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Natasha se dejó caer con pesadez en la cama, mientras Antonio cerraba todas las ventanas de la habitación.

En el rostro de la muchacha se podía ver un rastro de lágrimas secas, con su delineado y el labial rojo fuerte corridos. Se sacó los zapatos y la peluca rubia dorada.

Antonio se sentó a su lado y le miró los brazos y cuello, marcados por las manos fuertes del hombre que la había atrapado robándole. La pobre chica lo había llamado llorando oculta en un callejón cuando logró escapar, dándole un codazo en la garganta que lo dejó aturdido gracias a que el hombre estaba demasiado borracho.

No podía ir a la policía, eso era obvio, por lo que corrió hasta que sus pies no pudieron más y llamó al detective, quien tardó menos de diez minutos en recogerla. Natasha seguía sin querer decirle donde vivía, y por razones obvias Antonio no podía llevarla a su casa, así que, se dirigieron al hotel más cercano, frenando en una farmacia para comprar pomada para golpes.

Las manos de la chica aún temblaban por el susto, por lo que Antonio las tomó entre las suyas.

—¿Me quieres contar?

—Me equivoqué —confesó—. Creí que ya estaba inconsciente, pero no. Se levantó cuando le quité la billetera y me agarró de los brazos. Me empujó hacia una esquina y luego me apretó el cuello. Gracias por aparecer cuando te llamé.

Antonio asintió y colocó una mano en su nuca para acercarla a él. La chica lo abrazó. En tres años, nunca había fallado de esa manera, ni siquiera las primeras veces. El adulto se separó para comenzar a cubrir las marcas con la crema.

—¿Las clases funcionaron?

—Lo golpeé en la garganta, como me enseñaste —respondió la chica—. Me dio tiempo a huir.

Natasha alzó la cabeza para dejar que Antonio pasara la pomada por su cuello, antes de que las marcas rojas comenzaran a verse moradas.

—Pasa la noche aquí —le dijo, limpiando la crema de sus manos—. Y ponte esto todos los días.

Natasha agarró la crema para dejarla a su lado en la cama. Cuando Antonio hizo el amague de levantarse, la chica lo tomó de la mano. Él la miró a los ojos, confundido.

—No quiero estar sola.

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El milagro que Willhite estaba esperando había sucedido: Natasha había pasado la noche.

El sol comenzaba a asomarse cuando Antonio abrió sus ojos. Se había quedado dormido de manera inmediata cuando apoyó su cabeza al lado del cuerpo de la adolescente, y durante poco menos de dos horas nadie lo había molestado. Sin embargo, Natasha estaba en un estado muy débil y necesitaba atención del doctor Willhite, que muy temprano en la mañana fue a verla. Antonio se alejó para dejarle lugar mientras le cambiaba el suero.

BLACK WIDOW (Chicago P.D)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora