Capítulo 33

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Termino de servir unas mesas y me dirijo a la cocina para retirar algunas órdenes. Los días habían pasado y yo me había adaptado de nuevo a trabajar aquí y ayudar a mis padres como cuando era adolescente. Gente que había conocido toda la vida se han pasado a saludarme y yo más que nada quería que no me reconocieran, al menos que no me dijeran que les diera consulta gratis. Yo todavía aprendía y no podía andar en ello. Me daba algo de miedo de hacerle daño a la gente y atender sola por mi cuenta me aterraba, no podía negarlo.

Regresé con la comida y mi mamá estaba fuera esperándome con una sonrisa que parecía aterradora. Me retiró la bandeja de la mano y yo no comprendía qué estaba haciendo.

—Mami tienes una visita.

—¿Una visita?

La pregunta no debía ser rara en una mujer de mi edad, pero conmigo lo era. Todos saben que no fui la cereza del pastel mientras crecí por aquí. Mis amigos estaban en Madrid y yo básicamente pasaba mis vacaciones enclaustrada en casa, leyendo mucho. Un cliché de mi parte. ¿Pero qué puedo decir? Soy una ironía andante, me enamoré de mi mejor amigo.

—Sí, así que dame esta bandeja y arréglate un poco.

—Mamá, no entiendo —le entregó la bandeja a una chica y me arrastró hasta mi habitación. ¿Qué le pasaba a mi mamá y por qué estaba actuando tan raro?

Se metió en mi closet y sacó una blusa azul y pantalones cortos color caqui. Colocó mis deportivas blancas al lado de la cama. —Date una ducha.

—Mami, pero no entiendo.

Solo salió se mi habitación y me dejó sola con esta incertidumbre de quién podía ser.

Axel no era la opción, puesto que me lo habría dicho. Eso estaba segurísima ¿Quién era entonces?

Termino dándome una rápida ducha y suelto mi cabello rizado. No estoy para nada producida, pero al menos no parezco un cartel andante sobre la depresión.

Salgo de mi cuarto y me dirijo a la sala de estar por completo desconcertada. Al enfocar la vista, casi creí que debia de cambiar de cristales porque no podía ser posible de que él estuviese aquí. 

Él gira al sentir mis pasos. —Hola, ángel. —parecía nervioso y mi corazón no dejaba de latir como loco en mi pecho—. ¿Cómo estás?

Es increíble que Matías esté aquí. 

—Bien, ¿Pero qué haces aquí? No entiendo —Todavía estoy sorprendida por verlo y me siento bastante extraña. Nunca imaginé que cumpliría su palabra.

—Sabía que estabas triste y pensé que podía hacerte algo de compañía.

Él no sabe cuánto agradezco ese gesto. Por lo que me acercó a él y lo abrazo tan fuerte que puede decirme que lo estoy aplastando. Pero es que este detalle logró que mi corazón lo guardara para siempre. Matías era importante para mí. Demasiado.

—No tenías que venir. Tienes tanto trabajo. Hay cosas más importantes que consolar a una llorona —expresó bastante apenada.

—Todo es cuestión de perspectiva, tú me pareces muy importante y debía estar para ti. —Ya iba a llorar de nuevo. No faltó demasiado para que él lograra eso—. No llores, ángel.

—No sabes cuánto valoro esto.

—Lo hice por ti. Te aprecio demasiado  Mel y pienso que en lo que puedo ayudarte. Lo haré. No me gusta no verte y saber que estás mal.

Yo sentía que no merecía a un chico como él de amigo. Era el ser humano más especial, hermoso y lleno de los más bellos sentimientos que podía tener una persona.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora