Capítulo 49

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Dos semanas luego de reintegrarme al trabajo, mis amigas me escribieron para saber si quería tener una parrillada como hacíamos antes en casa de Sofi y Alberto. Estaban invitando a Matt también y sentí lindo de que lo quisieran incluir en el plan, pero también me dio cierto nerviosismo porque no sabía cómo se lo tomarían sus parejas. Ellos no eran como muy adeptos a esa relación.

Salvo que a la única que debía importarle era a mí.

Así que el domingo, me arreglé y esperé que Matías fuera a recogerme. Haydee y Erick también habían sido invitados, pero ellos se decidieron quedarse a descansar. Estaban muy ocupados con todo y supongo que querían tener soledad. Aprovechar que no estaría para tener privacidad. Si no fuera porque ya habíamos hecho el acuerdo de quedarme en el apartamento cuando se mudaran ya habría buscado algo para mí.

Escuché el timbre y yo abrí la puerta emocionada de ver a mi chico. Aún se me hacía raro decir eso, sonaba importante. Tal vez para otras personas fuera algo equis y sin importancia, pero para mí era un paso gigante. Ya pensaba que me iba a quedar a vestir santos.

—Hola, Mel.

—Hola, Matt —sonreí al verlo vestido de Bermudas y remera. El estilo casual siempre sería hermoso en él—. ¿Quieres huir ahora que puedes? Estarás a prueba. Yo que tú estaría nervioso.

—Y lo estoy. Pero no me escaparé. Es lo que esperan que haga —me hizo girar sobre mi eje—. Te ves linda.

Me hizo sentir así. —Gracias, tú también te ves bien. Comestible.

Eso lo hizo reír. —Tienes permiso de hacer lo que quieras.

Me ruboricé. Pero roja como el color de un tomate.

—Nunca pensé que diría algo así.

—Bueno, estas de lanzado. No te reconozco.

Me abrazó y yo me quedé bajo su barbilla. Ahora que ambos estábamos ocupados casi no nos veíamos. Eran tiempos robados para almorzar y siempre salíamos luego del trabajo. Pero eran pocas horas ya que a veces él tenía cirugías, además de guardias que no acababan y debía descansar.

La puerta tras de mí se abrió y escuché un carraspeo. —Las manos quietas, Vera. No porque seas su novio —dijo la palabra como si fuera algo horrible—... vas a estar de cómodo.

Me giré. —Erick, por Dios. Fue un abrazo. Ya hablamos de esto.

—¿La conversación de que eres una adulta y que tomas tus propias decisiones? Yo la obvié. —es que lo iba a asesinar—. Mentira, hermanita, la tengo en cuenta, pero igual no quiero verlo tan cerca.

Decidí dejar de lado su sobreprotección, por lo que me acerqué para abrazarlo a él y darle un beso en la mejilla. —Anda que sé que quieres que me vaya.

—Sola, no con él.

—Ridículo.

—Ridícula tú —señaló a Matías—. Cuídala.

—Siempre —contestó solemne.

Salimos del edificio y subimos al auto. Tan pronto como cerró su puerta, me tomó de la barbilla y me besó.

Cada día experimentaba mil y una sensaciones cada vez que nos tocábamos. Como si quisiera fundirme en él. No dejarlo en ningún segundo. Y lo extraño mucho cuando no lo veo. Es que siento que puedo cada vez que está cerca de mí.

Se alejó de mis labios y dejó un besito en mi nariz. —Si hubieses hecho esto allá arriba mi hermano no me habría dejado salir.

Se rio.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora