Bueno, aquella casa seguía sin inspirarme confianza.
No solo era el recuerdo que tenía sobre ella, también lo que transmitía.
Saqué la cuerda de la mochila, por si acaso y la apreté.
Alejada, entre la penumbra, la casa, o lo que quedaba de ella, se mantenía imponente. Los escombros a sus lados me parecían tenebrosos ya que en ellos se podían distinguir figuras amorfas.
Parecía que en cualquier momento podrían cobrar vida, levantarse y atacarme sin piedad, después de haberme perseguido para aumentar mi miedo para que el asesinato se vuelva más interesante, y después me corten pedazos de piel de a poco, mientras me muestran cómo se las comen riéndose se mí a la vez que me desangro y sufro lentamente para luego morir a sus manos por veneno y ácido.
Deberías escribir un libro, tu imaginación es impresionante.
— Prefiero el bosque —insistí, ignorando a esa vocesita, después de que mi mente comenzará a jugar conmigo.
— Si bueno, yo no, es la casa en mejor estado, en lo que cabe y el bosque a estas horas es peligroso, digo ¿Qué nos podría salir ahí? Probablemente nos coma o algo —alegó.
Fruncí el ceño.
Te saldrán arrugas.Miré nuevamente la casa y analicé las opciones.
Morir por escombros psicópatas asesinos o por animales salvajes.
En ambas mueres ¿Cuál es la ventaja de cada una?
— ¿Qué te asegura que hayan animales? —murmuré.
— ¿Lo quieres averiguar? —la verdad sí.
Me seguía pareciendo mejor el bosque, al menos para mí.
Pero mis hermanos, de ellos no estoy tan segura, se tomaban de las manos mirando el lugar.
Hice una mueca y suspiré.— Bien, vamos, a la casa, pero hay que ser discretos —decidí aunque estaba segura de que habrá más ocasiones en las que tendré que decidir lo mejor para todos y no solo para mí.
Mario hizo un movimiento de euforia.
Presumido.
Rodé los ojos.
— Dada —me llamó Lukas—. Tengo sueño.
Bostezó.
— Mhmm, aguanta —dije.
— Pero me duelen los pies —siguió.
— A mí también —se unió Mika.
Contuve aire y luego lo solté lentamente.
Solo son 30 metros.— Bien, vamos súbete —me agaché, quedando a la altura de Mika, para que subiera a mi espalda y le lancé la mochila a Mario–. Tú también.
Cuando Mika se subió y se aferró bien, cargué a Lukas y lo abracé por la espalda.
— Pesan más de lo que parece —me quejé.
Si algo me ataca, estaríamos perdidos.
Comenzamos a caminar hacía la casa, más lento unos que otros.
— Apúrate Mario, llevo dos niños y voy más rápido que tú.
— Ya voy, ya voy —se quejó arrastrando los pies.
– Fue tu idea, defiéndela antes de que se me ocurra algo para contradecirte –amenacé.
Al aproximarme al lugar, mi estómago se revolvía más.

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Azul Tormenta
Historical FictionMuerte en la Guerra. A lo largo de 60 años, una isla ha surgido al sur del océano pacífico, provocando la guerra entre países, peleando por un territorio del tamaño de Europa. De insultos, hasta virus mortales, son algunas de las maneras en las que...