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Los rayos del sol me dan en la cara al despertarme.

Abro lentamente los ojos hasta que lo único que veo es el cielo azulado de Chicago.

Suspiro ruidosamente hasta que decido levantarme e ir a comer algo.

Camino descalza por el lugar hasta que llego a la cocina, abro el refrigerador, pero sólo encuentro un queso a la mitad, dos huevos y un pepino podrido.

- Joder, debo de ir a comprar comida o moriré de hambre.- gruño.

Dejo a un lado el apetito que siento y me ducho para estar limpia, una vez en el agua siento mis músculos relajarse ya que siempre se encuentran tensos y adoloridos.

Suspiro y cierro los ojos mientras las gotas caen sobre mi cuerpo.

E inevitablemente pienso en esos sueños tan extraños que siempre tengo.

¿Quién es ese señor que se cuela en mis pensamientos?

¿Quién era yo después del accidente?

¿Tuve una vida?

¿A una familia?

¿Quién soy yo?

Una vez que estoy lista, salgo de la ducha desnuda y camino por el apartamento sin ropa y chorreando, llego al pequeño mueble que está al lado de mi cama.

Tomo un pantalón de mezclilla, una playera negra ajustada y una sudadera gris, y me coloco unos tenis blancos.

Una vez cambiada, regreso al baño, limpio el espejo empañado y me observo.

Mis ojos negros se ven cansados y tienen ojeras, mi rostro está apagado y con golpes del día de ayer.

Trato de cubrirlos con un poco de maquillaje, pero a duras penas funciona.

Cepillo mis dientes y mi cabello rubio, dejo que se seque por si solo y salgo del sitio.

Una vez en el exterior, camino hasta que llego a una tienda pequeña, tomo lo necesario, unos macarrones, leche, queso, mostaza, maicena, pimienta y mantequilla.

Una vez que pago todo salgo con La Bolsa en mis manos mientras la agito de un lado a otro.

Veo a las personas caminar apresuradamente, todas se ven apagadas y cansadas, ¿o solo soy yo que estoy harta de la vida que tengo?

No lo sé.

Mis pensamientos se ven interrumpidos al recibir una llamada de mi amigo, tomo el teléfono y me siento en una banca cerca de una cafetería.

- ¡Hola princesita!- grita.

- Harry.

- ¿Cómo estás? ¿Qué tal la pelea de ayer?

- Bien, gane.

- ¡Eso! Sabía que iba a ser pan comido para ti, eres una guerrera.

- Claro.- bufo.- ¿Tú cómo estás?

- Bien, conseguí un trabajo en un bar de lujo, las personas ricas son raras.- me rio.- ¡Por cierto! Necesitamos un camarero, ¿qué dices, te apuntas?

- No lo sé, sabes que mayormente estoy entrenando.

- Ay vamos, Alan es buena persona y entenderá si tienes otro empleo aparte de pelear clandestinamente.- se ríe.

- Seguramente me pedirán mis expedientes y todo eso, sabes que no cuento con nada de lo que piden en los trabajos, no sé de dónde vengo, ni quién fui antes, no sé ni mi nombre completo.

- Es Len, eso sí lo sabes.- suelto un suspiro.

- Sabes que no.

- Bueno, pues dile la verdad.

- Ah, claro.- sonrío.- Les diré que desperté en un hospital con heridas graves en el cuerpo, que perdí la memoria y que lo único que tenía a la mano era un collar destrozado con el nombre de "Len" sí, seguro que así me contratan.

- Pues la jefa del lugar es bastante flexible, hablaré con ella, ¿de acuerdo?

- Bien.- pongo los ojos en blanco.

- ¿Nos vemos está noche?

- En mi casa, trae comida.

- Vaya, se ve que te mueres de hambre.- nos reímos.- Me tengo que ir, llegare tarde a mi segundo trabajo, nos vemos.

- Adiós.

Harry y yo nos conocimos en el hospital, él estaba internado gracias a que casi cae en coma por sobredosis, hablamos, entendimos que nuestras vidas eran una mierda y así surgió nuestra amistad.

Cuelgo el teléfono y me pongo de pie, pero al momento de girar chocó contra una chica pelirroja, tiene el cabello hecho un desastre, una falda larga de cuadros cafés, botas negras y playera del mismo color.

Observo como el líquido marrón cae en su ropa.

- Joder.- gruñe mientras se limpia.

- Lo siento.- me apeno.

- Está bien, fue un accidente.- sus ojos miel caen sobre mí. Vaya, son realmente hermosos.

- De veras lo siento, no te vi.

- Descuida.- sonríe de lado.- De todas formas esta playera ya no me gustaba.

- ¿Cómo puedo compensartelo?

- No hace falta.- hace un ademan con su mano.

- Te daré dinero.

- No.- habla.- Así está bien, no te preocupes.

- Pero.- me corta.

- Déjalo, comprare otra playera, debo de llegar a mi trabajo a tiempo.- revisa su reloj que está en su muñeca derecha.

- ¿Segura?- alzo una ceja.

- Sí, mira.- me observa.- Fue un accidente, no te vi y tú no me viste a mí.

- De acuerdo.- suspiro.

- Soy Merida.

- Len.

- Que raro nombre.- frunce el ceño mientras sonríe.

- Lo sé.- imito su acción.

- Me gustaría seguir hablando, Len, pero tengo que irme o no llegare.

- Sí, claro, no te quito más tiempo.

- De acuerdo.- suspira.- Nos vemos.

- Adiós, Merida.

Se aleja con pasos rápidos hasta que desaparece entre la gente.
Joder, ¿por qué siempre me pasan cosas malas a mí?

¿Qué hice en mi vida pasada que ahora estoy pagando las consecuencias?

Fin del juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora