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Podía mentir y decir que estaba tranquilo, que no le preocupaba en lo absoluto lo que pasara a continuación. Pero la verdad era que no tenía ni idea de qué hacer para proteger a la adolescente que por pura suerte había salido con vida de la improvisada cirugía que practicó.

Entró a la habitación para encontrarse a Jay y Natasha en la misma posición en que los dejó. Natasha dormía en la cama boca arriba, tapada con la chaqueta de Jay, y el rubio tenía sus ojos fijos en ella para asegurarse que aún respiraba. Dejó en la cama vacía lo que había comprado, quedándose solo con un analgésico y una botella de agua en la mano.

—¿Algún cambio? —le preguntó. Jay pareció dudar unos segundos, pero finalmente negó.

El morocho se acercó a Natasha y se sentó a su lado.

—Nat, despierta —susurró.

Natasha apenas comenzó a despertar luego de unos minutos, siendo el rostro de Antonio lo primero que vio. El mayor la tomó de la nuca y la ayudó a enderezarse para que tome agua. Hizo lo mismo con la pastilla para el dolor y volvió a darle agua.

La pelirroja se volvió a recostar.

—Ya te sentirás mejor —susurró.

Ella asintió.

—Debemos seguir antes de que nos encuentren —murmuró haciendo fuerza para levantarse, y fallando en el intento.

Antonio corrió los mechones de cabello que caían por su frente.

—Nos quedaremos un par de horas, Nat, hasta que te sientas mejor.

Aunque Natasha intentó deshacerse de su agarre para levantarse de la cama, el cansancio volvió a vencerla y se quedó dormida otra vez. Aprovechando que dormía, tomó la botella de alcohol etílico que Natasha tenía en su botiquín y mojó una gasa para limpiar su herida y evitar que se infecte. La muchacha se quejó entre sueños, pero no se despertó.

Antonio guardó las cosas en la mochila de Natasha otra vez, la dejó en la mesa de luz al lado de la chica y se sentó en la otra cama, mientras Jay no se movió del sillón que había colocado a los pies de la cama de la pelirroja. Durante unos minutos, ambos miraron a Natasha descansar, como si tuvieran miedo de que se les fuera mientras dormía.

Sin embargo, Antonio sabía que le debía a Jay una explicación. Y el movimiento constante en la pierna del rubio delataba lo ansioso que se sentía en ese momento.

—Antes de trabajar en Inteligencia, cuando estaba en la unidad Antidrogas, un informante nos dio el dato sobre un traficante ruso de bajo nivel con el que tenía problemas, Nikolaj Vidovic, pero cuando lo arrestamos no tenía la droga que nos prometieron—empezó a explicar. Jay giró levemente para mirarlo—. Teníamos solo cuarenta y ocho horas para encontrar la droga y conectarla con él o debíamos dejarlo libre.

—Si lo soltaban iba a matar al informante —adivinó Jay.

Antonio asintió.

—Vidovic terminó quebrándose y confesando que fue asaltado en el bar de un hotel por una mujer que él creyó que era una prostituta. Lo drogó y esperó hasta que se desmayara. Cuando despertó todo lo de valor, incluyendo la droga, había desaparecido junto a la mujer. Lo único que encontró fue un mensaje escrito en el baño con labial rojo. «No pudieron conmigo.» Sin firma. Lo presionamos un poco más y resultó ser que no era el primer criminal en ser asaltado por esta mujer.
»Decidimos mantenerlo entre nosotros para no asustarla y que se esconda. Armamos una misión de encubierto, varios detectives fuimos a diferentes bares.

Jay frunció el ceño.

—¿Cómo sabían a qué bares ir?

—Vidovic nos dio una lista de otros criminales que fueron asaltados, todos en diferentes bares —explicó—. La reconocí enseguida. Usaba la misma peluca rubia que usó con Vidovic, lentes de contacto azules y un saco color café. Me senté a su lado pero me descubrió enseguida. La seguí afuera del bar y... la tenía, Jay. Pude haberla entregado. Pero parada enfrente mío, con las manos alzadas, mirando mi arma muy asustada, me di cuenta de que... era solo una niña.

—Y decidiste darle una oportunidad —completó Jay.

Antonio asintió, recordando levemente aquella noche. Recordaba el miedo de la muchacha, sus ojos, azules en ese momento y muy brillosos, no perdían de vista el cañón del arma, y sus manos temblaban. Aún así, había manejado la situación de la mejor manera que pudo.

No había sido su intención encontrarla. Él, al igual que todas las personas que conocían a los hermanos, creía que la muchacha había muerto en el accidente cuando la policía encontró su cabello y sangre en la escena y lo subieron al sistema, encontrando una coincidencia en la base de datos de la policía de Nueva York.

Cuando Natasha le confió su verdadera identidad, supo que no había cometido un error al no entregarla.

Los hermanos Solovióv habían acudido a la policía dos veces, y ambas veces el sistema les había fallado. Él no podía fallarle también. No otra vez.

—¿Eso es todo? —volvió a hablar Jay—. ¿La encontraste, te dio pena y la hiciste tu informante?

—Eso es todo lo que necesitas saber, Jay —respondió el mayor, levantándose de la cama.

Se acercó a la ventana. Estaba todo demasiado tranquilo y aquello le daba desconfianza.

—Creo que deberías darme un poco más de información —refutó el rubio—. Ella sabía que si dejaba sangre en la escena la iban a subir a la base de datos y la reconocerían. ¿Por qué estaban sus datos en el sistema?

—La arrestaron en Nueva York, pero desecharon los cargos.

—Increíble —soltó Jay, sonriendo incrédulo—. No dejas de sorprenderme.

Antonio cerró la cortina y lo miró, pero decidió pasar por alto su comentario y se acercó a Natasha. Respiraba entrecortadamente y aún se veía muy pálida. Las venas alrededor de sus ojos se marcaban, se veían de color violeta. Tocó su frente, notando que estaba fresca.

Volvió a mirar al rubio.

—No está caliente.

Jay suspiró y decidió bajar un poco la guardia. Ya le pediría explicaciones más adelante.

—Eso es bueno. Significa que por ahora no tiene ninguna infección.

Antonio asintió, pero no pudo responder cuando oyó el chirrido de las ruedas de un auto en el estacionamiento del hotel. Le hizo una seña a Jay, quien enseguida se arrodilló al lado de Natasha para estar listo por cualquier cosa.

El mayor abrió un poco la cortina para asomarse, pero una bala atravesó la ventana, obligándolo a pegarse contra la pared. Sacó su arma de su cintura y miró a Jay.

—Nos encontraron.

Halstead tomó a la chica en brazos, despertándola de golpe. Sus manos se aferraron sin fuerza a la camiseta del detective cuando la dejó en el piso, al lado de él, y tiró la cama para que les sirva de escudo. Halstead se colocó sobre ella para cubrirla, protegiendo su cabeza.

Antonio tiró la otra cama y se cubrió con ella, preparado para dispararles.

Estaban rodeados.

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Capítulo cortito, pero el siguiente está mejor. Se los prometo. Qué les está pareciendo la historia de Natasha? Btw, al inicio del capítulo la tienen rubia, como Antonio la conoció.

Me gustaría que dejen sus comentarios dándome sus opiniones, siempre es bueno leerlos.

Gracias por leer❤️

BLACK WIDOW (Chicago P.D)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora