En estos momentos me estoy mirando en el espejo con un nerviosismo que hacía mucho no sentía. Quizás porque había pasado un tiempo que no me arreglaba más allá de usar un pantalón y una camisa. Pero hoy no quise que fuera así, deseé verme bien. No destruida.
Al final me decidí por unos vaqueros oscuros y una remera azul que me quedaba más o menos decente, además de mis preciadas converses negras. Me maquillé para no parecer un adefesio al lado de él. Tal vez tenía ganas de sorprenderlo. Últimamente me había visto en mis peores momentos.
El tema referente a la confesión de sus sentimientos no se ha tocado para nada. Aunque no ha sido incómodo, solo quitó la tirita de en medio y expuso sus cartas sobre la mesa. No me ha obligado de ninguna forma a que corresponda ellos y es lo especial de él.
Mi mamá toca la puerta y al decirle que pase, noto como me mira sorprendida.
—Hacía mucho que no te veía tan bonita.
¿Tan mal estaba estos días atrás?
No era necesario que me contestaran, yo lo sabía.
Había bajado mucho de peso, mis ojeras se marcaban y mi piel no estaba tan suave por la falta de comida y de sueño. Pero poco a poco aquí he comenzado a mejorar. Estas dos semanas con mi familia han obrado milagros en mí.
—Ya Matías está afuera. Tu padre ya le debe estar dando una charla.
Ay no.
Es que yo conocía al personaje, al ser la hija menor y la única chica entre todos era la niña consentida y me sobreprotegían a más no poder.
—Debo rescatarlo.
Mamá se ríe y dándole un abrazo salgo corriendo a buscarlo.
Este sale del pequeño despacho de mi padre, parecía tranquilo y que no había muerto en el proceso. Eso era algo bueno, ¿no es así?
Cuando me vio, una sonrisa enorme se posó en sus labios. Algo que siempre me sorprendía, porque no podía imaginar cómo una persona podía sentirse así de feliz por otro ser humano. Nunca creí posible que alguien sintiera algo así por mí.
¿Por qué no me enamoré de él?
Era una idiota, Matías era un diamante en medio del carbón. Un ángel que alegraba cada día de mi vida sin pedir nada a cambio. Y aquí estaba yo, aun suspirando por mi antiguo mejor amigo. Me odiaba a mí misma en estos momentos.
Noté que él estaba vestido con vaqueros y una franela azul oscuro que abrazaba su cuerpo trabajado. Nunca lo había visto en ropa tan informal. Pero le quedaba demasiado bien. Ahora que lo detallo mejor, Matías tenía que hacer mucho ejercicio para lucir así de tonificado. No se suponía que los superdotados se vieran así de bien. Yo era una nerd y estaba en el estereotipo hasta con los lentes de pasta negra.
—Hola, ángel.
Su mote cariñoso calentó mi corazón y mis mejillas se pusieron de un color rojo que bajaba hasta mi cuello. ¿No podían quedarse mis arterias tranquilas? No me gustaba estar así de expuesta.
—Hola, Matt.
Me despedí de mis padres y fuimos directos a la entrada de la casa. Ahí estaba su Porsche. Un auto de lujo para un príncipe como lo era él.
—¿Dime para dónde vamos?
Negó. —Nop, es una sorpresa. No seas impaciente.
—Si sabes como soy, para qué me invitas. —soltó una carcajada y siguió en su conducción mientras yo me relajaba escuchando su música.
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Hasta que el sol vuelva a sonreír
Teen Fiction¿Cuál es el cliché más grande de todos los tiempos? Enamorarte de tu mejor amigo. Soy Amelia y tenía una existencia normal, sin nada resaltante en ella. La típica historia, no podía negarlo. Mi vida social era casi nula, el cero a la izquierda. Has...