Epílogo

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- ¿Es todo?- dice el hombre frente a la chica.

- Lo es.- ella está despreocupada, mientras mira por séptima vez en todo el rato que lleva hablando a la pared de su derecha.

- ¿Esperas que me crea eso?- suelta un bufido.

- Como quieras.- lo mira con intensidad.- No me importa si me crees o no.

El hombre, desesperado por su altanería, se levanta mientras se revuelve el cabello canoso.

- ¿Si esa historia es real, entonces dónde está él?

La chica lo mira, directo a los ojos.

- Por ahí.

- ¿Qué respuesta es esa?

- Una en donde trato de ganar más tiempo.- sonríe de lado.

- ¿Para qué? De aquí no saldrás.

- ¿Ah no?- alza una ceja mientras no deja de sonreír.

- ¿Por qué crees que lo harás?

Se acerca a ella y la mira, tiene que reconocer que sus ojos negros son profundos y llamativos.

- Porque estuviste tan concentrado en un cuento que no te diste cuenta de que ya no hay nadie.

Con asombro, sale del pequeño cuarto, y efectivamente no hay nadie.

- Maldita.- no le da tiempo de terminar su frase ya que se escucha una explosión, haciendo que él caiga al suelo aturdido.

La chica esposada también sale algo lastimada, pero no le importa al ver que él se acerca a ella con pasos decididos.

- ¿Qué te dije de ser sigilosa?- la regaña.

- Cállate y libérame.- contesta.

Lo hace, ayudándola a ponerse de pie.

- Hora de irnos.- sonríe con malicia el tipo pelinegro.

- Vámonos.- contesta la rubia.

El policía los ve alejarse, no puede moverse ya que la taza que estaba en la mesa cayó en su pierna en pedazos, clavando una parte de ella en su muslo.

El pelinegro se sube a la camioneta, y tras él va ella.
Una vez en la camioneta los dos se miran con lujuria y orgullo.

Juntan sus labios en un beso desesperado y desaparecen sin dejar rastro alguno.

Fin del juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora