Capítulo 39: La noche más larga del gremio (parte 3)

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Tsuki se sintió satisfecha al escuchar como su amiga bloqueaba la puerta de la enfermería moviendo una de las camas, como supuso por el largo y chirriante ruido. Una vez todo se quedó en silencio, la sacerdotisa cerró los ojos, centrándose en escuchar.

-Ojalá tuviera el oído de Elh-pensó.

Al no escuchar nada, empezó a caminar, preocupada porque el débil brillo de sus alas pudiera delatarla en aquella oscuridad. Llevaría aproximadamente cinco minutos caminando cuando se dio cuenta de que estaba completamente perdida. No solo eso, sino que estaba empezando a marearse. Podía notar una extraña sensación en sus ojos, como si quisieran separarse y mirar en direcciones contrarias.

Al concentrarse en más, algo comenzó a cambiar a su alrededor. Las paredes, el suelo, incluso el aire empezaba a ser totalmente visible para ella, como si brillaran de manera antinatural.

-Esto... Es maná...

Aquellos oscuros ojos ahora permitían a la joven distinguir con claridad aquella energía primordial que yacía en todas las cosas. Al concentrarse un poco más, fue capaz de percibir más allá, hasta el punto de captar dos nuevos y curioso colores algo grisáceos, pero de tonalidades distintas entre sí. Por su silueta, supo que se trataba de personas caminando relajadamente. Tsuki dedujo que se trataba de más atacantes, pues nadie del gremio tendría esa actitud frente a un ataque, de modo que empezó a correr.

Simplemente se dejó llevar, guiándose por aquel nuevo don. No tardó mucho en encontrarse frente a ellos en un largo pasillo. Ambas figuras se movieron y gritaron mientras zarandeaban sus armas y corrían hacia ella, pero la joven no les prestaba atención. Lejos de huir, ella también se lanzó al ataque. A medida que se acercaba, empezó a distinguir algo que ya conocía. En aquel par de siluetas empezaron a ser visibles pequeños puntos brillantes, algunos más grandes e intensos que otros.

-Ahí están, los puntos.

Aquellas eran las zonas donde el maná se acumulaba de forma natural. La joven siempre había tenido más facilidad que cualquier otra sacerdotisa a la hora de encontrarlos, pero nunca los había llegado a ver con tanta claridad. Cuando ya localizó el punto central de cada uno, su movimiento se aceleró gracias al impulso de sus alas. De forma casi mecánica, absorbió un poco de maná de su alrededor y lo llevó a la punta de sus dedos índices. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, golpeó los puntos centrales sin vacilar. Aquellas figuras se detuvieron por completo antes de empezar a temblar y colapsar en el suelo.

La sacerdotisa conocía bien el peligro de estimular un punto con maná que no era compatibles con el del paciente, por eso no lo había adaptado con su Aether. Una pequeña cantidad como la que acababa de aplicar era capaz de hacer perder el conocimiento de la víctima, incluso paralizarlo, pero un gran ataque podía matar a cualquiera haciendo que su cuerpo literalmente se apagara.

-No se moverán en un buen rato...

La joven se miró las manos. Estaban temblando del nerviosismo y la emoción. No pudo evitar una enorme sonrisa al pensar en lo que acababa de suceder. Aquellos dos mercenarios ya no podrían hacerle daño a nadie, y no habían tenido que morir, era toda una victoria a sus ojos.

-Por fin... ¡Por fin puedo tomar un papel activo en estas circunstancias!

Estaba eufórica. Al no ser capaz de empuñar armas contra otros, se encontraba totalmente perdida, pero aquel nuevo poder oculto en su sangre era justo lo que había buscado.

-¡Ahora seguro que puedo matar a Caju!

Se quedó paralizada cuando comprendió la idea que acababa de cruzar su mente.

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