Fue algo que no veía venir.
Al principio no reaccioné, eso había sido inesperado, pero al sentir sus manos en mi cintura, solo pude llevar las mías hasta su cuello y acercarlo a mí.
Sus labios se movían sobre los míos y yo no podía dejar de besarlo. Se me olvidó que era mi amigo, ignoré que él tiene novia. Solo presté atención a su boca moviéndose al compás de la mía.
Subo las manos a su cabeza y acaricio su cabello en el proceso. Él abraza mi cuerpo y me acerca si es posible un poco más a su pecho. Era una especie de baile perfecto. Nunca pensé que mi primer beso iba a ser así.
Cada beso que se da, consume 12 calorías. Quizás sea porque para emplearnos en ello, debemos mover hasta 36 músculos, o bien porque las pulsaciones del corazón aumentan de 60 a 100 latidos cada vez que unos labios se unen a otros.
Nuestro sistema límbico se activa. Al juntar nuestra boca con la de otra persona, el sistema límbico, situado en el centro del cerebro, se encarga de transmitir esta información a otras áreas como la corteza o al tronco del encéfalo que regula los mecanismos vegetativos de la respiración, el ritmo cardiaco, la tensión arterial, el tono muscular. Según diferentes estudios científicos, cuando besamos apasionadamente se liberan un buen número de hormonas, como las endorfinas, que generan una sensación de bienestar y tienen efecto analgésico. A ellas se les une la oxitocina, le seguirá la adrenalina y noradrenalina, que elevarán la tensión arterial y los latidos del corazón.
Me sé toda la teoría de un beso, pero esta se me ha olvidado en cuando Axel puso sus labios sobres los míos. Solo queda remplazado por el recuerdo del beso que nos dimos.
Nos separamos para tomar aire y volvemos a unir nuestras bocas sin pensar en nada más. Su sabor me sorprendió, la manera en que yo logré adaptarme a algo que nunca había hecho me impulsó a seguir probando de sus labios.
Al alejarnos de nuevo, la realidad cayó sobre nosotros como una pared. Axel me miró estupefacto y por lo que pude detallar me había dolor, culpa. Él se arrepintió.
—Esto no debió haber ocurrido. —mi alma se desgarra poco a poco. Me duele el corazón. Literalmente. Era una punzada en mi pecho—. No debí comportarme así.
Si antes creí que estaría mal por pensar en que nunca tendría una oportunidad con él, el día de hoy se afianzó. Yo no le gustaba de esa forma y el alcohol lo hizo olvidarse, equivocarse, yo que sé. Solo estaba segura de una cosa.
Me había roto el corazón.
Me había roto el corazón el día de mi cumpleaños.
Yo me dije que debía actuar normal, hacer de ver que esto no era más que un error. Un momento de curiosidad, pero maldita sea. Dolía. Dolía como una puta loca. Yo me sentía como si me hubiesen atravesado en canal.
Traté de poner una máscara de indiferencia, ni él ni nadie puede notar lo mucho que me dolió. —Tranquilo, no pasa nada. Seguro fue que bebimos demasiado. La euforia de la música o no sé. —es una rotunda y gran mentira porque solo me bebí un cóctel, que casi no tenía alcohol y tengo una buena resistencia—. No te preocupes, queda olvidado. Es más, ya ni me acuerdo. No fue tan importante. —Mentiras y más mentiras. Esto me comenzaba a matar. Mis ojos escocían demasiado, quería echarme a llorar como una niña, pero no permito que broten lágrimas de ellos. Tenía que ser fuerte. No quería que viera cuánto me afectó.
—Pequeña, discúlpame. —se pasó las manos por el cabello que acabo de acariciar. Había verdadera preocupación en sus acciones, pero no me importaba en este momento—. No debí hacerlo.
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Hasta que el sol vuelva a sonreír
Teen Fiction¿Cuál es el cliché más grande de todos los tiempos? Enamorarte de tu mejor amigo. Soy Amelia y tenía una existencia normal, sin nada resaltante en ella. La típica historia, no podía negarlo. Mi vida social era casi nula, el cero a la izquierda. Has...