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Pasó una mano por su rostro, sintiendo una molestia en su nariz, y abrió los ojos, para ver que era el cabello de Natasha lo que le hacía cosquillas.

Intentó quitar su brazo de debajo de ella pero la muchacha estaba recostada sobre él y sostenía su mano. No había manera de levantarse sin despertarla, y la verdad era que se veía demasiado tranquila y a gusto, así que se inclinó para mirar la hora en el reloj que tenía en la mesa de luz. Habían pasado pocas horas desde que conciliaron el sueño y aún faltaba para ir al Distrito.

La tensión entre ellos no había desaparecido, todo lo contrario, aumentó con el pasar de los días. Esa chica lo volvía loco, y en todo lo podía pensar era en besarla y tocarla durante toda la noche.

La adolescente a su lado desprendía un calor corporal que lo invitaba a quedarse en la cama con ella durante horas, así que se permitió acomodarse, pasando su brazo libre por su cintura para acercarla a él. Sin embargo, la chica soltó un quejido de dolor.

—¿Estás bien?

Natasha balbuceó algo antes de intentar seguir durmiendo, pero Jay la destapó, despertándola por completo.

—Cielos, Natasha. ¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó, observando la zona morada en el torso de la chica.

Ella gruñó, intentando taparse de nuevo.

—Se está curando.

—Eso no se está curando —replicó el hombre.

La muchacha no respondió. Volteó, colocándose sobre él, y comenzó a besar su cuello.

—No te va a funcionar —avisó Halstead. Soltó un suspiro cuando sintió los labios de la chica succionando su piel—. Cielos, eres terrible —se quejó y acarició su espalda desnuda.

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Secando su cabello con una toalla, Natasha salió del baño y se dirigió hacia la sala. Agradeció haberse vestido con su ropa, porque se encontró con tres pares de ojos que la miraron directamente.

Dawson y Voight estaban parados alrededor de la mesa, revisando lo que parecían ser algunos papeles, y Halstead la miraba desde la cocina. El sargento le hizo una seña para que se acerque a ellos.

—Hablamos con los rusos —le dijo directamente. Ella frunció el ceño, confundida—. Llegué a un acuerdo con ellos. Te van a dejar ir a cambio de dinero y que borre sus expedientes de la base de datos de la policía.

—¿Lo vas a hacer? —preguntó.

Voight asintió.

—Estos son tus nuevos documentos —le dijo—. Te conseguí una visa de estudiante.

BLACK WIDOW (Chicago P.D)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora