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Una sonrisa divertida se formó en su rostro al ver a la pelirroja mirando la televisión con tanta concentración. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que habían visto esa película vieja e icónica, la habían dejado en CD los inquilinos anteriores y el hombre se aseguró de conseguir un DVD para reproducirla, solo porque sabía lo mucho que a Natasha le gustaba.

Se sentó en el sillón a su lado y le dio una taza de café, antes de servirle un poco de Vodka a su taza y sentarse a su lado. Natasha no despegaba la mirada de la tele.

—No saben que están muertos —susurraba a la vez que el protagonista—. Solo ven lo que quieren ver.

La nostalgia lo invadió por un momento. En Rusia, Iván y él solían juntarse casi todos los fin de semanas para salir de fiesta. Cuando el mayor se estableció, comenzó a salir menos, pero nunca dejó de ver a Dimitri por lo que cambiaron las noches de boliches y bares por cenas y películas los cinco juntos. Ver el Sexto Sentido era un ritual, por lo que ambos se sabían los diálogos de memoria.

—Tasha, tenemos que hablar.

—¿También vas a darme el sermón de que Jay no es bueno para mí? —preguntó sin mirarlo.

Dimitri frunció el ceño.

—¿Tú y Halstead...? —comenzó, pero se interrumpió—. No, olvídalo. No estoy listo para esta conversación. Ya eres una mujer completamente capaz de tomar tus propias decisiones.

—Gracias. Adam está espantado y Antonio ya me dio el sermón —dijo como quien no quiere la cosa mientras tomaba su café—. Es una estupidez.

Dimitri sentía la sangre hervirle y notaba que su ojos izquierdo comenzaba a temblar, así que decidió cambiar de tema.

—Encontré a alguien que nos va a ayudar. Dominick Leto.

—Suena europeo.

—Lo es. Inglés, más específicamente. Pero peleaba con nosotros. Se esconde en una cabaña en un bosque aquí en Estados Unidos.

—¿Vamos a ir a verlo?

—Así es, princesa. Así que ve a preparar un bolso. Nos iremos de viaje unos días.

Natasha sonrió al oírlo llamarla por aquel apodo. Según él, la llamaba de esa manera desde que había nacido, porque eso era para todos ellos. La princesa de la casa.

Dimitri dejó a Natasha preparando un bolso con ropa para unos días y él salió en busca de provisiones. No sabía cuánto tiempo iban a estar afuera, así que compró mucha comida y llenó un bolso con cosas de primeros auxilios por si acaso. Cuando guardó todo en el baúl, sacó su teléfono, tipió una dirección y envió el mansaje antes de subirse al auto y comenzar a manejar hacia el lugar del encuentro.

Aún no estaba el hombre que había citado, pero él podía esperar con mucha paciencia toda la noche, no era una molestia. Había pasado días enteros en la misma posición en sus misiones hasta que el objetivo aparecía, podía crearse todo un mundo en su cabeza para mantenerse ocupado mientras tanto para evitar sucumbir ante el sueño o las necesidad básicas. Era lo primero que aprendió en Afganistán.

No fue necesario esperar toda la noche (gracias a Dios, porque Natasha se iba a enfadar si le llevaba el helado derretido) porque el hombre que esperaba llegó pocos minutos más tarde. Ambos bajaron de sus autos y quedaron frente a frente, el rubio se veía mucho más tenso que Dimitri.

—No voy a perder el tiempo con advertencias estúpidas o amenazas vacías. Tú sabes las cosas que hice por encontrarla.

—Yo mismo te puse las esposas, Garald. Por supuesto que lo sé.

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⏰ Última actualización: Jun 23 ⏰

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BLACK WIDOW (Chicago P.D)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora