Capítulo 8: Malas compañías

24 4 6
                                    

El viento de la mañana era fresco en aquella pequeña ciudad. Si venía con la suficiente fuerza, se podía incluso paladear la sal que arrastraba desde el próximo océano. Las mañanas en el puerto siempre traían un montón de trabajo a aquel puerto, descargando el pescado de los barcos que volvían de faenar y preparando los cebos en los que debían partir con las primeras luces del alba.
Entre todas las personas que se movían de un lado a otro había una alta y corpulenta figura perteneciente a un orco que paseaba por el lugar. El visitante de piel color verde oscuro vestía con pieles de distintos animales. Su brazo izquierdo estaba coronado con una hombrera de cuero duro y sus pies enfundados en pesadas botas de armadura. El viento mecía sus negros cabellos, los cuales presentaban ya bastantes canas, mientras se rascaba la barba. Todos sabían que pertenecía al grupo de Fauces Negras que había llegado hacía dos meses, pero nadie se atrevía a encararse con él debido a su feroz aspecto de guerrero y al hacha que colgaba de su espalda.
-Nunca me acostumbraré a la peste de un puerto-pensó Gorshnag mientras escupía al suelo.
Se acercó a un pequeño puesto donde ahumaban el pescado y compró dos arenques. Sus fuertes dientes trituraban incluso las espinas, gracias a lo cual era capaz de comerse los peces con un par de bocados. Se reservaba la cabeza para el final, la cual masticaba entera mientras se entretenía con los ruidos que producía.
El orco salió de la zona portuaria a paso ligero. El resto del grupo se encontraba desperdigado por la ciudad, pero siempre procuraban ir juntos para evitar que los ciudadanos les linchasen, envalentonados por la reciente historia del Maestro de fuego azul. Al principio, temían no poder quedarse allí, pero Sombra, la Fauces que se encontraba al mando, le atravesó la garganta a los primeros ciudadanos que protestaron con ayuda de su daga.
Sin embargo, la chica ahora no salía de su habitación en la posada, como si esperase algo. Se encontraba inmerso en sus pensamientos cuando escuchó una alegre y conocida voz a su espalda. Al girarse, vio a una Melnix que le sonreía con ganas mientras agitaba su gatuno rabo. Du grisáceo pelaje estaba ligeramente encrespado por la sal en el aire y sus verdosos ojos enrojecidos.
-¿Dando un paseo?-preguntó Lilith.
-Pasando el rato, si.
La Melnix se lamió el dorso de la mano y se lo pasó por detrás de las orejas mientras le escuchaba. A Gorshnag siempre le habían resultado graciosos esos gatos humanoides, pero su amiga destacaba mucho más cuando debía acicalarse en público.
-¿Vas tú sola?-preguntó el orco.
-Que va, ¡tengo una amargada compañía!
Un de pelo oscuro y cogido con una coleta se acercó a ellos. Sus ojos del color de la miel delataban que no tenía un buen humor. Vestía su ropa de viaje, pantalones holgado y marrones a juego con un par de botas de un tono más oscuro. Su camisa azul oscuro quedaba parcialmente cubierta por unas hombreras y brazaletes metálicos, adornados con mechones de pelo negro.
-Cúbrete bien el cuello Arc, hace fresco-dijo Lilith.
-Tampoco es que importe mucho-respondió el joven.
Desde siempre, Arc había tenido el sentido del tacto dañado y apenas podía sentir nada. Su problema empeoró al luchar contra Caju, ya que un dardo del ladrón terminó por matar totalmente sus terminaciones nerviosas, cosa que también había empeorado su humor.
Lilith insistió hasta lograr que se abrigase con el cuello de la camisa. Gorshnag se despidió con un gruñido antes de continuar su camino hacia la posada. Cada paso que daba hacía crecer una gran irritación en su mente. Sombra estaba repitiendo los mismos errores de mando que tuvo con el grupo antes de separarlo al usarles para cumplir sus intereses personales. Llegó casi sin darse cuenta, tan solo reaccionando para abrir aquella vieja y astillada puerta.
Casi todos los Fauces del grupo se encontraban allí, ya que se encargaron de que nadie ajeno a ellos tuviese el ánimo de quedarse mucho rato. El posadero agradecía que al menos pagasen las consumiciones. Gorshnag atravesó aquella sala común hacia el pasillo que conducía a las habitaciones. Tal y como sospechaba que haría, encontró a Sombra tirada en la cama. La joven llevaba su habitual capucha para ocultar la mitad superior de su rostro, siendo visibles tan solo los mechones de pelo negro que se resbalaban fuera de esta. La sub-teniente jugueteaba con uno de los cuchillos que encontró en Katorá, lo hacía bailar entre sus dedos con gran maestría.
-¿Hoy me darás una respuesta por fin?-dijo el orco mientras cerraba la puerta tras de si.
-Se que tienen que pasar por aquí-contestó Sombra con monotonía-Lograron pasar por Teriesaelzen, pronto pasarán por esta zona.
-No me refería a eso, Sombra. Antes de que empezase el invierno sugerí que Fabius conseguiría el enlazador y tu me hablaste de dos escenarios posibles, uno en el que ese alquimista sin escrúpulos lograba hacerse con esa endemoniada joya, matando a ese grupo. El otro es el que llama mi atención, pudiste decir que lograban escapar o zafarse de él, pero tú especificaste claramente que un sub-general moriría a manos de unos completos desconocidos ¿Cómo pudiste saber lo que iba a suceder, niña?
-Pura suerte-contestó la Fauces.
-No. Aquello no fue algo que dirías en broma, estabas demasiado segura de tus palabras.
Sombra se mantuvo en silencio. Gorshnag soltó un largo suspiro antes de dirigirse hacia la puerta. Quería insistir un poco más antes de retirarse, pero sabía que no lograría sonsacarle nada de información si ella no quería compartirla.
Sombra se quedó sola mientras seguía haciendo bailar el cuchillo. Desvió su mirada al cinturón donde reposaba el resto. Seguidamente se tapó todavía más con la capucha mientras en su cabeza se amontonaban confusos pensamientos.
###
-¿Falta mucho?-preguntó Caju.
-Pareces un crío-se quejó Estrik.
-Es que estoy cansado de ganaros a las cartas.
Caju, Estrik y Tsuki se encontraban en mitad de una partida. A petición expresa del espadachín, el ladrón jugaba en manga corta, pero eso no le impedía estar ganando una ronda tras otra.
-¿Podrías no hacer trampas?-preguntó Tsuki, algo molesta.
-Si descubrís cómo lo hago paro, pero os advierto que solo he perdido contra mi padre y mi hermana. Me toca repartir.
Cuando llegaron al pueblo donde Caju y Estrik compraron la harina, se centraron en encontrar a algún mercader que viajase hacia Khi-Dutorán. Cuando lo encontraron, se ofrecieron una vez más como escoltas. Tras insistir mucho, lograron que les aceptase. De eso hacía ya una semana, siete días de abrupto camino en un carro que crujía con cada bache, ya ni siquiera sentían sus doloridas posaderas. Caju comenzó a barajar como lo haría un experto. La sacerdotisa hundió su cara entre sus manos. Fue entonces cuando su nariz captó un olor que no había sentido durante muchos años. Se arrastró hasta la parte delantera del carro, donde viajaba Elh para hablar con el comerciante.
-¡¿Puede parar un momento?!-dijo Tsuki sacando solo la cabeza de la lona que cubría en interior del carro.
-Ya casi hemos llegado-respondió el comerciante, nada convencido con esa idea.
Ante la negativa, la sacerdotisa volvió al interior. Atravesó el carro a gatas mientras los dos jóvenes la observaban sin saber muy bien lo que ocurría. Cuando llegó al extremo opuesto, saltó del carro, dando un par de vueltas por el suelo.
-¡Tsuki!-gritó el ladrón.
Lejos de quejarse por los codos y rodillas que acababa de despellejarse, la sacerdotisa comenzó a correr hacia una colina que quedaba a la derecha del carro.
-¿Pero qué le ha dado?-preguntó Estrik.
-¿A quién le importa? ¡Seguidla!-ordenó Elh.
Los dos salieron del carro una vez este se detuvo completamente y persiguieron a Tsuki, quien ya iba por la mitad de esa colina.
-¿Habéis secuestrado a esa?-preguntó el comerciante.
-De eso nada-respondió la semi-dríada, a sabiendas de que parecía todo lo contrario.
La joven se detuvo al llegar a lo más alto de la colina.
-¡¿Pero a qué ha venido eso?!-se quejó Estrik al alcanzarla.
-Exacto Tsuki-comentó Caju-¿Qué...?
El ladrón se quedó mudo al mirar lo que se podía ver desde esa colina. Aquella elevación del terreno quedaba a escasos metros de un acantilado, desde el cual podía verse el mar. Mirara donde mirase, el joven tan solo veía inmensidad del azulado océano. El refrescante viento les traía los sonidos de las olas rompiendo contra la pared de piedra y el característico y salado aroma de sus aguas. El ladrón había oído hablar del mar, pero aquella era la primera vez que lo veía con sus propios ojos.
-¡¿De dónde sale tanta agua?!-preguntó sin disimular su curiosidad-¿Hay una grieta en el fondo o algo?
-Nadie lo sabe-respondió Estrik-Hay quienes dicen que son las lágrimas de los dioses, aunque a mi me cuesta verles llorar por nada.
-Por supuesto que lo hacen-dijo Tsuki-Siranne llora y se preocupa de todos nosotros.
-A veces llego a olvidar que eres una sacerdotisa-dijo el espadachín.
La semi-dríada llegó unos instantes después, con el rostro evidentemente molesto.
-¡Casi nos dejáis sin transporte!
Al ver la razón por la que habían echado a correr, soltó un bufido.
-¿El mar? No es más que un charco más grande de lo normal.
-¿No te gusta el mar?-preguntó Tsuki.
-No es que no le guste, es que ella no sabe nadar-interrumpió Estrik.
El espadachín recibió un buen golpe en el hombro por parte de Elh que le dejó dolorido por bastante tiempo.
-Si tuviéramos que nadar tendríamos aletas y branquias-respondió la semi-dríada-En fin ¿Estáis contentos de volver a vuestra tierra?
Caju se percató de que se dirigía a Estrik y a Tsuki. El joven sabía que el Marashi era de esta región, ya que los de su especie tenían su aldea natal en las profundidades de La Frontera, pero poco conocía del pasado de la sacerdotisa.
-Oye Tsuki-dijo Estrik-¿Podríamos quedarnos en tu casa si llega la oportunidad?
-Esta demasiado lejos, a una semana de Tiransis más o menos. Además, dudo que mi madrasta le hiciera mucha gracia que durmierais en la casa principal...
Se calló de inmediato, como si acabase de rebelar un dato que desease mantener oculto.
-¿Cómo que casa principal?-preguntó el ladrón.
-Bueno...
-¿No os habéis fijado en su apellido?-dijo Elh-Val Androssi. En el norte, los apellidos compuestos son muy comunes entre la nobleza.
Caju miró de nuevo a Tsuki con sorpresa, como si fuera la primera vez que la veía.
-¡¿Eres noble?!
-Yo lo sospechaba, pero me ha sorprendido-dijo Estrik.
-¡No es como seguro os imagináis! Mi padre es el duque del condado de Axwrym, pero no tenemos peso alguno en la vida política, somos unos nobles menores.
-¿Cuántas hectáreas tenéis?-preguntó la semi-dríada.
-Cinco...
Caju se quedó totalmente en silencio mientras asimilaba esa información. Los gritos del mercader les avisaron de que ya estaban muy cerca de su destino como para detenerse.
Efectivamente, desde aquella colina se podía atisbar un pueblo con puerto pesquero, lo que más lo hacía resaltar eran las columnas de humo negro que ascendían desde las chimeneas de lo que podría ser el astillero principal. Si uno seguía la línea de costa con la mirada podía ver una mansión de gran tamaño, pero en ruinas, que se levantaba casi al borde de un alto acantilado. Sería su última parada antes de llegar a la capital del este.
###
Aquel comerciante era ya un viejo conocido de los guardias, por lo que en control de entrada fue bastante rápido. El carro avanzaba lentamente debido al gentío que poblaba las calles. A medida que se acercaban al puerto, el olor del mar se hacía cada vez más pronunciado. El encargado de la aduana saludó amigablemente al comerciante mientras este le devolvía el caluroso saludo y preparaba el dinero para que sus mercancías pudieran ser incluidas en el próximo barco que salía hacia Extornus.
Como parte del agradecimiento por llevarles, ayudaron a descargar los barriles. Gracias al perfecto sellado de estos no supieron lo que había en ellos hasta que loa abrieron para inspección. Se trataba de verduras en conserva, las cuales emitían un penetrante olor avinagrado que aumentaba con cada barril abierto. Para ahorrarles la peste, el comerciante dio por terminado el trabajo en ese momento mientras les pagaba e indicaba una posada donde podrían hospedarse.
-Me arde la nariz-se quejó el ladrón.
-Para la noche te habrás acostumbrado al olor del mar-dijo Elh-Yo hacía años que no lo olía y también me molesta un poco.
No tardaron mucho en encontrar la posada, a base de preguntar direcciones a los habitantes. Era un lugar pequeño, pero acogedor. A pesar de contar con pocas habitaciones, estaban todas desocupadas, dado que aquel lugar servía más como dormitorio de los marineros que hacían noche en aquella ciudad. La paga, y una rebaja por parte de la amable encargada, bastaron para dos habitaciones durante dos noches. Al ver que el asunto del dormir estaba resuelto, Tsuki decidió salir por su cuenta al puerto, ya que era la única que no tenía recompensa de los Fauces.
La sacerdotisa caminaba despreocupadamente por el puerto, observando como los trabajadores descargaban loa barcos. Le llamó la atención un enorme galeón de cinco palos, del cual no cesaban de salir bultos, barriles y abultados sacos de diversas mercancías. La madera de su quilla estaba barnizada y bien cuidada. El velamen había sido recogido con presteza al aproximarse a la ciudad, pero se podía apreciar su amarillento color, las innumerables horas de sol soportadas por aquella tela habían descolorido su original blancura a ese feo color.
Se preguntó por cuántos puertos habría pasado aquella tripulación, si habrían luchado contra piratas o descubierto algún tesoro. Continuó caminando si apartar la vista de la embarcación, lo que provocó que no tardase en chocar con alguien. Antes de caer al suelo, el quejido de la otra persona le indicó que se trataba de una mujer.
-¡¿Por qué no vas con más cuidado?!-dijo la otra persona.
Tsuki se apresuró al incorporarse, por lo que casi tropezó una segunda vez. Pudo ver que la persona se trataba de una Melnix de pelaje grisáceo y un pelo de color azul oscuro sobre su cabeza. Iba vestida con ropas de cuero y golpeaba el suelo con su gatuna cola, señal de lo molesta que estaba.
-¡Lo siento mucho!-se apresuró a decir Tsuki.
-¡Sentirlo no...!
La Melnix se quedó sin palabras al verla, pues conocía a la sacerdotisa de antes.
-¿Te encuentras bien, esto...?
-Lilith, ahora ayúdame a levantarme.
La Fauces no tenía ninguna duda, aquella era la joven a la que había apuntado en la entrada del bosque de Teriesaelzen con su ballesta, la que viajaba con aquellos que tenían el enlazador.
-Perdóname, estaba mirando el barco y...
-Tranquila, yo también andaba distraída-dijo Lilith, cortándola-Estaba buscando a mi chico, nos hemos separado entra tanta gente.
-¿Tu chico?
-Mi novio, cortita. De todas formas, no pareces ser de aquí.
-Acabo de llegar, he estado de viaje y...
-¡De viaje!-gritó Lilith, cortándola de nuevo-Seguro que tienes un montón de historias que contar. Tengo una idea ¿Te acompaño y me cuentas alguna? Me has caído bien.
-Iba a seguir paseando por el puerto-respondió Tsuki, tratando de rechazar la invitación de aquella completa desconocida.
-Tonterías, la ciudad es mucho mejor comparada con un maloliente puerto.
Lilith casi tiraba de ella para que la siguiese, argumentando que le enseñaría sitios mejores. Su verdadera intención era sacarla del puerto antes de que Ark la viera, ya que ambos se reconocerían enseguida y perdería aquella oportunidad de oro para conseguir información.
No obstante, la Melnix no mentía con sus palabras. Guio a Tsuki por las calles de la ciudad, mostrándole diversas fuentes decorativas, un mirador desde el que podía verse toda la costa y aquellas ruinas. Seguidamente, se dirigieron a la plaza central. Tsuki cada vez entraba más en confianza con ella, contándole cómo se unió al grupo y su encuentro con el súcubo.
-¿Te enfrentaste a un súcubo tú sola?-preguntó Lilith.
-No no. Yo mantuve a ralla a un amigo que había caído bajo su hechizo.
-A los hombres les basta ver un cuerpo bonito para perder la razón, ¿verdad?
Tsuki reprimió a duras penas una risa de aprobación.
-Seguro que estás sedienta-dijo Lilith-Llevas hablando mucho.
El sol y la continua charla habían secado la garganta de la sacerdotisa sin que se diera cuenta. La Melnix se descolgó una cantimplora y se la ofreció. Tsuki iba a llevársela a la boca cuando pudo oler el curioso aroma que salía de esta.
-Una bebida típica de mi gente, seguro que te gusta.
Se mojó los labios para probarla. Era como un zumo de frutas algo ácido que dejaba un regusto extremadamente dulce en la garganta, cosa que agradaba a la joven.
-Esta realmente buena-dijo la sacerdotisa, ya sin poder disimular su sonrisa.
-Bebe todo lo que quieras, tengo otras dos cantimploras.
La sacerdotisa le tomó la palabra mientras daba un largo trago de aquella refrescante bebida. Lilith también sonrió, pero de una manera más maliciosa. Aquella mezcla era conocida entre su gente por varios seudónimos, como el de cerveza de vírgenes u otro más conocido, "La traicionera". La razón se encontraba en que el sabor de las frutas y bayas ocultaban a la perfección la gran cantidad de alcohol que tenía. Unos cuantos tragos bastaban para emborrachar a una bebedora principiante como Tsuki. La Melnix sabía bien lo fácil que era arrancarle información a los borrachos.
###
Caju miraba con inquietud como el cielo oscurecía a través de una sucia ventana. A su lado, Estrik limpiaba con cuidado y mimo la hoja de su katana, preocupándose de no hacer demasiada fuerza y agrietarla más todavía. Elh se dedicaba a clavar una de sus flechas en el suelo, una y otra vez sobre el mismo punto, generando el único sonido que rompía aquel incómodo silencio.
-Lleva demasiado tiempo fuera-dijo el ladrón.
-No es una niña-respondió el espadachín-Aunque reconozco que yo también estoy algo preocupado.
En ese momento, el sonido de la puerta de la posada abriéndose y una voz familiar llamaron la atención de los tres.
-Y luego esta Liara-decía la voz-Se que es una hermana superiora, pero es una mala pécora. Me tiene manía solo por mi afinidad con el maná, tengo tanta que por eso tengo el pelo azul y... ¿Estoy usando mucho la palabra tengo?
Reconocieron aquella voz al instante, se trataba de Tsuki. Caju fue el primero en salir de la habitación a toda prisa, seguido por Elh. Estrik tardó un poco por querer envainar su arma cuidadosamente. Cuando llegaron frente a la puerta de la calle, se encontraron a su amiga en un evidente estado de embriaguez, acompañada de una Melnix que la ayudaba a caminar.
-Supongo que esta si es la posada-dijo Lilith al reconocerles.
-Si que lo es-dijo la sacerdotisa, arrastrando las eses-¡Caju! Sujétame antes de que me caiga.
Apenas pudo dar un par de pasos antes de tropezar. Habría caído de bruces al suelo de no ser por el ladrón, que la sujetó. Tsuki aprovechó para acercarse lo máximo posible a él.
-¿Cómo es posible que se encuentre así?
La semi-dríada formuló aquella pregunta mientras miraba con una acusativa mirada a la Melnix, como si esperase una respuesta inmediata.
-No tengo ni idea-mintió Lilith-Me la encontré en el puerto así, balbuceando no se qué de esta posada.
Sabía que debía ser cuidadosa a la hora de elegir sus palabras. Reconoció a Elh al instante, no solo como la que había detenido su flecha, sino como un licántropo capaz de cambiar a voluntad, tal y como había asegurado la sacerdotisa. De hecho, ya conocía las habilidades de todos.
-Yo la he dejado aquí, ahora es cosa vuestra-dijo la Fauces mientras salía.
Antes de irse, le echó un disimulado vistazo a Caju, le costaba creerse que aquel joven de aspecto traicionero fuera el famoso maestro del fuego azul, quien consiguió matar a Fabius. Elh observó como se perdía entre las personas que andaban todavía por el puerto, sin quedarse del todo tranquila.
###
Lilith volvió corriendo a la posada donde se hospedaban los demás Fauces. Incluso Ark se encontraba allí, ya que no había podido encontrarla por ninguna parte.
La Melnix los reunió a todos en torno a una gran mesa redonda. Sombra escuchaba al margen cada palabra que salía por los gatunos labios de la joven. Expuso la información que había conseguido con todo lujo de detalles, a un ritmo pausado, dejando que todos la entendieran a su propio ritmo.
-Un Marashi... Ahora no me extraña aquella habilidad con la espada-dijo Gorshnag-Y ese chico del fuego, somos muy afortunados de que no sepa controlar ese poder.
-Aún queda esa semi-dríada. Pienso que es la más peligrosa-argumentó Ark.
-Les atacaremos mañana-declaró Sombra.
-¡¿Es que quieres matarnos?!-dijo el enlazado.
--Esa sacerdotisa va a tener una resaca de caballo gracias a Lilith. Gorshnag, estoy segura de que tu fuerza y destreza equiparan a esa loba, tú y Lilith os enfrentareis a ella. Ark, aunque me duela admitirlo, eres el más diestro en combate a corta distancia, ese Marashi es tuyo.
-¿Dices que tú te encargarás del chaval de las llamas?
-Yo no lucharé con vosotros.
Ninguno se esperaba aquello.
-¿Cómo?-dijo uno de los Fauces.
-Es más. Gorshnag, tú vas a dirigir este ataque a partir de ahora.
-No creo que sea una buena idea-se quejó el orco.
La joven dio por terminada la conversación y se dirigió de vuelta a su habitación.
-¡Espera!-bramó Gorshnag con su potente voz.
El orco la siguió, evidentemente enfadado.
-¡¿Qué clase de líder no lucha junto a sus hombres?!
-Cálmate amigo. He dicho que no lucharé con vosotros, pero nunca dije que no pelearía.
Gorshnag no pudo ocultar una mueca de extrañeza.
--Te voy a dar un mensaje, debes entregárselo y no admitiré un fallo o cambio en esto.
Se acercó al orco y se puso de puntillas para susurrarle al oído el mensaje junto al destinatario de este.
-No lo comprendo-confesó.
-No te preocupes por eso-dijo Sombra en un tono totalmente neutro-El lo va a entender al vuelo.




The Last Guardian IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora