//besos en el salón//

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Mi mirada se perdió en un punto inexacto del salón de clases, donde la suave voz de la profesora inundaba el silencio que se formó luego de su protesta sobre el ruido y las risas que las conversaciones inconvenientes provocaban en su diálogo de la enseñanza. Sin embargo, era incapaz de escuchar sobre la vida de William Shakespeare y sus obras literarias; porque desde que conocí a Louis, cada vez que me sucedía algo bueno, algo malo estaba por llegar. Y llegó. Ni siquiera me era necesario hablarle a Dipper, ya que a pesar de su imprudencia con algún tema bastante antiguo hacía los comienzos en los que Louis y yo nos conocimos, me ignoraba y se comportaba molesto conmigo, como si yo fuera la culpable del asunto. Tampoco había culpables, pero Dipper fue inmaduro al defenderse de Louis con un asunto de desprecio hacia él por el que comenzó luchando por defenderle. Me refería a que, el día del partido, en mi primera aparición en uno de aquellos de la preparatoria North Hamilton, en el segundo que Louis insultó de una manera astuta a Dipper me hirvió la sangre, porque percibí que aquél era una persona arrogante, petulante y engreída. Una vez escuché acerca de que cuando los humanos se sienten en confianza con otros, podían contarse entre sí sus secretos, anécdotas o malas experiencias; prácticamente era desahogarse con alguien a quien le entregaste un obsequio. Louis me regaló su confianza y yo la rompí para ocultarle a otra persona que no me agrada siquiera el capitán egocéntrico del equipo de fútbol. E inclusive, me gustaba muchísimo reflejando sus sentimientos. Me gustaba muchísimo de cualquier manera. Me gustaba siendo vanidoso, presumido, flirteando inadecuadamente conmigo y tomándome del brazo sin mi consentimiento sólo para insistir y salirse con la suya como acostumbraba a hacer. Y me encantaba el sabor de sus labios y las mentas que guardaba en los bolsillos traseros, sobre todo en el momento que el gusto de aquellas traspasaba hacia mi boca. Y sobre todo, me gustaba más cuando lo necesitaba de vuelta, porque era consciente de que me hacía falta y era consciente de que le echaba de menos.

Golpes suaves se toparon con mi hombro, despertándome de mi sueño despierta. Era extraño incluso pensarlo. No conservaba a nadie para sentarme a comer en el almuerzo, e inclusive extrañé que Dipper me contara sobre sus películas de combates de chicas inmaduros estadounidenses. Pero supuse que tenía que superarlo por los días que futuramente seguían, si es que nosotros en un futuro nos arregláramos. No tenía un problema con Dipper por tirarle aquella capciosa información a Louis, las cuales dije para defenderme a mí misma en contra de mi mejor amigo y sus interrogaciones, así que si alguna vez él preferiría abandonar el orgullo y venir a verme, le aceptaría con gusto; porque comprendía a la perfección su impulsividad. Y de Louis… Lo estuve llamando varias veces luego de lo ocurrido, pero no me contestó y no me permitió explicarme.

—Devorah, ¿estás prestando atención a la clase? —la profesora me preguntó, dueña de los toques delicados proporcionados en mi tenso hombro por largas horas de insomnio.

¿Por qué la profesora no se tomaba un minuto para aprenderse los nombres del salón? Lydia ni siquiera tenía similitud con Devorah. Y aquella tal Devorah se sentaba atrás de mí junto a mi mejor amigo que frecuentaba a ignorarme, y mi puesto de al lado se encontraba vacío.

—Soy Lydia—le puntualicé, sin la necesidad de ser grosera a pesar de mis instintos de defensa o de mi repentino malhumor por mis pensamientos acerca de mis nuevas malas experiencias.

Ella se posicionó de espaldas, escribiendo algo en el pizarrón y ofreciendo su vestimenta desde la parte de atrás. Llevaba una falda de seda y unos tacones de punta, con una camisa blanca y una chaqueta turquesa encima. ¿No había pasado ya la etapa de la adolescencia? Alguna superficial de la clase diría que ni siquiera era una buena combinación. Y no lo era.

—De acuerdo, Lydia…—enfatizó mi nombre—. ¿Puedes ir con alguien que elijas hasta la sala de profesores y traer las cajas con los libros de literatura? —me pidió amablemente, pero lo sentía como un tono desafiante.

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