Todos tienen un secreto. El del detective Antonio Dawson tiene nombre y apellido: Natasha Solovióv, también conocida como la Viuda Negra.
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Halstead perdió el control del auto, pero llegó a poner un brazo delante de la pelirroja para mantenerla pegada al asiento cuando recordó que no llevaba el cinturón de seguridad. El coche chocó contra el semáforo, afortunadamente sin lastimar a ningún peatón.
Natasha notó que el agarre de Halstead sobre ella se debilitaba. Sacó su brazo de encima y con cuidado se inclinó sobre él. Detrás de sus piernas seguía su mochila, la cual con dificultad logró agarrar. Desesperadamente, la chica buscó el sobre amarillo donde guardaba todo lo que pertenecía a su padre en su época de soldado. Sacó el pendrive que buscaba dejando todo lo demás, del bolsillo pequeño sacó un monedero de tela tejido a mano que pertenecía a su madre, donde guardó el pendrive y luego lo metió en el bolsillo del pantalón de Halstead, manchándolo de sangre. Luego, metió la mano en el otro bolsillo y tomo su celular para guardarlo en el bolsillo de su chaqueta.
Finalmente lo miró. El auto había chocado contra su costado, provocándole un corte en la sien izquierda por el impacto. Natasha colocó dos dedos en su cuello y soltó un suspiro cuando encontró su pulso.
La muchacha lo sacudió, sacando un quejido de su parte. Despacio, el hombre abrió los ojos. Apretó los párpados e hizo una mueca de dolor, pero no tenían tiempo que perder. Miró a Natasha.
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Tú puedes caminar? —Jay asintió y se desabrochó el cinturón de seguridad—. Tenemos que irnos.
Natasha vio una camioneta blindada estacionarse enfrente de ellos y dos hombres salieron de ella armados. La gente alrededor gritó y corrió lejos.
—No tienes más bombas molotov, ¿no?
—Me quedé sin Whisky —respondió Natasha.
Jay le pasó su mochila y la rusa salió del auto, para esperar a Halstead escondida. Cuando el hombre llegó a su lado, los rusos comenzaron a dispararles. El rubio colocó una mano en su nuca para que agache la cabeza.
Halstead aprovechó una ventana de tiempo que le dieron los desconocidos para dispararles, forzándolos a esconderse, y tomó la mano de Natasha para comenzar a correr, siendo seguidos muy de cerca. Cruzaron la calle y se metieron entre dos casas que estaban divididas por una cerca de color blanco. Oyeron los gritos de la dueña de la casa, pero ellos la ignoraron y siguieron corriendo, pasando a la casa de al lado con los rusos pisando sus talones.
Natasha tenía una mano sosteniendo la de Halstead y la otra la usaba para tapar su herida, que dolía cada vez más. Jay la jaló para que se apurara cuando llegaron a la calle y los autos casi los llevan por delante.
Los disparos de sus perseguidores dieron en el suelo, alrededor de ellos, por lo que Jay buscó un escondite con rapidez, hasta que metió a Natasha en el edificio más cercano.
