Muerte en la Guerra.
A lo largo de 60 años, una isla ha surgido al sur del océano pacífico, provocando la guerra entre países, peleando por un territorio del tamaño de Europa.
De insultos, hasta virus mortales, son algunas de las maneras en las que...
La noche, fría, oscura y solitaria comenzaba a desaparecer, siendo reemplazada por los tenues colores que tanto conocía el mundo.
El sol aún no era visible, sin embargo, los reflejos de sus rayos ya se podían ver y yo aún no llegaba a ningún lado. A menos que la estúpida carretera con rastros de lodo fuera lo que buscaba, siendo eso mi victoria.
Ya no sentía mi cuerpo, pero extrañamente me seguía moviendo en automático. Era desesperante la velocidad a la que iba, es decir, un niño que apenas había salido del hospital por una pierna rota podría ir más rápido que yo.
¿Tenía sueño? Sí, bastante, los bostezos eran tan constantes como mi respiración, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano podía seguir de pie. Seguía viendo borroso y apenas podía pensar con claridad. La cabeza me latía, no podía concentrarme lo suficiente como para saber si iba al ritmo de mi corazón, aunque parecía que era más lento y fuerte.
La fantasiosa necesidad de darme un buen baño y comer una enorme galleta me perseguían desde hace un par de horas, en momentos olvidaba donde estaba, pero a los segundos todo volvía de golpe junto a una punzada en el cerebro.
El sol salía a un extremo, su luz comenzaba a golpearme. La cabeza me dolía más, me era más difícil no caer al suelo inconsciente, mis ojos pesaban bastante y mis extremidades comenzaron a dejar de sentirse.
- Mierda -quería vomitar otra vez, y así lo hice. Mis manos se apoyaron en mis rodillas, me incliné, dejando salir el vómito. Volvió a dolerme la garganta y mi cabeza palpitaba aún más fuerte.
Sentía que iba a volver a desmayarme, mi cuerpo empezó a tambalear. Me alejé del vómito cómo pude, cuando estaba en el centro del camino, mis piernas se enredaron y caí.
Cerré los ojos al ver la parte del cielo que aún estaba oscura, me perdí en sus colores, buscando en ellos alguno semejante a los ojos de él. ¿Por qué te busco en todos lados, James? ¿Por qué siempre a ti?
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Mi cuerpo se tambaleaba de un lado a otro, no exageradamente, era más como si estuviera en algo que se moviera, pero era un poco tosco algunas veces, aún tenía los ojos cerrados, pero sentía que estaba en un suelo metálico con pequeños relieves. No sentía la intensidad del sol en mi rostro, pero tampoco sentía el viento, mi oído pareció volver, escuché voces lejanas y picoteos metálicos rodearme.
- Señor -una voz femenina habló, parecía estar a un lado mío-. Parece que está despertando.
Entre abrí los ojos, estaba en un camión aparentemente militar, traté de levantarme, pero la mujer que había hablado me lo impidió, también cerró un teléfono antiguo, lo habíamos estudiado en Historia de la Informática. ¿Cómo se llamaba? ¿Momia? No, algo como Noria. ¿Nokia? Eso, alguna vez escuché decir al más viejo de los viejos llamarlo "cacahuate" o algo parecido.
- Tranquila, estás a salvo -susurró mientras me inyectaba algo que me hizo dejar de sentir el horrible dolor de cabeza.
- Eso fue para el dolor, te encontramos en la carretera, te revisamos y tienes una contusión cerebral. Tengo que hacerte unas preguntas, ¿Puedes?