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- La desgracia te persigue.- se ríe de mí Harry mientras comemos papas fritas en el sofá de mi casa.

- ¡Lo sé!- grito con la boca llena.

- Oye, ¿no será que alguien te ha hecho brujería?- susurra y yo me rio ruidosamente de él.

- No seas estúpido, eso no existe.

- ¿Quién dice que no?- sus ojos negros caen sobre mí.- Sabes que es real.

- El simple hecho de que sueñes con cosas que van a pasar y se cumplan, no significa que seas un brujo.- ruedo los ojos.

- Es que sólo piénsalo, la vida que llevas es un asco, para empezar.- comienza a enumerar las cosas malas que me han pasado.- Nos sabes nada de tu pasado, no sabes si tienes o tuviste una familia, tu único trabajo es pelear clandestinamente, que por cierto eres buena.- sonríe.- Tienes sueños raros con un hombre que no le ves el rostro y siempre te va mal, como hoy que chocaste con esa pelirroja. Alguien te ha hecho brujería. 

- Que no.- grito desesperada.- Sólo me va mal y ya.

Nos quedamos callados unos segundos antes de que el rubio retomara la conversación.

- ¿Nunca has pensando qué fue de ti antes del accidente?

- Sí.- suspiro.- Me gusta imaginar que antes tenía una madre que me amaba, un padre que estaba orgulloso de mí y una hermana de diez años. Todos vivíamos en Nueva York felices, en una de las casas más lujosas de ese lugar.

Sonrío, como si ese recuerdo fuese real.

- Pero sé que eso es imposible, nadie me buscó después de despertar en el hospital herida, nadie me llamo ni nada por el estilo, es como si...- mi voz suena triste.- Como si estuviera viviendo una nueva vida, sin amigos ni familiares.

Mi vista está en un punto no específico.

-  Hey, me tienes a mí.- sonrío mientras lo miro.

- Gracias.

- ¿Qué tal si fuiste parte de una organización secreta y estabas huyendo de ella ya que descubriste cosas que eran prohibidas, el coche te atropello y perdiste la memoria?- me rio.

- No lo creo.

- Es que no logro comprender cómo es que sabes pelear y manejar armas a la perfección. Te digo, fuiste parte de algo grande.

- No lo sé.- tomo un sorbo de mi refresco.

- Siento que algo interesante te va a pasar.- suspiro mientras niego con la cabeza.

- Deja de creerte brujo.- nos reímos.

- Cállate.

- Mejor dime si le pediste a tu jefa el trabajo para mí.

- ¡Oh!- pasa el bocado.- Claro, le conté todo.

- ¿Todo?- abro los ojos.

- Sí, tal vez modifique un poco las cosas, le dije que tuviste un accidente de auto en el cual perdiste la memoria y ahora no conoces nada de tu pasado ni tu nombre, que buscas trabajo y que eres buena peleando también ya que antes trabajabas para un hotel como guardia de seguridad.

- Ah, seguro que con eso me contrata.

- Claro, me dijo que la próxima semana te hablara para ver en qué podrías trabajar.

- ¿No me dijste que de camarera?- frunzo el ceño.

- Sí, pero al parecer ayer por la noche renuncio un guardia de seguridad porque dijo que las cosas que hacían allí eran malas y no quería involucrarse en eso.

- ¿Qué cosas?

- No lo sé, yo sólo sirvo tragos.- se encoge en hombros.

- Bueno, pues ya veremos qué dice.

••••

Llego al lugar en donde entreno, como era de esperarse, es de mala muerte, las paredes están pintadas por fuera, dándole un aspecto horrible.

Me adentro al sitio, frente a mí tengo un ring enorme, a mi derecha una oficina pequeña y al rededor algunos sacos grandes y pesados en donde hay personas entrenando.

- ¡Len!- grita mi entrenador alto y fuerte.

- Hola.

- ¿Lista para practicar?

- Sí.- dejo la mochila en una esquina y comienzo a vendarme las manos.

- Genial, le diré a alguien que pelee contigo.

- Bien.

Alan es buena persona, él me ayudo cuando más lo necesite, siempre estuvo ahí para mí desde el primer día en el que llegue a este lugar pidiendo trabajo.

Dijo que en cuanto me vio entrar supo que iba a ser una de sus mejores luchadoras.
Peleábamos clandestinamente, ya que de ese modo se ganaba más dinero que en una pelea legal.

- Bien, comiencen.- dice mientras alzo los puños.

Golpeo con todas mis fuerzas a la chica que esta frente a mí, es pelinegra y muy bajita, pero aun así sus golpes son letales y duelen.

Después de dos horas de entrenamiento, decido que es momento de irme a casa a descansar.

- Oye, la siguiente semana habrá otra pelea, esta será más grande.- dice Alan mientras guardo mis cosas.

- ¿En serio?

- Sí, será por nivel, empezaras desde cero hasta que llegues a la cima.- dice animadamente.

- Ya veré.

- ¿Cómo que ya verás?- frunce el ceño.

- Sí, he pensando en conseguir un empleo.

- ¿En serio?- se sorprende.

- Sí, Harry se encargo de eso, y la siguiente semana tendré que ir a una entrevista de trabajo, si es antes la pelea no podré llegar con un ojo morado.- me coloco la mochila.- Si es un día después, pero consigo el empleo, tendremos que minimizar los entrenamientos.

- Ay.- su rostro se pote triste.- Bien, como quieras, ya veré a quién más le diré.

- Vamos, sabes que aceptaría, soy la mejor que tienes.- sonrío.- Pero debo de ganar más dinero, lo que me das no me alcanza ni para comer.

- Bueno bueno.- alza los brazos en señal de rendición.

- ¿Lo entiendes?

- Sí.

- Bien, nos vemos después.- sonrío antes de irme.

Sólo espero que ese trabajo me traiga cosas buenas en mi vida, porque las necesito.

Fin del juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora