Capítulo 13: El nuevo general

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-¿De verdad te encuentras bien?

Caju se giró para ver a Estrik, quien acababa de entrar a aquel salón. El espadachín le miraba con una afable expresión en su rostro.

-La cicatriz aún me duele un poco.

-Lo raro sería que no lo hiciera ¿Pero puedes moverte sin problemas?

-Puedo caminar.

-Eso me vale.

El Marashi sacó un pequeño frasco de uno de sus bolsillos. Lo sujetaba con cuidado, ya que todavía estaba caliente.

-Tsubame acaba de hacerme el antídoto, de modo que voy a por esos ghouls, y tus llamas azules me vendrían muy bien para iluminar...

Cada palabra que salía por los labios de Estrik acrecentaba la extraña mueca que el ladrón formaba. El espadachín reparó en que su amigo no sabía nada de su nuevo trabajo, de modo que le puso al corriente de sus vivencias mientras él estaba inconsciente.

-Lo de cazador es algo que te pega-dijo el ladrón.

-Este va a ser mi primer trabajo oficial y quiero hacerlo bien.

-Dudo que Tsuki me deje salir para algo tan peligroso.

-Nos escabullimos, Elh ha vuelto a dormirse, no tenemos que preocuparnos de su oído u olfato.

-No se...

-¡Mierda Caju! A mi casi me despedaza un wargo alfa ayer mismo y aquí me ves, dispuesto a ir a por más.

-¿No te duelen las heridas?

-Están bien vendadas, además de que ese médico me ha dado como veinte semillas de adormidera. Si no estoy durmiendo ahora es gracias a que mi metabolismo no es el mismo que el del un humano.

Tras muchas súplicas, el espadachín logró que su amigo aceptase. Salieron de la mansión totalmente en silencio y por un camino más largo, pero que les alejaba de la habitación que usaban de dormitorio.

El camino hacia el pueblo también fue más o menos silencioso. A pesar de que Estrik hablaba de temas banales, solo lograba arrancarle respuestas escuetas o incómodos silencios a un Caju que miraba al frente con ojos vacíos. El espadachín indicó que la iglesia de aquella ciudad estaba dedicada al dios Boreal, por lo que los muertos eran conservados en las criptas sobre las que se levantaban estos templos, en lugar de incinerarlos como era costumbre con otros dioses. Caju aprovechó ese tiempo para ponerse el parche que aún conservaba del invierno pasado con Flaminica y Hierofante, el cual había usado para ocultar su llamativo ojo derecho.

Aquella iglesia no había sido construida siguiendo modelos arquitectónicos humanos. Parecía un enorme bulto que salía de la tierra, con dos amplias entradas de piedra, una junto a la otra. Su curioso tejado había sido perforado por múltiples lugares para facilitar la entrada de luz natural. El ladrón no pudo evitar percatarse de que era igual a la tumba de los druidas de Teriesaelzen, lo que aumentó su malestar.

Sin embargo, el interior era muy distinto. En lugar de guardar muchas y pequeñas salas conectadas por angostos pasillos, se trataba de una y espaciosa estancia. Había amplios bancos de madera barnizada dispuestos de tal forma que solo se podía caminar hacia el interior por un camino entre ellos. En el fondo, tras un cuidado atril, se encontraba una estatua de una figura masculina arrodillada y sin rostro que levantaba las manos hacia el techo. Caju la comparó con la efigie de Siranne que había en el santuario de las sacerdotisas y no supo si aquella era la manera en la que Boreal era representado o que los feligreses eran demasiado humildes como para permitirse algo más elaborado.

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