Entrego la carpeta para que la firmen, el doctor que estaba allí me sonrió y yo estaba casi que me ponía a gritar en el proceso.
—Oficialmente ya es médico, lo demás es solo protocolo. —di un grito que de emoción y abracé a mi jefe. Estaba demasiado feliz.
Lo había logrado.
La chica que salió de casa, becada y con un montón de sueños por delante lo había logrado. Yo, Amelia Islas era médico al fin.
—Gracias, Doctor Ramírez.
—No cambies, tu amor por la profesión hace mucha falta. Es un orgullo para nuestra facultad y hospital que haya recibido la mención honorífica.
Pese a todo, a mis primeros tropiezos, a las noches sin dormir. A la frustración de que a veces todo se me viniese encima, estaba lista, yo había salido de ello. Y con honores en mi título. Estaba aquí hoy, a unos meses de mi acto de grado. Era una victoria en mi vida.
Salí de su oficina. Ayer fue mi última guardia como interna de medicina. El primer escalón ya estaba listo. Yo sería lo que siempre soñé. Al fin una de mis metas estaba realizada.
Apenas crucé el pasillo vi a Axel venir con la misma carpeta que yo. No habíamos hablado mucho en estos últimos días. Todo había cambiado. No era lo mismo. Y me dolía, porque él era aparte del chico que amaba, también era mi mejor amigo. Compartimos tanto que ahora está lejanía me parecía horrible. No me gustaba en lo que se convirtió nuestra amistad.
Pero hoy solo quería tener de regreso a mi amigo. Ese que fue mi apoyo por tanto tiempo. No quería pensar en su novia, ni la forma en que me cuidaba de Matías como si fuera un hermano mayor. No pensar en él como el hombre del que me enamoré, solo como mi amigo.
—¡Axel!
Él se giró al escuchar mi voz, había un tormento en su mirada y quería saber más que nada lo que se lo había causado.
—Amelia, está todo listo.
Asentí. Y corrí a darle un abrazo. Pensé que podía rechazarlo, pero no fue así. Pasó sus brazos a mi alrededor y me atrajo a su pecho.
Yo lloré en el proceso y él me sostuvo. Parecíamos los de antes, los chicos que se conocieron antes de entrar a una clase de matemáticas. Los que se hicieron amigos pese a tener miles de diferencias.
—Estoy muy orgullosa de ti, Axel. Sé que Bianca debe estar feliz por ti.
Él sollozó en mi hombro, lo había logrado. Él que pensó en dejar todo en el momento en que la perdió, pudo terminar todo. Era un profesional que sabía que iba a ayudar a muchas personas. Sabía lo mucho que amaba su profesión.
—La extraño tanto, Amelia. Me hubiese encantado que ella estuviese aquí. Todos.
—Tu familia está aquí contigo, puede que no los veas, pero están. —señalé su pecho—. Aquí, por siempre, en cada paso que des, lo estarán.
—No entiendo por qué si es un momento feliz me siento tan mal. —me rompía el corazón escucharlo así, nadie merecía eso.
—Porque los amas, pero ellos están en ti. No lo olvides nunca.
Se limpió las lágrimas en el proceso. Entendí que eso era lo que tenía cuando lo vi. Acumulaba su dolor y no lo sabía manejar. No me imaginaba nunca estar en esa posición. Me moriría en el proceso.
—Vamos, te brindaré un helado —dije como en los viejos tiempos—. Hay que celebrar esto.
Fuimos rumbo a la heladería cerca de la facultad, íbamos hablando de todo al igual que en el pasado. Se sentía casi una normalidad entre nosotros dos. Una que no quería que acabara de nuevo. Deseaba que todo fuera como antes.
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Hasta que el sol vuelva a sonreír
Teen Fiction¿Cuál es el cliché más grande de todos los tiempos? Enamorarte de tu mejor amigo. Soy Amelia y tenía una existencia normal, sin nada resaltante en ella. La típica historia, no podía negarlo. Mi vida social era casi nula, el cero a la izquierda. Has...