Capítulo 27

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Está semana ha ido bien he participado en dos cirugías con Matías y es una de las mejores cosas que me ha pasado en estos últimos días. Él me hace reír en estos momentos tan tristes. Y ya falta menos para mí graduación. De hecho, dentro de un mes término mi internado. Axel está con su novia en sus días libres arreglando todo para el matrimonio que será dentro de unos meses. Casi no lo he visto y es mejor así. Así el sufrimiento será menos.

Estoy en la cafetería del hospital y siento un movimiento en la silla de al lado. Volteo y me encuentro a Matías que me sonríe de la forma más dulce.

—¿Por qué esa carita tan triste? —me pregunta con cariño.

Trato de sonreírle. —No tengo nada. Cansancio —Le doy la respuesta que le digo a todo mundo. Aunque no era mentira, estaba agotada por todo.

Asiente, pero me sigue viendo escrutadoramente. —Tengo poco tiempo de conocerte en persona, pero desde antes somos amigos y sé que estás triste. Tu mirada se empaña —él pone su mano encima de la mía como gesto de apoyo.

—Problemas personales, solo eso —le digo sin más.

—¿Qué tipo de problemas? Si se puede saber —luego se sonroja por lo que dijo—. Disculpa por entrometerme. No es necesario que me respondas.

No sé si contarle, él me da confianza para hacerlo, pero tengo miedo de que piense que soy una niña tonta. —Nada de lo que preocuparse —le doy un sorbo a mi café quitando mi atención para evitar soltar todo lo que guardo dentro de mí.

—Está bien si no quieres contarme, yo lo entiendo. Pero acéptame una invitación a almorzar.

Unas enfermeras en una mesa cercana escucharon lo que me dijo y enseguida se colocaron más cerca para oír mejor. No eramos ajenos a las habladurías, pero Matías tenía un punto ganado. A todo el mundo le dijo que nos conocíamos de años y lo dejaron pasar. Aunque siempre estaba el chismoso que quería ver más de lo que había. Como si fuéramos novios.

Ja, ojalá pudiera enamorarme de alguien como él.

Ahora tengo que responder a su invitación y estoy bastante indecisa. Es la primera vez que me invitan a comer alguien que no sea de mi grupo de amigos. Todos saben mis problemas con las relaciones amorosas.

—No quiero que la gente se forme ideas.

—Nadie se va a formar ideas. Además, no soy tan viejo para que me digan que estoy aprovechándome de ti. A mis ventaseis todavía no estoy en la senectud.

—Yo tengo veintidós. Eres muy joven para ser titular. Mis compañeros tienen aproximadamente esa edad. Mi amigo Axel tiene casi tu edad.

—Era una especie de ratón de biblioteca y con mi loco cerebro, no ayudaba a mantenerme al mismo ritmo de mis compañeros. Me gradué a los veintiuno de cirujano, luego hice la especialización —Dice sin ningún rasgo de petulancia—. Además, tú también eres muy joven.

—Muy cierto, pero yo no soy superdotada.

Hace un gesto de cerrar la boca con sus manos, yo entiendo porque lo dice, no le gusta hablar de ello. —Mantengámoslo como un secreto ¿por favor? —Asiento—. Gracias Amelia, en realidad tú eres la única que entiende eso. Todo el que conozco se vuelve loco cuando se enteran.

—No soy superdotada, pero más o menos entiendo tu situación. Era lo mismo conmigo en la secundaria. Todo el mundo en mi pueblo lo sabía.

—Difícil, ¿no? —vuelvo a asentir—. ¿Entonces? —juguetea con las palmas de sus manos en la mesa haciéndolo ver como un niño.

—¿Entonces qué? —contraataco su pregunta.

— ¿Vienes a comer conmigo? —y hace una especie de puchero que me hizo sonreír. Cualquiera que lo viese pensaría que es un chico normal, pero tiene un trabajo demasiado demandante y la vida de muchas personas en sus manos.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora