Capítulo 25

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Las felicitaciones comienzan de inmediato y yo actúo por pura inercia. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo, solo abrazo y felicito a Ariana. Todo parecía como si estuviera en un sueño o mejor dicho una pesadilla. Quiero llorar, pero no lo puedo hacer aquí. Debo mostrarme fuerte.

Cuando fue mi turno de abrazar a Axel casi me quebré. Cuando sentí sus brazos rodearme un dolor que parecía casi físico me apuñaló en el pecho. Quería recriminarle, pero no podía. No éramos nadas más que amigos.

—Felicidades, Axel.

Me miró, pero no había felicidad en él. O no sé, ni siquiera sabía ya sus emociones. Él mismo me dijo que no quería casarse y ahora estaba aquí, prometido.

Me alejo hasta una esquina segura y me repito que debo ser fuerte, que no puedo dejarme vencer por esto. La cosa era que sonaba más fácil que hacerlo, porque estaba a punto de llorar como un bebé molesto y berrinchudo.

—Amelia —me llamó Axel—. ¿Será que puedes ser la madrina? —preguntó indeciso.

Si hace rato me estaba muriendo ahora estoy atravesando un infierno. Me quería morir. Fue como si el cuchillo lo moviera de arriba abajo desgarrándome en el proceso.

—¿Qué? —hablo, pero parezco tener un déficit de atención.

—¿Ser la madrina? —dice Ariana con falsa emoción.

—No sé qué decir. —¿Qué la odio es una opción?

"Si sabes, di que no"

Ahí está esa voz de nuevo.

Parece que perdí la capacidad de crear oraciones coherentes. Yo no sé ni cómo las siguientes palabras salieron de mi boca:

—Claro. Me encantaría —tomo aire, pero me cuesta respirar—. Es todo un honor, gracias.

—Gracias —dice y aunque se ve agradecido. Su mirada parece igual de triste.

No. No lo es. Eso es mi imaginación tratando de hacerme ver cosas que no existen. Él está enamorado de ella, por eso se casarán. Yo solo seré siempre la amiga molesta. La amiga que da todo.

No puedo seguir aquí fingiendo que no me duele, porque me está matando de a poco.

—Chicos yo me voy me estoy muriendo de sueño y tengo que ir a trabajar mañana. Debemos retomar esto luego. Celebrar por todo lo alto.

Axel notó lo que dije, pero lo ignoré. Que tenga su largo matrimonio y que vaya a celebrar con su noviecita. Podría decirle que su novio me besó varias veces y se me declaró, pero eso era ser rastrero. Me daba tanto coraje tener estos sentimientos. Yo odiaba ser así.

—Claro, Lía Ya arreglaremos algo. Descansa —dice Isabel mientras me abraza, estuve de nuevo a punto de echarme a llorar, pero me aguanto y me hago la fuerte.

—Sí. Por supuesto—. tomo mi bolso—. Hasta luego chicos.

Me despido de cada uno y me voy. Hoy me quedaré en casa de mi hermano. Aunque él no esté allí no puedo imaginarme levantarme mañana y ver a Axel con Ariana todo románticos.

Lo de ir a trabajar era mentira, solo lo del sueño era real. No sabía que decir para no mostrarme tan evidente. Aunque ahora el sueño que tenía cuando llegué se me espantó. No creo poder dormir.

Llegó al departamento de mi hermano y estaciono en el lugar de su auto. Mis pasos son lentos, casi como si fuera una anciana decrepita y no una mujer joven de veintidós años. Me dolía mi cuerpo, mi alma.

Subo, llego al piso y está todo silencioso, lo que es mejor así. Nadie escuchará mi llanto. Aunque aún no he largado a moquear. Pero sé que apenas pase esa puerta me desbordaré a llorar.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora