CAPITULO 35

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AURORA

Mientras iba caminando hacia la puerta, me preguntaba qué pasaría esta noche.
A dónde me llevaría.
Estaba nerviosa. El pulso se me aceleraba por cada paso que daba. Por cada vez que respiraba.

Cuando me planté enfrente de la puerta, inspiré y expiré hasta encontrarme preparada.

Hasta que lo hice.
Y cuando lo hice, mi respiración se cortó.
Ahí estaba.
Lucía con su sonrisa de siempre, dejándome ver su hoyuelo.

Él, me repasó de arriba a abajo con la mirada, hasta llegar de nuevo a mi rostro.

- señorita renacuajo, estás preciosa.

Sonreí e hice lo mismo que él había hecho.
Vestía unos pantalones vaqueros con una camisa negra.

- tú también, señor Casper. ¿Y tú chaqueta? - alcé la ceja apoyándome en el marco de la puerta.

- eh.. no hace tanto frío.

- lo que tú digas. Si coges un resfriado te mato. A delante señor casper.

Le dí una de mis mejores sonrisas, dejándole espacio para que pasara.

- gracias señorita renacuajo.

Se adentró hacia la casa.
Cerré la puerta y fui tras él, hasta que llegamos al salón.

- vaya, que bonito.

Salí del pasillo y llegué junto a él.
Sonreí al darme cuenta de lo que se trataba.
Nuestros cuadros estaban en el salón, pegados en la pared.
Mi padre amaba los cuadros, los paisajes. Más si eran hechos por mí. A él, siempre le encantaba, siempre me decía los bonitos que eran, aunque no me hubiese salido bien. El estaba ahí, para animarme, para hacerme crecer.
Así que no le importaría que colgara estos cuadros. Estos cuadros tienen demasiado significado para nosotros.

- así, cuando te vayas y no tenga a quien recurrir, miraré nuestros cuadros.

Hugo soltó una pequeña sonrisa y me observó. Nuestros ojos chocaron por un instante.

- siempre estaré para ti, incluso cuando esté en el otro lado del mapa.

Mis labios se fueron curvando hacia arriba, enseñándole los dientes.

- gracias Casper...- susurré - lo mismo digo.

Asintió y volvió a mirar hacia los pequeños cuadros.

- bueno, ¿recuerdas eso que te dí?¿las entradas?

- si...- abrí los ojos como platos y hablé emocionada - ¡¿vamos a ir ahora?!

- vamos a ir ahora. Para eso te los regalé.

Caminé dando pequeños saltitos de alegría hacia mí dormitorio, donde guardaba las entradas.

A la mierda los zapatos.
Agarré mis converse, que llevaba desde los 14 años. Mi acompañante de aventuras.
Mis converse .

Cuando tuve las entradas en mis manos, anduve de nuevo hacia el salón , donde ahora, Hugo estaba sentado sobre el sofá.

- me alegro que la pintura roja saltara.

Rodé los ojos, haciendo que recordara aquel día que pusimos mi casa patas arriba. Claro que me acordaba.

Agarré mi chaqueta de cuero, pasándomelo por los brazos, dejandomela desabrochada.
Ordené rápidamente lo que estaba desordenado en la pequeña mesa donde se situaba el sofá, pero lo que me dijo Hugo hizo que me congelara.

- iremos en moto. - soltó haciendo que me quedara quieta de repente, como una estatua.

- ¿acabas de decir moto?- me giré hacia él, lentamente.

Neverland, Al nunca jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora