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Preparo mi maleta para irme a Rusia, meto todo lo necesario en ella, que es ropa, bragas y armas.

Amarro mi cabello en una alta coleta y salgo con la maleta en mis manos, una vez que estoy fuera de la casa, veo que Ryker lleva un pantalón de mezclilla, playera negra y lentes del mismo color.

El sol del día de hoy ilumina más que otras veces.

- Jamás te había visto así.- digo mientras sonrío.

- ¿Así?- frunce el ceño.

- Con ropa informal.

- No debemos de llamar la atención.

- Está todo listo jefe.- dice Abel.

- Bien, es hora de irnos Len.- toma mi maleta y se la pasa al moreno.

- Vámonos.

Nos subimos al auto y arrancamos, el camino es silencioso y eso hace que me de sueño.

Ayer no pude dormir ya que de nuevo tuve una pesadilla en donde el mismo hombre me decía que cada vez estaba más cerca de saber quién era.

¿Qué significaba eso?

- ¿En qué piensas?- susurra Ryker a mi lado.

- Jamás he salido del país, ni quisiera que salido de Chicago.- lo miro.

- ¿En serio?- abre un poco los ojos.

- Sí.

- ¿Tienes miedo?- dice burlón.

- No.- aparto la vista de él.

- Vamos, si aceptas que tienes miedo no pasará nada.- me aprieta un muslo.

- Ya te dije que no tengo miedo.

- Bien.- trata de reprimir una sonrisa burlona.

- Me voy a dormir, me despiertas cundo estemos en el aeropuerto.

- De acuerdo.

Recargo mi cabeza y cierro los ojos.

Trato de dormir, sin embargo me es imposible ya que aquel misterioso hombre sigue colándose en mis pensamientos.

De pronto, siento una mano tomarme del rostro y acercarme a un hombro fuerte.
Su aroma me invade, haciéndome sonreír un poco y por fin conciliar el sueño.


•••


- Llegamos.- siento unas manos moverme bruscamente.

- Joder.- me froto los ojos en un vago intento de despertar.

- Deja de estar de floja y levántate, tenemos cosas que hacer.- veo que Ryker ya no lleva las gafas de sol.

- Cállate.- salgo del auto y me percato de que estamos en una pista de aterrizaje enorme con un avión grande y sin gente ni otros aviones a nuestros alrededores.

- ¿Qué tal dormiste?- dice el pelinegro llegando a mi lado.

- ¿Dónde estamos?- evado su pregunta.

- En una pista de aterrizaje.- dice como si fuera obvio.

- Lo sé, ¿pero por qué no hay más gente?- comenzamos a caminar hacia el avión.

- Ah, porque lo compré.- dice como si nada.

- Ah, claro, todo el mundo tiene uno.- subimos.

Entramos y tomamos asiento cerca de una ventanilla.

- ¿Quieres algo de beber o de comer?- pregunta frente a mí.

- ¿Qué hay?

- No lo sé, déjame ver.- se pone de pie y desaparece por el pasillo.

Me quedo sentada, ya que temo de que esta cosa despegue sin avisar, ¿qué tal si una llanta falla y muero?

Soy demasiado joven para morir.

Trueno mis dedos en un vago intento de alejar esos pensamientos absurdos, no tengo porqué temer, todo va a salir bien.

- Hay salmón, papas fritas y las hamburguesas que te gustan.- dice Ryker llegando nuevamente a mi lado.

- Ya no tengo hambre.

- Pero no has comido nada desde la mañana, ¿cómo no vas a tener hambre?

Me quedo callada, con la vista fija en él.

- ¿Tienes miedo?- hunde las cejas.

- No.- me cruzo de brazos.

- ¿Entonces por qué estas tan nerviosa?

- Por la misión.- miento.

- No puede ser, Len. Le temes a los aviones.- se ríe un poco de mí.

- ¡No es verdad! Le temo a las alturas, ¿qué tal si un ala se rompe y caemos o si hay una tormenta y morimos?

- Eso no va a pasar.- sigue con esa estúpida sonrisa en el rostro.

- No quiero comer porque sé que vomitare después.

- Señor, ya estamos listos.- dice el piloto.

- Bien.- se sienta a mi lado y me abrocha el cinturón.- Todo va a salir bien, lo prometo, sabes que jamás dejaría que algo te pasara.

- Pero.- me corta.

- Tranquila Len, toma mi mano.- me la da.

De pronto, siento el avión moverse, haciendo que me aferre a la mano que me extendió Ryker.
Hace una mueca de dolor al sentir mis uñas clavarse en su piel, pero aún así no se aparta.

Quién diría que ese témpano de hielo podría llegar a tener un corazón algo lindo.

Fin del juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora