Capítulo 25: El viejo sicario

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Después de haber sido oficialmente admitido en el gremio, el mismo Nazá ordenó que Caju fuera llevado a la enfermería para atender sus heridas. El joven agradecía el poder tumbarse en una cama, pero le extrañaba que llevase casi dos horas allí sin que nadie le atendiera. Empezó a preguntarse si aquello no sería alguna clase de trampa. Justo cuando iba a tratar de escapar, se abrió la puerta. Una joven de largas melenas de color rosa oscuro entró con prisa mientras murmuraba lo que parecía ser una lista de ingredientes.

-Conque tú eres quien ha montado todo ese follón esta mañana-dijo la muchacha al reparar que él se encontraba allí-Me has pillado fuera del gremio cuando te has puesto a desafiar y gritar como un poseso, pero Datz me ha puesto al día.

-Ya...-dijo Caju, incorporándose de la cama-¿Y tú eres...?

-Kara, sin apellido, como muchos otros aquí. Soy la encargada de la enfermería y la curandera número uno del gremio. Más que nada porque no hay otra.

Al joven le resultaba muy extraño que aquella ladrona le tratase con tanta confianza, como si se conocieran desde hace años.

-Pero basta de andarse por las ramas, tengo mucha prisa-añadió Kara-Quítatelo todo de cintura para arriba, voy a revisar qué tienes.

No sin esfuerzo, el ladrón intentó obedecer aquella orden. El dolor se hizo mayor cuanto más levantaba los brazos, por lo que la curandera tuvo que ayudarle.

-Veamos...-dijo mientras empezaba a liarse un cigarro-Contusiones, cortes, posiblemente algún hueso fracturado... Lo que se dice toda una colección de palizas ¿Zakesh te lo hizo todo?

-Era su pasatiempo.

-También te dejó bien las uñas, no creo que los dedos se te vayan a curar del todo nunca.

-Mientras no me afecte al pulso, su aspecto no me importa.

-Di que sí, a algunas chicas les molan las cicatrices.

Kara encendió el cigarro despreocupadamente, procurando girar la cabeza antes de exhalar las nubes de humo, un hábito que había adquirido con el pasar del tiempo.

-Normalmente, te recomendaría guardar cama, pero creo que no me vas a hacer caso, de modo que te daré unos tranquilizantes por si el dolor no te deja dormir.

La curandera se dirigió a su armario y lo abrió con la llave que siempre llevaba colgada al cuello.

-Zakesh... Tiene un orgullo desmedido, ¿no?-preguntó Caju.

-Yo no lo llamaría orgullo-respondió Kara tras un rato-Nunca olvida sus deudas, ni a quienes le joden. Digamos simplemente que no le gusta dejar cabos sueltos en nada.

-Ya veo...

Una vez encontró lo que buscaba, Kara le dio permiso para irse mientras ella recogía a toda prisa para volver a irse. El único camino que Caju conocía allí dentro era el que le llevaría de vuelta al comedor, de modo que lo siguió. Durante el trayecto, el joven se cruzó con multitud de otros ladrones, los cuales se quedaban mirándolo mientras lo comparaban con su padre, preguntándose si sería tan hábil como el maestro de ladrones.

Había mucha menos gente que antes que antes en el comedor, pero todavía se encontraban allí cerca de cincuenta personas. Todas hablaban a gritos, la mayoría sobre el reto y la impaciencia por que pasaran los siete días.

-¡Caju, aquí!- exclamó una voz acompañada de un alegre piar.

Seska, acompañada de Ikki, le llamaba desde la mesa donde se encontraban todos sus amigos, incluido Henri, quien estaba inmerso en la lectura de un gran libro. El joven se acercó, ya que no conocía a nadie más.

The Last Guardian IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora