Capítulo 26

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¿Te acuerdas de la sorpresa que te dije?

El mensaje de Matías me sorprendió, no había hablado con él desde hacía días. Tal vez porque yo estaba en pleno estado de tristeza. No quería conversar con nadie, ni siquiera con mis papás.

¿Ahora sí me la vas a decir?

No, pero está más cerca. Aunque no sé cómo te lo vayas a tomar cuando lo veas.

Este hombre me tiene de verdad intrigada. Logró que olvidara un segundo de mi tiempo lo que me ocurría. Tener el corazón roto es un hijo de puta de dolor.

No puedo contigo. No se vale.

Pronto.

—¿Quién te mensajea tanto? Tienes una sonrisa aterradora. —mi hermano me mira y yo le lanzo un pedazo de pan que lo agarra con su boca humillándome en el proceso—. Lía, habla.

—Un amigo.

—¿Cómo? ¿Quién? ¿Tomás, Alberto o Axel? —el solo nombrar a Axel ya me quitó la sonrisa de la cara.

—Ninguno de los anteriores. Se llama Matías.

Me miró como si lo hubiese golpeado. —¿Cómo que Matías? ¿Quién es ese? No lo conozco.

Me reí. —Lo que es una suerte, porque lo habrías espantado con tu sobreprotección de hermano mayor.

—Solo lo hago por tu propio bien, no quiero que te rompan el corazón. —ja, suerte con ello, ya pasó—. ¿Por qué no lo conozco?

—Porque vive en Londres. Es cirujano cardiotorácico allá.

Se sentó tranquilo de nuevo. —Bueno, al menos no es un bueno para nada. Y vive lejos.

—Eres un pendejo.

Me señaló con su tenedor. —Un pendejo que es tu hermano mayor. Lo que te hace una pendejita también.

—Ridículo.

Ambos seguimos almorzando, él me sacó de mi guardia sin razón. Ahora agradezco eso, necesitaba su compañía y ahora que trabajaba más tiempo fuera lo extrañaba mucho.

Terminamos y él me deja en el hospital. Apenas voy a bajar, él detiene el movimiento. —No te lo había querido decir cuando comíamos, pero te noto triste Lía.

Yo estaba que comenzaba a llorar de nuevo. —No, solo es cansancio —esta se había vuelto mi excusa favorita.

—Lía, eres mi hermanita menor y te amo. Sé cuándo no estás bien. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti y que me puedes contar cualquier cosa.

Yo lo sabía, pero también sabía que iba a odiar a Axel en el proceso. Lo haría pasar un mal momento y por más que ahora no lo quiera ver, no quiero que esté lastimado.

—Yo lo sé, por eso te amo.

Me dio un abrazo y yo se lo devolví. Bajé del auto preparándome para el largo trabajo que venía.

Pasé a firmar mi entrada y los enfermeros estaban hablando allí muy emocionados. Yo no entendía nada.

—¿Y viste sus brazos? Podría dormir en ellos como un bebé —dijo la más joven de ellos.

—¿Y su sonrisa? Es guapísimo —comentó Jon, con una sonrisa ensoñadora. Yo no entendía nada de lo que hablaban, pero estaban bastante contentos.

—¿De quién hablan? —inquirí bastante interesada. ¿Qué puedo decir? El chisme es mi pasión.

Jon fue el primero en contestar. —Del cirujano nuevo. Es bellísimo.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora