31. Caja de papel

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Sobra decir que cuando volví, todos me observaron curiosos y sin disimulo, poca importancia tenía ya, arreglar el asqueroso corte que me había hecho estaba en las últimas cosas pendientes de mi lista de prioridades, la cuál era variada:

1.- Matar al presidente (algo ya obvio para este punto)
2.- Decirles a mis hermanos sobre papá.
3.- Elaborar el plan para el objetivo 1.
4.- Hablar con James, y eso incluía decirle sobre el beso, después de todo, él no tenía la culpa de mis problemas.
5.- Contactar a Merek.
6.- Comer helado de limón, quizás con James.

Si bien, las prioridades eran importantes, eso no significaba que lo haría en ese orden.  Al entrar a la sala de juntas -que también era nuestro comedor "privado"- todos se callaron.
Reí por lo bajo y me dirigí a mi silla, me senté, apoyé mis codos en los laterales de mi asiento, junté las manos y crucé las piernas.
Al instante me bombardearon con preguntas, cada vez hablando más fuerte y rápido, impaciente, levanté una mano y todos se detuvieron, menos Landon.

— ¿Qué carajo te pasó? —preguntó señalando mi cabello.

— Se encogió, siguente pregunta.
Landon sonrió lobuno y asintió.

— Mario no sabe absolutamente nada más allá de que estaba en un huevo, lo que no tiene sentido —continuó Daniel—. Explícanos tú. Desde el inicio.

Entorné los ojos, buscando a mis hermanos, los cuales me miraban expectantes. No podía decirlo así como así, debía tener tacto, al menos con ellos dos.

— El hombre con el que nos reunimos, me dijo algo que me confundió.

— ¿Te confundió? ¿Solo eso? —cuestionó Daniel.

— ¡Te lanzaste del puto edificio! ¡DEL MÁS ALTO! —gritó Landon. Y no me arrepiento.

— Adalid, sé sincera, por favor, todos aquí entramos en pánico cuando te vimos desaparecer ¿Qué pasó? —insistió Daniel.

— Es difícil de explicar —con mis hermanos aquí.

— Lid, tú no eres así, tan vaga en tus respuestas —comentó Osiris.
Miré a mis hermanos. Tragué saliva y crucé los brazos.

— Niños, salgan, hablaré con ustedes después —pedí y al instante reprocharon, ambos—. Prometo decirles que pasó, pero tengo que hablar con ellos primero.

— ¿Ahora qué ocultas? —se quejó Mika—. ¿Tan indiferentes somos para ti? ¡Queremos saber! Estamos cansados de tus excepciones.

— Nos excluyes de todo —susurró Lukas.

— De verdad, es mejor si les digo en privado después, ahora debo-

— ¡Siempre es después!¡Queremos saber que pasa ahora! —interrumpió Mika—. Esto también nos afecta ¿qué no te das cuenta?

Sus ojos enrojecidos, sus puños apretados y su mirada de odio, dolía en cada parte de mí.

— Mika... —todos estaban callados, mirando como discutíamos, pero no podía concentrarme en ellos.

— ¡Deja de tratarme como si no supiera nada de lo que está pasando! —me levanté de mi asiento, empezando a molestarme.

— Les diré después, ahora, salgan, por favor —mi voz salió dura, eran mis hermanos, pero mi paciencia no era infinita.

— ¡Deja de mentir! ¡ya no somos pequeños! —cerré los ojos tratando de no explotar, otra vez.

— ¡Deja de fingir ser mamá! ¡ELLA YA ESTÁ MUERTA!

Habían muchas cosas que podía soportar de Mika, muchas, que me insulte, desprecie, o grite, pero no pude aguantar ese comentario y lo intenté, de verdad que sí, pero todo ser humano tiene límites y yo no iba a ser la excepción.
Las palabras salieron de mi boca, sin poder detenerme o controlar lo que dije o como lo dije. Sin poder notar la repugnante mirada que le dirigí.

Azul TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora