Muerte en la Guerra.
A lo largo de 60 años, una isla ha surgido al sur del océano pacífico, provocando la guerra entre países, peleando por un territorio del tamaño de Europa.
De insultos, hasta virus mortales, son algunas de las maneras en las que...
Llevaba corriendo una eternidad, el tiempo y su maldita necesidad de ir como quería y mi maldita capacidad de sentirlo diferente.
Por obviedad, mi paso fue bajando y mi respiración subiendo. Una cosa es correr en un partido por cuartos, teniendo descansos, otra muy diferente es correr a la velocidad que tu voluntad te lo permita, sabiendo que hay vidas en riesgo.
Mi piernas ardían, pero no quería dejar de correr, me obligaba a hacerlo, había visto como arrastraban a mis compañeros y como lanzaban a Maboy. El pequeño gato estaba en quién sabe dónde o cómo. Espero se lo hayan llevado, y si le hicieron algo, juro que lo pagarían con sangre.
Trataba de seguir corriendo, trataba de seguir respirando, trataba de seguir el paso, trataba de seguir de pie.
Sentía mi cuerpo temblar, me ardían las piernas y mis pulmones estaban que querían explotar. ¡Carajo! Debía seguir corriendo, debía ir tan rápido como al inicio. El rastro de los camiones seguía ahí, el sol dejó de pegar tan fuerte, no había nadie para detenerme.
¡Mierda, solo tenía que esforzarme! Solo tenía qhe seguir corriendo y llegar ¿y si había algún enemigo por ahí? Tenía que correr, sentía mi cuerpo caliente y el sudor correr por mi rostro.
Vamos, puedes hacerlo, tenía que hacerlo, no había otra opción. Comencé a sentirme débil, pero tenía que seguir. Traté de ir más rápido, vamos estúpida, más rápido.
Mi trote aumentó, sentía que podía comenzar a volar en cualquier momento. Las fuerzas que había sacado habían sido inhumanas, ¿O adrenalina?
Corrijo, sentía que ya estaba volando. Trataba de correr como me habían enseñado.
Alternando los brazos que estaban rígidos, de abrir mi eje lo más que podía para correr, trataba de que mis piernas fueran al mismo ritmo para no caer. Veía el camino, evitando las piedras grandes. Ésta parte del país era increíblemente árida, pero a unos kilómetros había un mar, era negro sin importar cuando fueras.
Una que otra vez fui ahí, las olas escasean, la brisa suele ser suave, mis hermanos solían hacer castillos de arena. Ellos-
¡No! Concéntrate, tenía que saber que darle órdenes a mi cuerpo, naturalmente podía caerme, podía escuchar los gritos de mis hermanos, sus llantos, la voz de mi mamá, la risa de papá, la respiración de James. El tacto de Maboy, mierda, ese gato no había estado conmigo más de un día y ya lo amaba.
Sentía que me faltaba el aire, comencé a ver todo borroso, pareció que vi todo en cámara lenta, como el camino se elevaba ¿O yo me acercaba a él? Luego, solo sentí mi cuerpo golpearse, después solo oscuridad.
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Abrí los ojos lentamente, un dolor en la cabeza apareció poco después y me mareó. Miré mi reloj. Mierda.
Me quedé inconsciente unas 5 horas, eran las 11 am, y el sol decidió golpearme bruscamente.