Cinco meses después había llegado el gran día. El momento en que quizás de niña imaginé tener y luego en mis primeros años de adultez pensé que no iba a suceder porque me creía no merecedora de amor. Ahora todo nos trajo a este momento.
Era el día de mi boda.
No puedo negar que me costó mucho dormir la noche anterior, sobre todo porque me prohibieron ver a mi chico y quedarme con él. Sabía que pronto nos mudaríamos a nuestra nueva casa me tenía con un poco de miedo al futuro. Era un paso grande el que daríamos.
Entre los dos comparamos una casa, bueno, mi pequeño sueldo, y mis hermanos me ayudaron con mi parte como regalo de bodas, ahora era el lugar en donde ambos nos mudaríamos, todo era nuevo, hermoso y lo mejor de todo es que lo habíamos decorado los dos.
Era nuestro nuevo hogar.
Estaba emocionada, no podía negarlo. Me casaría con el hombre que a mis ojos era el más maravilloso del mundo. El mismo que amaba con todo mi corazón. Vivir con él sería como tener una fiesta de pijamas todos los días con tu mejor amigo, así que eso me tenía feliz.
Imaginaba el futuro, ambos trabajando, llegando a casa y siendo una pareja unida. Ser un equipo. Y tener hijos, era mi sueño ser mamá.
Luego de que le conté de mi compromiso a mi madre, ella crepitó por el teléfono y prácticamente se mudó conmigo para ayudarme a los preparativos de mi matrimonio. Ella y la madre de Matías se hicieron las mejores amigas y organizaron todo. Y no me puedo quejar porque con mi residencia y el trabajo de Matías se nos hacía difícil. Aunque también dimos nuestra opinión para que tuviera nuestro toque personal.
Decir que todo mundo se lo tomó bien, era una rotunda mentira. Leo intentó disuadirme diciéndome que era muy joven para hacerlo. Le expliqué que ya era una adulta y que tenía veinticuatro años, que podía tomar mis decisiones. No sé si soy una romántica empedernida, pero creo que para el amor no hay edad. Y yo estoy muy segura de mi amor por Matías.
Además, él mismo se casó a esta edad, por lo que no tenía derecho a juzgar.
Pero a veces me entraba la duda, no de la boda, sino que me daba miedo que Matt y yo nos lastimáramos.
Así que, en contra de las reglas arcaicas de mi madre, decidí acabar con este silencio. Aunque no puedo decir mucho, porque anoche hablamos hasta después de la medianoche.
¿De verdad quieres casarte conmigo?
Ya está, se lo había preguntado. Sé que él me pidió matrimonio, pero la gente se podría arrepentir.
¿Por qué piensas eso?
Porque vas a perder tu vida de soltero, eres joven y mucha gente te dirá que enloqueciste.
No recibí el escribiendo, sino una llamada de vídeo.
—¿No quieres casarte conmigo?
Tan pronto como eso salió de su boca, me hizo sentir mal.
—Obvio que quiero casarme contigo. Pero y si te arrepientes luego.
—Amor, siempre he sabido que te quiero en mi vida. No perdería el regalo hermoso que significas en mi vida. No puedo esperar a que estemos juntos de esa manera.
De nuevo me enamoré más de él y poco a poco el miedo se fue disipando. —Yo te amo a ti, Matías. Gracias por no cansarte de mis cosas.
—Esas cosas que te molestan, son las que me hacen amarte, Mel. Nos va a ir bien. —hizo una pausa y esperé—. No puedo esperar a verte con tu vestido de novia.
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Hasta que el sol vuelva a sonreír
أدب المراهقين¿Cuál es el cliché más grande de todos los tiempos? Enamorarte de tu mejor amigo. Soy Amelia y tenía una existencia normal, sin nada resaltante en ella. La típica historia, no podía negarlo. Mi vida social era casi nula, el cero a la izquierda. Has...