Me había quedado dormida en medio de la película y noté que estaba abrazada a Matías y con mi cabeza metida en el hueco de su cuello. Él descansaba mientras me abrazaba como si no quisiera dejarme ir.
Podía ver por la ventana que el sol había empezado a esconderse. Después de llegar nos encerramos a ver una serie y luego comenzamos con la película, pero debía estar muy cansada que caí rendida al poco rato que esta iniciar.
Estaba calentita, cómoda y no me quería levantar, pero mi vejiga peleaba y fui al bajo a hacer lo mío. Cuando regresé él estaba en la misma posición que lo dejé.
Decidí dejarlo y ser una novia chismosa, no de buscarle el teléfono, sino de curiosear su casa. Me fui a su oficina, era uno de los sitios que más me gustaba de su apartamento. Era de colores cálidos y entraba mucha luz por la ventana. Pero lo que más amaba era la biblioteca que era casi gigante. Casi que la envidiaba. Había cientos de libros allí. Muchos de medicina, sobre todo cardiología y cirugía. Pero también habían de mecánica y algunos de ciencia ficción y suspense.
Matías parecía el sueño de cualquier lectora. Era demasiado perfecto para ser verdad. A veces tenía miedo de que fuera solo una ilusión, pero hasta ahora no parecía. Tenía tanto de conocerlo y siempre ha sido así.
En su escritorio estaba abierto un libro de cirugía. Su laptop estaba a su lado. Al accionar el panel, ella encendió y tenía clave. Volví a apagarla y seguí en mi recorrido. Vi las fotos que adornaban allí. Había de él y sus padres con una chica que supongo que debe ser su hermana. La otra era de nosotros dos, la que nos tomamos en la Ermita de Santa justa.
Mi corazón latió acelerado cuando la vi. Era un honor estar en ese sitio. Porque era importante. Las personas que él más amaba estaban allí. Tenía una foto de nosotros y eso hizo que mi corazón se volviera loco.
Sentí pasos y alcé la mirada para verlo. —Pensé que te habías ido.
—¿Quieres que lo haga?
Negó. —Nunca, te guardaría en mi bolsillo si así pudiera tenerte cerca.
—Quien te ve de duro en el hospital y dices puras cositas tiernas.
Se rio. —Solo tú me haces decir cosas tiernas.
Si él era un oso de peluche, aunque intentase negarlo.
—Vamos a hacer la cena —dije.
—Pidamos comida, yo lo único que sé hacer es sopa y sándwiches. No pidas más de mí.
—No, haremos pizza casera. Y tarta tres leches.
—¿En serio? Suena complejo y yo solo sé que soy un desastre. Pidamos la cena.
Me pareció graciosos que el señor capacitado para todo no supiera cocinar.
—Nada de eso. Tu estomago agradecerá la comida casera. Vamos.
Llegamos a la cocina y revisé los ingredientes que tenía. Al notar que faltaban algunos decidí anotarlos en una lista para que él fuera a comprarlos en el supermercado que quedaba cerca mientras yo preparaba el bizcochuelo.
Mi teléfono sonó y reconocí quién era por el tono. —Hola, mamá.
—Hola pequeña. ¿Dónde estás?
—En casa de Matías, estoy preparando la cena.
—Mi otro hijo y tú deben venir a verme. Ya te extraño aquí. —me encantaba que ella ya le tuviera aprecio. Se la ganó en esos días que fue a verme a Santillana. Ella estaba agradecida por el apoyo que me brindó en mi momento más oscuro.
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Hasta que el sol vuelva a sonreír
Teen Fiction¿Cuál es el cliché más grande de todos los tiempos? Enamorarte de tu mejor amigo. Soy Amelia y tenía una existencia normal, sin nada resaltante en ella. La típica historia, no podía negarlo. Mi vida social era casi nula, el cero a la izquierda. Has...