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El cabello pelirrojo de Natasha estaba desordenado sobre la almohada. Antonio vio los ojos de la muchacha moverse debajo de los párpados mientras una enfermera colocaba nuevas vendas en sus dedos.

El frío de la mañana se colocaba por algún lugar de la habitación, por lo que la enfermera cubrió el cuerpo de la chica con la manta antes de retirarse. Antonio se sentó a su lado otra vez, observándola. Su rostro había recuperado color y sus labios, naturalmente rosas y gruesos, ya no se veían maltratados ni resecos.

Agarró su mano, cuidando de no tocar sus heridas.

Al no alimentarse de la manera correcta durante los últimos años sus defensas estaban bajas, por lo que sus heridas iban a tomar un tiempo en sanar, pero mientras ninguna bacteria la atacara iba a estar bien.

Oyó la puerta ser abierta, por lo que volteó para encontrarse a Jay.

—¿Alguna novedad?

—Ninguna. ¿Los rusos?

—Siguen sin aparecer —respondió—. Voight aún no ha hablado con Ruzek.

—Mejor, prefiero hablar con Natasha antes —Halstead asintió, comprendiendo—. ¿Qué haces aquí?

—Te relevo. Deberías ir a descansar un poco, yo me quedo con ella —se adelantó a aclarar, antes de que su compañero se quejara.

Antonio apretó los labios. No quería dejar a Natasha, le debía estar a su lado, pero llevaba ya casi dos días sin levantarse de esa silla. No le haría daño ir a su casa a bañarse, dormir un poco y comer algo. Además, le debía a Laura una explicación, al igual que a sus hijos.

Finalmente asintió y dejó un beso en la frente de la pelirroja antes de apretar el hombro de Jay, agradecido. Él asintió.

Cuando traspasó la puerta, el rubio miró a Natasha como si esperara que la muchacha se levantara en ese momento. Por supuesto, Natasha no lo hizo, y él soltó un suspiro, sentándose en la silla. Sacó de su bolsillo las esposas que Voight había insistido que llevara, pero en lugar de usarlas para atar la muñeca de Natasha las dejó en la mesa de luz que había al lado de la cama.

Hasta que no encontraran a los rusos, Natasha aún estaba en peligro, por lo que debía estar constantemente vigilada. Todo parecía estar tranquilo y Jay no creía que los rusos fueran a aparecer ese día, era demasiado pronto, lo más probable era que se mantuvieran lejos del radar durante un tiempo.

Entre sus dedos índice y pulgar sostuvo el pendrive. Entre todo el drama, Halstead no había encontrado el momento adecuado para hablar con Antonio sobre qué harían con él, y mucho menos había visto lo que contenía. Había elegido no contarle nada a Voight, hablaría antes con Dawson y dejaría que él decidiera qué hacer.

BLACK WIDOW (Chicago P.D)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora