Capítulo 55

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Salí de la revista médica, mientras comentaba con los residentes lo que habíamos visto cuando estaban evaluando al paciente de enfermedad de Huntington que estaba ingresado.

Ahorita me la pasaba más que todo en Neurología aprendiendo de todo. Los mismos residentes se habían dispuesto a enseñarme de todo un poco y me dejaban entrar a las cirugías, obvio que nada más a ver porque no se me permitía más nada. Al menos ya daban por hecho que aquí sería en dónde haría mi especialidad, por lo que disfrutaba del tiempo que pasaba aquí mirando a los pacientes y entablando amistad con las enfermeras del servicio.

Hay quienes si eran crueles y me dejaban haciendo a mi sola el examen físico y toda la historia clínica. Pero, trataba de verle el lado positivo. Yo estaba aprendiendo de primera mano sobre todo esto. Era conocimiento que no salía en los libros, sino de hablar con el paciente y aprender con ellos cada día.

Me voy a la cafetería del hospital y pido un café con leche para mí y uno solo para Matías. Voy hacia el área de cardiología y apenas me vieron, me señalaron que estaba en el cuarto de descanso sin siquiera preguntar.

No lo veía desde anoche que me dejó en casa luego de la salida que tuvimos con su hermana. Ella se fue temprano en la mañana, pero habíamos quedado en mensajearnos.

Apenas entré a la habitación noté que él estaba sentado en una de las camas, con la mirada perdida. Eso no me parecía bien. Algo le pasaba.

Cuando me coloqué al frente, él me miró. Intentó sonreírme para demostrarme que no le pasaba nada, pero yo lo conocía. Sabía que él no estaba contento. Su sonrisa se veía triste y no sabía qué tenía. Nunca lo había visto así. Me duele dentro ver su mirada empañada.

—Amor, ¿qué te ocurre? —pregunto preocupada de que haya pasado algo con su familia. Pero sobre todo a él.

Él me hizo sentarme a su lado. Solo le pude extender la taza y él le dio un trago como si necesitara algo de fuerza. Estaba nerviosa por lo que pueda decirme.

—Acaba de morir un paciente que estaba atendiendo. Venía con un infarto y por más que intenté no pude hacer nada. Siento que debí hacer más. Murió en mi código.

Tenía los ojos llorosos, sabía que había llorado y cuánto le afectó. Él siempre procuraba el bien de sus pacientes, por eso estudiaba tanto, porque quería que salieran del mal que los aquejaba.

No podía entenderlo todavía, yo apenas acababa de salir del internado. Solo sabía que la muerte de un paciente nunca era fácil. Escuchaba las experiencias ajenas y eran muy dolorosas. Y siempre será mi miedo, no sé cómo reaccionaría a ello.

—Lo siento mucho, Matt. Estoy segura de que intentaste todo... —lo abrazo fuertemente, queriendo que con mi contacto se sienta mejor—. Tú eres un buen médico. Lo sé, y mucha gente también lo sabe, por favor no estés triste. Me duele verte así.

—No quiero sentirme así, por más que mis tutores me dijeran que eso se hacía más fácil con los años, nunca lo ha hecho.

—No somos Dioses, hay fuerzas más grandes que nosotros. Porque si fuera así, a nadie se le moriría los pacientes. —besé su mano libre—. Abraza el dolor, y si te sigue afectando no dejes que te gobierne. Porque en el momento en que veas el sufrimiento de alguien más y te parezca algo normal, cuelga la bata, porque habrás perdido el amor a tu profesión.

Tal vez me había sobrepasado, quizás le dije algo erróneo. ¿Qué sabía yo? Ni siquiera era especialista.

—Gracias, Mel. Necesitaba hablar contigo. —me dio un nuevo abrazo que se sintió bien—. No sé qué haría yo sin ti. Me das calma.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora