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De niña, Natasha solía imaginarse en un quirófano salvando la vida de las personas. Nunca hubiera imaginado que era su propia vida la que tendría que salvar.

Metió la mano en su mochila para sacar un cuchillo y lo usó para romper un pedazo de su remera, el cual ató alrededor de su torso intentando hacer un torniquete. Antonio intentó voltear para verla, pero los rusos detrás de ellos volvieron a disparar.

Por el espejo retrovisor, Natasha vio que el ruso que disparaba metía su cabeza de vuelta al auto, por lo que aprovecho para enderezarse y pasarse al asiento del copiloto, sentándose en el regazo de Antonio. El adulto colocó una mano en su cabeza para mantenerla agachada, pero Natasha le quitó el arma que tenía en su cintura y apuntó hacia el auto que los seguía. Cuando el ruso se asomó, disparó tres veces. Dos dieron en el auto, y solo la tercera golpeó el cuello del hombre.

Observó como el auto iba perdiendo velocidad hasta que finalmente lo dejaron atrás.

—¡¿Qué demonios está mal contigo?! —espetó Jay.

—¡No esperaban que abramos fuego! ¡Los sorprendí y se fueron! —se excusó.

—¡Le disparaste a alguien!

—¡A alguien que estaba intentando matarnos!

—¡Abriste fuego en el medio de la calle! —volvió a gritarle, mientras Antonio se aseguraba que ya nadie los siguiera—. ¿Dónde diablos aprendiste a usar un arma? Tienes como catorce.

—No tengo catorce, y mi padre era de la Marina. Aprendí a disparar antes que a leer —respondió, levantando el arma. Antonio le quitó el arma cuando le apuntó.

Observó sus manos, cubiertas de su propia sangre y temblando con furia. Antonio se dio cuenta de eso, por lo que cubrió sus manos con las suyas para calmarla.

La pelirroja dejó caer su cabeza contra la ventanilla, cansada, pero el detective la sacudió para evitar que se duerma. Ella pestañó varias veces, tratando de despabilarse.

—Detective, vas a tener que... sacar la bala.

—¿De qué estás hablando? Yo no puedo hacer eso.

—Te guiaré. He visto a mi madre hacerlo cuando era pequeña —aseguró—. Tengo un botiquín en la mochila.

—No —respondió él—. Jay, ve al Chicago Med. Natasha, no voy dejarte morir.

La chica apoyó su frente en el hombro del adulto. No tenía fuerzas para quejarse, pero tampoco las tenía para enfrentarse a la policía. Antonio era un policía demasiado correcto, iba a querer arreglar aquella situación legalmente, siguiendo las reglas.

BLACK WIDOW (Chicago P.D)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora