas como un maestro"
-¿Entonces qué eres?
-"Ve al oeste y encontrarás respuesta a todas tus dudas"
Dicho eso, aquella voz se apagó, dejando al ladrón con muchas más preguntas.
-Igual Estrik tiene razón y estoy como una cabra.
Se encogió de hombros mientras buscaba más ortigas. No se detuvo hasta encontrar un nuevo grupo y limpiarlas por completo, momento en el que emprendió el camino de vuelta. Miró con resignación el contenido del tarro, el cual no había variado mucho. Tardó más de la cuenta en volver a la casa, debido a que la nieve no dejaba de caer y ya cubría sus pies.
Nada más entrar, agradeció profundamente el confortable calor que allí reinaba. Sacudió el abrigo en el exterior antes de cerrar la puerta y colgarlo en el perchero que había junto a esta. Dirigió sus pasos hacia la sala de estar, buscando el fuego de la chimenea para calentarse un poco. Encontró a Hierofante ajustándose un pesado abrigo fabricado en una mullida piel grisácea.
-Hace demasiado frío para dar paseos-dijo el joven.
-Lo se chico, pero tengo que bajar al pueblo a comprar harina, tu amigo rompió uno de los sacos y ahora empieza a escasearnos.
-¿Al pueblo? ¿Hay uno cerca?-preguntó el ladrón con algo de ansia en su voz.
-Cerca esta, otra cosa es que sea accesible. Hay que salir del bosque y bajar la colina.
-¿Estamos en una colina?
-Me asombra tu falta de atención muchacho, tus amigos ya conocían ese detalle.
Caju se quedó pensativo. Aquella era una oportunidad de oro para reabastecerse si aquel poblado tenía las tiendas adecuadas.
-Usted ya está en una edad en la que hay que cuidarse mucho, déjeme a mí el comprar la harina.
-¡Tienes toda la razón chico!
Hierofante se deshizo del abrigo al doble de velocidad de la que se lo había puesto. El ladrón sospechó que aquella podría ser la intención del anciano desde el principio.
-Estrik también se ha ofrecido antes, está vistiéndose apropiadamente-mencionó Hierofante.
-¿Cómo apropiadamente?
-Para evitar la elevadísima recompensa que los Fauces mantienen sobre nosotros-dijo una voz.
Elh apareció desde la puerta que llevaba a la cocina mientras mordisqueaba un pedazo de cecina, con una incontenible sonrisa en los labios.
-Y ya verás-comenzó a decir la semi-dríada-En el momento que Flaminica le vio con el pelo suelto tuvo la mejor de las ideas para su "disfraz"
En aquel momento, la anciana bajó por las escaleras.
-A ver que os parece. ¡Y tú, ven aquí de una buena vez!
Estrik bajó las escaleras con la cara roja de vergüenza. El ladrón abrió los ojos como platos. Aprovechando su larga melena, Flaminica le había vestido con una falda de color pardo a juego con un jubón negro y un gorro de lana de color granate. Cualquiera que no le conociera pensaría que se encontraba frente a una hermosa joven.
-Oh Estrik, siempre quise tener una hermanita-dijo Elh llevándose las manos a la cara.
-Yo te empezaba a tirar los trastos ya mismo, guapa-comentó Caju, siguiendo la broma.
-Una palabra más, solo una, y aquí empieza a correr la sangre-amenazó Estrik.
El joven estaba a punto de desenvainar a Sylhiss, la cual llevaba oculta bajo la falda, pero Flaminica le detuvo con una sonora colleja.
-Tu rompiste el saco e irás a por otro-sentenció la anciana-Ahora ven a la cocina que te termine de disfrazar.
El Marashi la obedeció mientras refunfuñaba.
-Es lo malo de tener un aspecto tan reconocible-comentó la semi-dríada-Yo ni puedo acercarme a un sitio civilizado sin arriesgarnos. Pelo verde y tatuaje en el rostro es bastante reconocible
-A mí me basta un parche o algo para taparme el ojo derecho-dijo Caju.
-Para eso te sirve algún pedazo de tela, y menos mal que vais vosotros-dijo el anciano-Yo planeaba pasar la noche en la posada, pero vosotros sois jóvenes, seguro que para la noche ya estáis de vuelta. Dejaré luces en la puerta para que encontréis la casa.
El ladrón asintió antes de subir las escaleras para buscar aquel mencionado trozo de tela. Antes de ponerse a buscarlo, se detuvo frente a la puerta de Tsuki. Respiró profundamente antes de llamar a la puerta y entrar.
La sacerdotisa ya se encontraba incorporada, apoyándose contra el respaldo de la cama. Al no tener nada mejor que hacer, se dedicaba a observar los árboles nevados a través de la ventana, pero ahora miraba al ladrón con una amigable sonrisa.
-Por fin te ha dejado en paz Flaminica-dijo el joven.
-En parte me pongo en su lugar, si yo tuviera un paciente en las mismas circunstancias lo ataría a la cama de ser necesario. Pero por otra parte esto es terriblemente aburrido.
-Conque atar a la cama... Menos mal que no se te ocurrió hacerlo conmigo.
-Es que tú eres como una lagartija, demasiado inquieto-contestó Tsuki, disimulando una sonrisa con la mano.
-Si nunca me hubiera subido a aquel tejado nunca nos habríamos conocido en circunstancias tan únicas.
Caju acercó la silla a la cama para sentarse cerca de ella.
-Pero ahora en serio ¿Cómo te encuentras?-preguntó el ladrón.
-Algo mareada, y me siendo pesada, sin fuerzas... Pero es normal, teniendo en cuenta lo que pasó...
-¿Qué recuerdas de esa noche?-preguntó el joven, con un nudo en el estómago.
-Todo hasta desmayarme. Recuerdo con claridad ese monstruo atravesándome de lado a lado con esa espada de hueso. Es curioso que incluso recuerde lo fría que la sentía...
Caju quería pedirle perdón o disculparse de alguna manera, pero no sabía qué decir.
-Pero también hay otra cosa que recuerdo.
Tsuki extendió su mano hasta ponerla sobre las del joven, quien las mantenía entrelazadas.
-Como me salvaste, envuelto en esas llamas de color azul como el cielo, tan cálidas como una manta sobre los hombros en una noche de invierno. Gracias por salvarme.
-Tsuki yo... Me alegro de que estés bien.
Se había mentalizado para declararse en cuanto la sacerdotisa despertase, pero ahora no tenía valor para ello, de modo que decidió esperar a que se encontrase totalmente recuperada.
-Ojalá pudiera salir y disfrutar de la nieve-dijo la joven con algo de pena-Aquí me aburro como una ostra.
-Estrik y yo vamos a bajar al pueblo, intentaré traerte algo.
-Ah sí, sobre eso.
Tsuki ladeó la cabeza para señalar la mesilla de noche, sobre la que reposaba la flor blanca que el ladrón le había traído.
- ¿Sabes qué tipo de flor es?-preguntó ella.
-Ni idea. La recogí porque era bonita.
-Sí que lo es. Su nombre es Mortis Album, más conocida como Muerte Blanca. Su polen es el ingrediente principal para "El beso gélido", uno de los venenos más letales de Reguian.
Caju se quedó pálido.
-No lo sabía.
Estaba a punto de suplicar perdón cuando vio la cara de la sacerdotisa, que apenas podía contener la risa, la cual acabó saliendo en forma de gran carcajada.
-Tranquilo, que es inofensiva por si misma. Mi hermanita una vez cometió el mismo fallo, solo que ella echó las flores a la comida para darle un mejor aspecto. Tuvimos retortijones y nauseas por dos semanas.
-Apenas hablas de tu hermana.
-Y tu menos de la tuya. Hace ya demasiado tiempo que no le escribo ninguna carta por todo esto del viaje, pero ella tampoco contestaba a las mías desde hace más. Me gustaría saber cómo van las cosas por mi casa... Por cierto, quisiera comprobar una cosa ¿Podrías sentarte de espaldas a mí?

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