Capítulo 57

1.1K 121 8
                                    

—¿De verdad me amas? —preguntó con un poco de inseguridad al alejarse de mí.

Mi Matt, era tan inteligente, tan brillante, pero era tímido para esto. Y yo lo amaba tanto. Porque con sus pequeños gestos, me ha hecho la mujer más feliz del mundo.

—Sí, te amo, eres todo, Matt.

Vi que sus ojos brillaban y me di cuenta de que tenía lágrimas en ellos. Seguramente los míos eran un reflejo de los suyos, porque yo también estaba al borde del llanto. Pero de felicidad.

—Te amo tanto, Amelia. —volvió a besarme, pero dejando pequeños roces repetidos—. Tuve tanto miedo cuando los vi y escuché que lo querías, creí que te iba a perder. —su frente se pegó con la mía y me perdí en sus ojos—. Yo no estaré listo nunca si decides acabar con lo nuestro. Me estaba muriendo. Pensé que se había acabado mi tiempo de intentar una oportunidad contigo. Pero si lo hubieses elegido, lo habría aceptado, porque lo único que quiero es verte feliz.

Yo nunca dejaré de asombrarme ante la manera de amar de Matías. Podía sonar a tópicos, pero yo sabía que todo lo que decía era real. Sería capaz de ello. El mismo me llevaría ante Axel así le doliese en el proceso, porque me quería a pesar de todo. Pero él era mío. Mío para quererlo y demostrarle lo mucho que se metió en mi corazón.

—No me vas a perder, Matías. Yo te amo. Creo que siempre estuve algo enamorada de ti. Desde que te vi algo dentro de mí lo supo. Te abracé acabándote de conocer, porque creo que mi alma lo sabía. Sabía que serías tú. Solo que estaba ciega. Desde que te volví a ver, te volviste en el hombre que me enamoré, loca y perdidamente. Haces mi mundo mejor.

—Y tú el mío. —me besó varias veces y yo me entregué—. Amo todo de ti, Amelia Islas. Desde tu corazón hasta el último centímetro de tu piel. Tuve fe.

—Nos tuviste fe. Y por eso estamos hoy aquí. Juntos.

—Eres mi milagro —susurró antes de unir nuestros labios.

Lo beso más duro que al principio y como en una coreografía que parecía practicada con mucho tiempo, le quité su camisa y la tiré lejos. Él hizo lo mismo con mi pantalón y lo desató del nudo que lo sostenía.

Poco a poco fui tocando su pecho, su abdomen y su espalda, entregándome al momento en que ambos estábamos viviendo. Éramos el uno para el otro, nos teníamos hasta que el destino lo decidiera.

Nos separamos y él arrebató mi camisa del cuerpo. Yo estaba en braguitas y brasier deportivo. Nada elegante, pero su mirada, su mirada era la ventana de su alma y me hizo sentir la mujer más hermosa.

—Te amo, Mel.

Yo sabía que era así.

—Te amo, Matt.

Me alzó en brazos y yo me aferré a su cuerpo. En el camino nos besábamos como dos locos, la pasión siendo la estrella del instante. Aunque siempre tuve ese montón de miedos, hoy no eran parte de mí. Confiaba en él, confiaba en mí, confiaba en nosotros.

Lo que empezó siendo una amistad, se convirtió en verdadero amor.

Me dejó sobre la cama y nuestras miradas se encontraron, había tanta alegría en él que yo no podía dejar de admirarlo. Este chico me amaba con todo lo que era, y yo lo hacía devuelta. Porque juntos éramos mejor.

—Te deseo, Matt. Por favor.

—Nunca ruegues por algo que yo también quiero —él me quitó mi sujetador y fui libre para él—. Eres tan bonita, no puedo creer lo afortunado de que seas mía.

—Tuya completamente.

Su boca se detuvo en cada lunar que halló, como si estuviera haciendo un mapa de mi cuerpo. En cada beso susurraba lo mucho que me amaba y yo me abandonaba al deseo que sentía. Lo atraía más cerca de mí.

Hasta que el sol vuelva a sonreírDonde viven las historias. Descúbrelo ahora